¿Por qué hay tantos abogados judíos?  (Devarim 5782)

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En el comienzo de Debarim, Moshé recorre la historia de los israelitas en el  desierto, comenzando con el nombramiento de los líderes del pueblo, jefes de  miles, centenares, cincuentenas y decenas. Continúa diciendo: 

Y encargué a los jueces de esa época “Escuchen las disputas de vuestra  gente y juzguen ecuánimemente, ya sea entre dos Israelitas o entre uno  de ellos y un extranjero que resida en entre vosotros. No muestren  parcialidad al juzgar; atiendan a grandes y pequeños de la misma  manera. No teman a nadie porque el juicio pertenece a Dios. Tráiganme  cualquier caso difícil que yo lo analizaré”.

Deut. 1: 16-17

De esta forma, ya al comienzo del libro en el que sintetiza toda la historia de  Israel y de su destino como pueblo santo, Moshé le da prioridad a la administración  de la justicia: algo que sintetizará memorablemente en un capítulo posterior  (Deut. 16:20) con la frase “justicia, justicia perseguirás”. Las palabras de justicia en hebreo tzedek y mishpat son temas recurrentes en el libro. La raíz tz-d-k  aparece dieciocho veces en Debarim; la raíz sh-f-t cuarenta y ocho. 

A través de las generaciones, la justicia parece grabada en el corazón  palpitante de la fe judía. Albert Einstein remarcó que “la búsqueda del  conocimiento por el valor en sí mismo, el cuasi fanático amor por la justicia y el  afán de independencia personal – son rasgos de la tradición judía que me  mueven a agradecer a los cielos que yo pertenezca a ella”. En el transcurso de  un programa de televisión que hice para la BBC, entrevisté a Hazel Cosgrove, la  primera mujer elegida como jueza de Escocia y miembro activo de la comunidad  judía de Edimburgo, y le pregunté qué fue lo que la impulsó a seguir la carrera  de derecho, a lo cual me contestó, como si fuera evidente, “Porque el judaísmo te enseña que justicia, justicia perseguirás”.  

Uno de los abogados más grandes de nuestro tiempo, Alan Dershowitz, está por  publicar un libro sobre Abraham[1] a quien señala como el primer abogado  judío, “el patriarca de la profesión legal: un abogado defensor de los condenados  que está dispuesto a arriesgar todo, aun someterse a la ira de Dios, por defender  a sus clientes”, el fundador no sólo del monoteísmo, sino de una larga serie de  abogados judíos. Dershowitz describe vívidamente el ruego de Abraham por los  habitantes de Sodoma (“¿Puede el Juez de toda la Tierra no hacer justicia?” [Gen. 18:25])  como si fuera la escena de una obra de teatro con Abraham como abogado  defensor de los habitantes de la ciudad y Dios, como el acusado. Este es el  episodio precursor de muchos otros similares de la Torá y del Tanaj donde los  profetas discuten temas jurídicos con el pueblo y con Dios. 

En épocas actuales, jueces de origen judío en Estados Unidos alcanzaron  grandes alturas: Brandeis, Cardozo y Felix Frankfurter entre ellos. Ruth Bader  Ginsburg fue la primera mujer judía elegida para la Corte Suprema. En Gran  Bretaña entre 1996 y 2008 dos de los tres Jueces Supremos de los Lores [3]  fueron judíos: Peter Taylor y Harry Woolf. En Alemania, en los comienzos de los  años 30 los judíos, que constituían el 0.7 de la población, representaron el 16.6  por ciento de jueces y abogados. 

Vale la pena señalar una característica del Tanaj al respecto. A lo largo de la  Biblia Hebrea algunos de los diálogos más intensos entre los profetas y Dios se  asemejan a una representación teatral. En algunos casos, como los de Moshé,  Jeremías y Habakkuk los demandantes son la raza humana o el pueblo judío. En  el caso de Job, se trata de un individuo que ha sufrido injustamente, y el  acusado es Dios mismo. Elie Wiesel cuenta la historia del juicio hecho contra  Dios en un campo de concentración por los prisioneros judíos durante el  Holocausto.[4] En otras instancias, es Dios el que acciona contra los hijos de  Israel. 

La palabra que emplea la Biblia Hebrea para estos diálogos singulares entre el  cielo y la tierra [5] es riv que significa juicio[6] y deriva del concepto de que en  el corazón de la relación entre Dios y el ser humano – tanto en general como  específicamente en relación con el pueblo judío – está el pacto, o sea, un acuerdo  vinculante, un compromiso mutuo basado en la obediencia humana de la ley  divina y en la promesa de Dios del amor y la lealtad celestial. De esa forma  cualquiera de las dos partes podría llevar a la otra a juicio por incumplimiento  de su responsabilidad. 

Tres características señalan al judaísmo como fe distinta. La primera es la idea  revolucionaria de que cuando Dios se revela a los humanos lo hace en forma de  ley. En el mundo antiguo, Dios era poder. En el judaísmo, Dios es orden, y el  orden presupone la existencia de ley. En el mundo natural de causa y efecto el  orden toma la forma de ley científica. Pero en el mundo humano donde existe el  libre albedrío, el orden toma la forma de ley moral. De ahí el nombre de los  libros Mosaicos: Torá significa ‘dirección, guía, enseñanza’ pero sobre todo  ‘ley’. El sentido básico [7] del principio más fundamental del judaísmo Torah min ha-Shamayim ‘Torá del cielo’ es que Dios, no el ser humano, es la fuente  de la ley vinculante. 

La segunda, es que nos han encargado ser los intérpretes de la ley. Esa es  nuestra responsabilidad como herederos y guardianes de la Torah she-be-al peh  la Tradición Oral. La frase en que Moshé describe la voz que escuchó el pueblo  en la ceremonia de la revelación en el Sinaí kol gadol velo yasaf es comprendida  por los exégetas de dos formas aparentemente contradictorias. Por una parte  significa ‘la voz que nunca más se oyó’ y por la otra, ‘la voz que nunca cesó de  oírse’ [8]. Sin embargo, no hay contradicción porque la voz que nunca más se  volvió a escuchar es la de la Torá Escrita, mientras que la que nunca cesó de  escucharse es la Torá Oral. 

La Torá Escrita es min ha-shamayim, “del Cielo”, pero la de la Torá Oral, el  Talmud, insiste que es lo ba-shamayim hi “no esta en el Cielo”.[9] Por tal motivo el  judaísmo es una conversación entre el Dador de la ley y sus intérpretes. Esa es  una parte de lo que significa el Talmud cuando dice que “Cada juez que dicta un  juicio verdadero se transforma en socio del Sagrado, bendito sea Él, en la tarea  de la creación” (Shabat 10a).  

En tercer lugar, lo fundamental para el judaísmo es la educación, y lo que es  fundamental para la educación es el estudio de la Torá, o sea, de la ley. Eso es lo  que quiso decir el profeta Isaías al expresar: “EscuchenMe ustedes que conocen  la justicia, el pueblo en cuyo corazón está Mi ley; no teman el reproche de los  hombres ni se asusten de sus insultos” (Isaías 51:7) Es lo que quiso decir Jeremías  cuando exclamó “este es el pacto que haré con la casa de Israel después de esos  días, dice el Señor: ‘Instalaré mi ley entre ellos y la escribiré sobre sus  corazones; y Yo seré su Dios, y ellos serán Mi pueblo’” (Jer. 31:33). Es lo que  quiso expresar Flavio Josefo cuando dijo, hace mil novecientos años: “Si se le  preguntara a alguno de nuestra nación acerca de nuestras leyes, las enunciará  como si fuera su propio nombre. La consecuencia de la minuciosa enseñanza de  las leyes desde los albores de nuestra inteligencia es que estén grabadas en  nuestras almas”. Ser un niño judío es ser, como dice la frase inglesa, “conocedor  de la ley”. 

El judaísmo no trata solo sobre la espiritualidad, ni es simplemente un código  para la salvación del alma. Es una serie de instrucciones para lo que el Rabino  Aaron Lichtenstein llamó “la beatitud de la sociedad.” Consiste en traer a Dios a  los espacios comunes de nuestra vida colectiva. Eso requiere ley: la ley que  representa la justicia, honrar a todos los seres humanos sin distinción de clase o  color, la ley que juzga imparcialmente a ricos y pobres, poderosos y débiles aun  in extremis entre la humanidad y Dios, la ley que liga a Dios, su Dador, con  nosotros, sus intérpretes; la ley que sola permite la coexistencia de la libertad  con el orden para que mi libertad no se consiga a costa de la tuya. 

No resulta sorprendente, entonces, que haya tantos abogados judíos.


  1. ¿Puedes extraer de la Torá ejemplos qué demuestran qué la justicia es un valor central para el judaísmo?
  2. ¿Cómo podemos tomar a Dios respecto a la justicia? ¿Dios no es justo?
  3. ¿Por qué crees qué hay tantos abogados judíos?

  1. Alan Derschowitz, Abraham: the world’s first (but certainly not the last) Jewish  lawyer, New York, Schoken, 2015. 
  2. Ibid., 11.
  3.  N. del T.: Lord Chief Justices
  4. Elie Wiesel, The trial of God, Schoken, 1995. El relato es ficticio, pero en una  ocasión Wiesel dijo que ocurrió y que él estaba presente. 
  5. Sobre este tema ver Anson Laytner, Arguing with God: A Jewish Tradition, Jason  Aronson, 1977 
  6. N. del T.: En el sentido jurídico del término
  7. No es el único significado, por cierto. Ver Rambam Hiljot Teshuvá 3:5 
  8. Deut. 5: 19 y ver Rashi ut supra que da ambas interpretaciones. 
  9. Baba Metzia 59b 
  10. N. del T.: Learned in law

Traductores

Carlos Betesh

Editores

Abraham Maravankin