Kedoshim 5774 – Seguidores

jonathan_sacksComentario del Rabino Jonathan Sacks, traducido del ingles por Ana Barrera.

Editor: Marcello Farias 

 

 

Kedoshim 5774 –  Seguidores

Hay una fascinante secuencia de mandamientos en el gran “código de santidad” con el que empieza nuestra parsha, que arroja luz sobre la naturaleza no solo del liderazgo en el judaísmo sino también en los seguidores del líder. Aquí está el mandamiento en contexto:

No odies a tu hermano en tu corazón. Repréndelo (o razona con) tu vecino francamente para que no soportes pecado por su causa. No busques venganza o guardes resentimiento contra alguien de tu pueblo, sino que ama a tu vecino como te amas a ti mismo. Yo soy el Señor. (Lev. 19: 17-18)

Hay dos formas  completamente diferentes de entender las palabras en letra itálica. Maimónides las lleva a una atadura legal (1). Nahmanides las incluye a ambas en su comentario a la Torah (2).

La primera es para leer el mandamiento en términos de relaciones interpersonales. Alguien, tú crees, te ha hecho daño. En tal caso, dice la Torah, no te quedes en un estado de resentimiento silencioso. No le des lugar al odio, no guardes resentimiento, y no tomes venganza. En su lugar, repréndele, razona con él, dile lo que tú crees que ha hecho y cómo sientes que te ha dañado. Puede ser que él se disculpe y busque una manera de remediarlo. Incluso si él no lo hace, al menos tú has mostrado tus sentimientos hacia él. Eso en sí mismo es catártico. Te ayudará a evitar nutrir un agravio.

La segunda interpretación, ve el mandamiento en términos impersonales. No tiene nada que ver con que hayas sido herido. Se refiere a que alguien que tú ves actuando de mala manera, cometiendo un pecado o un crimen. Puede ser que tú no seas la víctima. Puede ser que seas sólo un observador. El mandamiento nos dice no contentarnos ante el paso de un juicio negativo sobre su conducta (i.e. con “odiarlo en tu corazón”). Debes involucrarte. Debes objetar con él, señalando en la forma más gentil y constructiva que puedas, que lo que está haciendo es contra la ley, civil o moral. Si tú te quedas en silencio y no haces nada, tú te conviertes en cómplice de su culpabilidad (i.e “soportar pecado por su causa”) porque tú lo has visto hacer el mal y no hiciste nada para protestar.

Esta segunda interpretación es posible sólo por el principio fundamental del judaísmo que kol Yisrael arevin zeh ba-zeh, “Todos los judíos son fiadores (i.e. responsables) uno del otro”. Sin embargo, el Talmud hace una fascinante observación sobre el alcance de este mandamiento.

Uno de los rabinos dijo a Raba: (La Torah dice) hokheach tokhiach, queriendo decir “tú debes reprender a tu vecino repetidamente” (porque el verbo es doble, implicando más de una vez). ¿Podría esto significar hokheach, repréndelo una vez, y tokhiach, una segunda vez? No, respondió él, la palabra hokheach quiere decir, incluso cientos veces. ¿Por qué entonces añade la palabra tokhiach? De haber solo un verbo en singular podría saber que la ley aplica a un maestro reprendiendo a su discípulo. ¿Cómo sabemos que aplica incluso a un discípulo reprendiendo a su maestro? De la frase, hokheach tokhiac, implicando, bajo todas circunstancias (3).

Esto es significante porque establece un principio de seguidores críticos. Hasta ahora en estos ensayos hemos estado viendo el rol del líder en el judaísmo. Pero, ¿qué hay sobre el seguidor? En vista del deber del seguidor es seguir, y la del discípulo aprender. Después de todo, el judaísmo manda respeto casi ilimitado por los maestros. “Deja que la reverencia para tu maestro sea tan grande como tu reverencia para el cielo”, dijeron los sabios. A pesar de esto el Talmud entiende que la Torah está ordenándonos reprender incluso a nuestro maestro o líder si lo viéramos hacer algo mal.

Suponiendo que un líder te ordena hacer algo que tú sabes está prohibido por la ley judía. ¿Deberías obedecer? La respuesta es categórica, No. El Talmud pone esto en forma de pregunta retórica: “Encarando una opción entre obedecer al maestros (Dios) o al discípulo (un líder humano), ¿a quién debes obedecer?” (4) La respuesta es obvia. Obedece a Dios. Aquí en la ley judía es la lógica de la desobediencia civil, la idea que tenemos un deber a desobedecer una orden inmoral.

Entonces está la grandiosa idea judía de un activo cuestionamiento y “argumentar por el bien del cielo.” Los padres están obligados, los maestros alentados, a entrenar estudiantes a hacer preguntas. El aprendizaje tradicional judío está diseñado para hacer que el maestro y al discípulo estén igualmente conscientes del hecho que más de una visión es posible en cualquier cuestión de ley judía y múltiples interpretaciones (el tradicional número setenta) de cualquier verso bíblico. El judaísmo es único en que virtualmente todos sus textos canónicos – Midrash, Mishnah y Gemara – son antologías de argumentos (el Rabino X dijo esto, el Rabino Y dijo lo otro), o están rodeados de múltiples comentarios cada uno con su propia perspectiva.

El mismo acto de aprender en el judaísmo rabínico está concebido como un debate activo, una forma de concurso mental gladiatorio: “Incluso un maestro y discípulo, incluso un padre e hijo, cuando estudian Torah juntos se convierten en enemigos uno del otro. Pero ellos no se mueven de ahí hasta que se convierten en el ser amado uno del otro” (5). Por lo tanto el dicho talmúdico: “Mucha sabiduría he aprendido de mi maestro, más de mis colegas pero sobre todo de mis estudiantes” (6). De ahí que a pesar de la reverencia que les debemos a nuestros maestros, les debemos también nuestros mejores esfuerzos en cuestionar y retar sus ideas. Esto es esencial en el ideal rabínico de aprendizaje colaborativo en búsqueda de la verdad.

La idea de ser seguidores críticos dio lugar dentro del judaísmo a los primeros críticos sociales, los profetas, mandados por Dios a hablar la verdad y a llamar incluso a reyes a la barra de la justicia y a la buena conducta. Esto es lo que Samuel hizo a Saúl, Elías a Ahab e Isaías a Hezekiah. Ninguno lo hizo más efectivo que el profeta Nathan cuando, con inmensa habilidad, hizo que el Rey David apreciara la enormidad de su pecado al dormir con la esposa de otro hombre. David inmediatamente reconoció su mala acción y dijo jatati, “He pecado” (7).

Excepcional que pesar de lo que los profetas de Israel fueron, incluso sus logros toman un segundo lugar hacia uno de los más notables fenómenos en la historia de la religión, a saber que Dios mismo elije a Sus más amados discípulos al mismo pueblo que está dispuesto a desafiar al mismo cielo. Abraham dice, “¿Debe el juez de toda la tierra no hacer justicia?” Moisés dice, “¿Por qué has hecho mal a este pueblo?” Jeremías y Habakkuk retaron a Dios sobre las aparentes injusticias de la historia. Job, quien discute con Dios, es eventualmente vindicado por Dios, mientras quienes lo consolaron, quieres defendieron a Dios, están considerados por Dios como los que hicieron mal. En corto, Dios mismo elige seguidores activos, críticos en lugar de aquellos que silenciosamente obedecen.

De ahí la inusual conclusión que en el judaísmo el ser seguidor es tan activo y demandante como ser líder. Podemos ponerlo más fuertemente: los líderes y seguidores no se sientan en lados opuestos de la mesa. Están en el mismo lado, el lado de la justicia y de la compasión y del bien común. Nadie está sobre la crítica, y nadie es demasiado pequeño para administrarla, si está hecha con la debida gracia y humildad. Un discípulo puede criticar a su maestro; un niño puede retar a su padre; un profeta puede retar un rey; y todos nosotros, simplemente por llevar el nombre Israel, estamos llamados a luchar con Dios y nuestros compañeros humanos en el nombre de lo correcto y del bien.

Los seguidores que no critican y los hábitos del silencio dan lugar a las corrupciones del poder, y algunas veces simplemente a catástrofes que se pueden evitar. Por ejemplo, una serie de accidentes fatales ocurrieron entre 1970 y 1999 a aviones pertenecientes a Korean Air. Uno en particular, vuelo 8509 de Korean Air en diciembre de 1999, apunta a un análisis que sugiere que la cultura Koreana, con su tendencia hacia liderazgo autocrático y seguidores condescendientes, pudieron ser responsables de que el primer oficial no avisara al piloto que estaba fuera de curso.

John F. Kennedy armó uno de los más talentosos grupos de consejeros que hayan servido a un presidente norteamericano, aun así en la invasión de Bahía de Cochinos en Cuba en 1961 cometió uno de los más tontos errores. Subsecuentemente, uno de los miembros del grupo, Arthur Shlesinger Jr., atribuyó el error al hecho que la atmósfera dentro del grupo era tan social que ninguno quería molestar señalando lo tonto de la propuesta. (8)

El pensamiento grupal y el conformismo son peligros perennes en cualquier grupo que está muy unido, como una serie de famosos experimentos por Solomon Asch, Stanley Milgram, Philip Zimbardo y otros han demostrado. Por lo que, en la frase de Cass Sustein “las sociedades necesitan disentimiento”. Mi ejemplo favorito es uno dado por James Surowiecki en La Sabiduría de las Multitudes (The Wisdom of Crowds). Él cuenta la historia de cómo un naturalista norteamericano, William Beebe, se cruzó con una extraña vista en la selva de Guyana. Un grupo de hormigas soldados se estaba moviendo en un círculo enorme. Las hormigas iban vuelta y vuelta en el mismo círculo por dos días hasta que casi todas cayeron muertas. La razón es que cuando un grupo de hormigas soldado se separa de su colonia, obedecen una regla simple: seguir a la hormiga delante de ti (9). El problema es que si la hormiga que va delante de ti está perdida, entonces también lo estarás tú.

El argumento de Surowiecki es que nosotros necesitamos voces disidentes, personas que reten la sabiduría convencional, resistir el consenso de moda y molestar la paz intelectual. “Seguir a la persona frente de ti” es peligroso para los humanos como lo es para las hormigas soldado. Estar al margen y estar dispuestos a cuestionar hacia dónde está yendo el líder es la tarea de un seguidor crítico. Los grandes liderazgos suceden cuando hay seguidores fuertes e independientes de mente. De ahí, cuando se trata de crítica constructiva, un discípulo puede retar a un maestro y un profeta reprender a un rey.

SacksSignature

(1) Maimonides, Hilkhot Deot 6:6-7.

(2) Nahmanides, Comentario al Levítico 19: 17

(3) Baba Metzia 31a.

(4) Kiddushin 42b.

(5) Kiddushin 30b

(6) Ta’anit 7a.

(7) 2 Samuel 12: 13.

(8) Ver Cass Sunstein, Why Societies Need Dissent, Harvard University Press, 2003, 2-3.

(9) James Surowiecki, The Wisdom of Crowds, Little, Brown, 2004, 40-41.

 

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