Sentimiento familiar (Behar-Bejukotai 5783)

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Yo planteé en Convenio y Conversación sobre Kedoshim que el judaísmo es más que una etnicidad. Es un llamado a la santidad. En algún sentido, sin embargo, hay una importante dimensión étnica del judaísmo. 

La mejor demostración de esto fue un chiste en una campaña publicitaria de 1980 en Nueva York. Aparecieron por toda la ciudad posters gigantes con el texto “Tienes un amigo en el Banco Chase Manhattan.” Debajo de uno de ellos, un israelí pintó “Pero en el Banco Leumi tienes mishpaja” (familia). Los judíos son, y tienen conciencia de ser, una única y extendida familia. 

Esto es especialmente evidente en la parashá de esta semana. Leemos repetidas veces la legislación social expresada en el lenguaje de la familia. 

Cuando compres o vendas algo a tu semejante, que nadie aflija a su hermano (Lev. 25: 14). 

Si se empobreciera tu hermano y vendiera parte de su heredad, vendrá su redentor más cercano y rescatará la venta de su hermano. (Lev. 25: 25). 

Si se empobreciera tu hermano y careciera de medios, en tu proximidad debes sostenerlo; debe vivir contigo como residente extranjero. No cobrarás interés ni ventaja de él, temerás a tu Dios, y él vivirá contigo. (25:35-36)

Si tu hermano se empobreciera y fuera vendido a ti, no lo hagas trabajar como un esclavo. (Lev. 25:39) 

“Tu hermano” en estos versículos no debe entenderse literalmente. Algunas veces significa “tu pariente”, pero generalmente se trata de “tu hermano judío”. Esta es una forma distintiva de entender la sociedad y nuestras obligaciones para con los demás. Los judíos no somos solamente ciudadanos de la misma nación o adherentes a la misma fe. Somos miembros de una misma familia extendida. Somos –biológica o electivamente – hijos de Abraham y Sara. En gran parte, compartimos la misma historia. En las festividades revivimos los mismos recuerdos. Fuimos forjados en el mismo crisol de sufrimiento. Somos más que amigos. Somos mishpaja, familia. 

El concepto de familia es absolutamente fundamental en el judaísmo. Tomemos el libro de Génesis, punto de partida de la Torá. No trata principalmente de teología, doctrina, o dogma. No polemiza contra la idolatría. Trata sobre familias: esposos y esposas, parientes e hijos, hermanos y hermanas. 

En los momentos clave de la Torá, Dios mismo define su relación con los israelitas en términos familiares. Le dice a Moshé que hable con el Faraón en su nombre: “Mi hijo, Mi primogénito, Israel” (Ex. 4: 22). Cuando Moshé intenta explicar a los israelitas por qué tienen el deber de ser sagrados les dice “Ustedes son los hijos del Señor vuestro Dios”(Deut. 14: 1). Si Dios es nuestro padre, entonces somos todos hermanos y hermanas. Estamos ligados por vínculos que van al corazón de lo qué somos . 

Los profetas continuaron con la metáfora. En un hermoso pasaje el profeta Oseas describe a Dios como un padre que enseña a un niño pequeño a dar sus primeros vacilantes pasos: “Cuando Israel era niño yo lo quería, y llamé a Mi hijo fuera de Egipto… Fui Yo el que enseñó a Efraim a caminar, tomándolo de los brazos… Para ellos Yo fui como el que levanta a un niño a su mejilla y me agaché para alimentarlo.”(Oseas 11: 1-4) 

La misma imagen continúa con el judaísmo rabínico. En una de las más famosas frases de la plegaría, el Rabí Akiva utiliza las palabras Avinu Malkeinu, “Nuestro Padre, nuestro Rey”. Es una expresión deliberada y precisa. Dios es en realidad nuestro soberano, nuestro legislador y nuestro juez, pero antes de todas estas cosas, Él es nuestro padre y nosotros somos sus hijos. Es por eso que creemos que la compasión divina siempre superará a la justicia estricta. 

Este concepto de la familia extendida está firmemente expresada por Maimónides en sus Leyes de Caridad

La totalidad del pueblo judío y aquellos que se le adhieren son como hermanos como indica (Deut. 14:1): “Ustedes son hijos del Señor vuestro Dios”, y si un hermano no muestra misericordia a un hermano, ¿quién lo hará? ¿A quién levantan sus ojos los hijos de Israel? ¿A los gentiles que los odian y los persiguen? Sus ojos se tornan sólo a sus hermanos. (Mishné Torá, Leyes de Obsequios a los pobres, 10:2) 

Esta sensación de pertenencia, fraternidad y vínculo familiar es el corazón del concepto de Kol Israel arevin zé bazé, “Todos los judíos son responsables uno por el otro”. O como decía Rab Shimon bar Yohai, “Cuando hieren a un judío, todos los judíos sienten dolor.” (1)

¿Por qué está construido el judaísmo sobre este modelo de familia? Por una parte, para decirnos que Dios no quiso elegir una élite de honorables o una secta de los que piensan lo mismo. Eligió a una familia – los descendientes de Abraham y Sara – extendida a través del tiempo. La familia es el vehículo más poderoso de continuidad, y el modelo de cambio que se esperaba que hicieran los judíos al mundo no podría hacerse en una sola generación. De ahí la importancia de la familia como espacio de educación (“Enseñarás estas cosas repetidas veces a tus hijos…”) y de manejar la continuidad de la historia, especialmente a través del servicio del Seder de Pesaj. 

Otra razón es que el sentimiento familiar es el vínculo más primario y poderoso. El científico J. B. S. Haldane emitió su famosa respuesta cuando le preguntaron si se tiraría al río para salvar a un hermano, “No, pero sí lo haría para salvar a dos hermanos u ocho primos.” Implicaba que cada uno de nosotros comparte el cincuenta por ciento de los genes de nuestros hermanos y un octavo de los primos. Asumir el riesgo de salvarlos es asegurar que nuestros genes pasarán a la generación siguiente. Este principio, conocido como “de selección parental”, es la forma más básica de altruismo humano. Es ahí donde nace el sentido moral. 

Se trata de una comprensión básica, no sólo de biología sino también de teoría política. Edmund Burke dijo su famosa frase: “Estar adscrito a la subdivisión, amar el pequeño grupo al que pertenecemos en la sociedad, es el primer principio, el germen, de los afectos públicos. Es el primer eslabón en la cadena que nos conducirá al amor al país y a la humanidad.” (2) En igual sentido Alexis de Tocqueville dijo “Mientras siga vivo el sentimiento familiar, el que se opone a la opresión nunca estará solo.” (3) 

Las familias fuertes son esenciales para las sociedades libres. Cuando las familias son fuertes existe una sensación de altruismo que puede ser proyectada de

la familia, los amigos, a los vecinos, a la comunidad y de ahí a la nación entera. 

Fue el sentimiento de familia lo que mantuvo a los judíos unidos en una red de obligación mutua a pesar del hecho de que estaban dispersos por todo el mundo. ¿Eso aún existe? En algunos casos las divisiones en el mundo judío son tan profundas, y los insultos arrojados de un grupo al otro tan brutales que uno casi podría convencerse de que no es así. En los años 1950, Martín Buber expresó su opinión de que el concepto tradicional de pueblo judío ya no existía. Knesset Israel, el pueblo del pacto como una sola entidad ante Dios, ya no era tal. Las divisiones entre judíos religiosos y seculares, ortodoxos y no ortodoxos, sionistas y no sionistas, habían – según pensaba él – fragmentado al pueblo en forma irremediable. 

Pero esa conclusión es prematura precisamente por el motivo que hace de la familia una ligadura tan fundamental. Se puede discutir con un amigo y mañana puede ya no serlo, pero si se discute con un hermano, mañana seguirá siendo su hermano. El libro de Génesis está lleno de rivalidad entre hermanos pero no todos acaban de la misma manera. La historia de Caín y Abel concluye con la muerte de Abel. La historia de Isaac e Ismael termina con los dos hermanos parados uno al lado del otro frente a la tumba de Abraham. La historia de Yaakov y Esav alcanza su apogeo cuando, después de una larga separación, se encuentran, se abrazan, y luego cada uno sigue su camino. La historia de Yosef y sus hermanos comienza con animosidad pero termina con perdón y reconciliación. Hasta las familias más disfuncionales pueden eventualmente unirse. 

El pueblo judío sigue siendo una familia, frecuentemente dividida siempre con discusiones, pero de cualquier forma unidos por el vínculo del destino común. Como nos recuerda la parashá, cuando la persona que ha caído es nuestro hermano o hermana, debe ser nuestra la mano la que ayude a levantarse nuevamente.

 


  1. ¿Por qué piensas que las familias discuten con frecuencia?
  2. ¿Puedes unirte a una familia en la que no naciste?¿Puedes unirte al pueblo judío incluso si no naciste judío?
  3. ¿Te sientes relacionado a judíos de otras partes del mundo?

Fuentes

  1. Mejilta de Rabi Shimon bar Yohai a Ex. 19: 6 
  2. Edmund Burke (1729-1797) Reflections on the French Revolution, The Harvard Classics. (1909-14) 
  3. Democracy in America, Cap. XVII: Principal causes which tend to maintain the democratic republic in the United States

Traductores

Carlos Betesh

Editores

Abraham Maravankin