Descarga aquí el ensayo en PDF.
En la sidra de esta semana, vemos a Itzjak, padre de dos hijos muy diferentes.
“Crecieron los jóvenes y se convirtió Esav en un hábil cazador, un hombre de campo; pero Yaacov era un hombre íntegro que habitaba las tiendas. E Itzjak, que gustaba de presas de caza, amaba a Esav, pero Rebeca amaba a Yaacov. “ (Gen. 25: 27,28)
No tenemos dificultad alguna en comprender por qué Rebeca amaba a Yaacov. Ella había recibido un oráculo de Dios que le dijo “Dos naciones hay en tu vientre; dos pueblos de tus entrañas se separarán; de un pueblo al otro el poder pasará, el mayor servirá al menor.” (Gen. 25: 23)
Yaacov era el menor y Rebeca parece haber inferido, como en efecto resultó, correctamente, que sería él el que continuaría con el pacto, que honraría la herencia de Abraham, y que lo enseñaría a sus hijos, transmitiendo el relato hacia el futuro.
La verdadera pregunta es: ¿por qué amaba Itzjak a Esav? ¿No veía que era un hombre de campo, un cazador, y no un contemplativo hombre de Dios? ¿Es posible que lo amara meramente por su gusto por la carne de caza? ¿Su apetito dominaba su mente y su corazón? ¿No sabía Itzjak que Esav había vendido su primogenitura por un plato de sopa, y que luego “despreció” a la primogenitura en sí? (Gen. 25: 29-34). ¿Era esta la persona a la que se le podía confiar el patrimonio espiritual de Abraham?
Seguramente Itzjak sabía que su hijo mayor era de temperamento volátil y que vivía las emociones del momento. Incluso si esto no le molestaba, pero el episodio siguiente claramente, sí: “Cuando Esav cumplió cuarenta años desposó a Judit, hija de Beeri el Hitita, y también a Basemat hija de Elon el Hitita. Y fueron fuente de dolor para Itzjak y Rebeca.” (Gen. 26: 34- 35). Esav construyó su hogar entre los hititas, se casó con dos de sus mujeres. No era éste el encargado de llevar adelante el pacto abrahámico, que requería estar a cierta distancia de los hititas y canaanitas con todo lo que representaban en términos de religión, cultura y moralidad.
Sin embargo Itzjak claramente amaba a Esav. Y no solo lo afirma la frase inicial. En Génesis 27, con la historia moralmente discutible de cómo Yaacov se disfrazó de Esav para tomar la bendición destinada a él, lo que es admirable es la imagen clara del profundo afecto que había entre Itzjak y Esav. Se percibe al comienzo, cuando Izjak le dice a Esav, “Prepárame esa comida deliciosa que me gusta y tráemela para que la coma, así te doy mi bendición antes de morir”. No es el apetito físico de Itzjak el que habla. Es el deseo de estar envuelto por el aroma y el gusto que asocia con su hijo mayor, para poder bendecirlo en un clima de amor dirigido hacia él.
Sin embargo, es el final de la historia el que transmite la profundidad del sentimiento entre ellos. Esav entra lentamente con la comida que ha preparado. Gradualmente Itzjak, y luego Esav, se dan cuenta del engaño del que han sido víctimas. Itzjak “tembló violentamente” y Esav “estalló en un fuerte y amargo grito”. Es difícil transmitir en cualquier idioma la fuerza de estas descripciones. La Torá en general dice poco acerca de las emociones de la gente. Durante todo el episodio de las ligaduras de Itzjak, uno de los eventos más densos del libro de Génesis, no nos proporciona el más mínimo indicio sobre los sentimientos de Abraham o de Itzjak. El texto es, como lo dijo Erich Auerbach, “de intenso trasfondo,” sugiriendo que es más lo que calla que lo que dice[1]. La profundidad de los sentimientos descriptos por la Torá hablando de Itzjak y de Esav en ese momento es inusual y casi sobrecogedora. Padre e hijo comparten la sensación de traición, Esav buscando apasionadamente alguna bendición de su padre e Itzjak tratando de ver cómo hacerlo. El sentimiento de amor entre ambos es intenso, por lo cual repetimos la pregunta con la misma fuerza: ¿por qué amaba Itzjak a Esav pese a todo, a su salvajismo, a su inestabilidad y a su exogamia?
Los sabios ofrecen la siguiente explicación: Interpretan que la frase “hábil cazador” significa que Esav atrapó y engañó a Itzjak. Pretendió ser más religioso de lo que era[2]. Hay, sin embargo una explicación distinta, más cercana al sentido del texto, y muy movilizante. Izjak amaba a Esav porque era su hijo, y eso es lo que hacen los padres. Aman a sus hijos en forma incondicional. Eso no significa que Itzjak no percibiera las fallas de carácter de Esav. Tampoco que pensara que Esav era la persona apropiada para continuar con el pacto, ni que no estuviera apenado por el casamiento de Esav con mujeres hititas. El texto dice explícitamente que sí lo estaba. Pero indudablemente significa que Itzjak sabía que un padre debe amar a su hijo porque es su hijo. Lo cual no es incompatible con ser crítico de lo que hace. Un padre no niega a su hijo, aun con la desilusión por el hecho de que no se cumplan sus expectativas. Itzjak nos estaba dando una lección fundamental de paternidad.
¿Por qué Itzjak? Porque sabía que Abraham había echado a su hijo Ismael. Quizás supiera cuánto le apenó el hecho a Abraham y cuánto hirió a Ismael. Hay una maravillosa serie de midrashim que sugiere que Abraham visitó a Ismael aún después de su partida, y otros que afirman que fue Itzjak el que facilitó la reconciliación[3]. Estaba decidido que Esav no tuviera el mismo destino.
Asimismo sabía, hasta lo más profundo de su ser, cuál fue el costo psicológico para su padre y para él, causado por el episodio de las ligaduras. En el comienzo del capítulo de Yaacov, Esav y la bendición, la Torá nos informa que Itzjak era ciego. Hay un midrash que sugiere que fueron las lágrimas de los ángeles al ver que Abraham ligaba a Itzjak y levantaba el cuchillo, las que cayeron dentro de los ojos de Itzjak provocándole la ceguera en su madurez.[4]
El episodio de las ligaduras era sin duda necesario, si no Dios no lo hubiera ordenado, pero dejó heridas, cicatrices psicológicas, y lo dejó a Itzjak con la determinación de no sacrificar a Esav, su propio hijo. De alguna forma, el amor incondicional de Itzjak por Esav es un tikkun (Reparación) por la ruptura de la relación padre-hijo producida por las ligaduras.
De esta forma, aunque el camino de Esav no fuera el del pacto, el don de Itzjak de amor de padre preparó el camino para la generación siguiente, en la que los hijos de Yaakov permanecieron dentro del regazo paterno. Hay una discusión fascinante entre dos sabios de la Mishná que tiene relación con todo esto. Hay una frase en Deuteronomio (14: 1) que afirma, sobre el pueblo judío: “Ustedes son hijos del Señor, vuestro Dios” El Rab Juda afirmaba que esto era sólo válido para los hijos que se comportaban de una manera acorde a la de ser los hijos de Dios. En cambio, el Rab Meir decía que era incondicional: se comporten como los hijos de Dios o no, igual todos deben ser llamados hijos de Dios.[5]
El Rab Meir, que creía en el amor incondicional, actuaba de acuerdo con su postura. Su propio maestro, Elisha ben Abuya, perdió eventualmente su fe y se convirtió en hereje; pero el Rab Meir siguió respetándolo y estudiando con él, y afirmó que el maestro, en el último momento de su vida, se arrepintió y volvió a Dios.[6]
Tomar seriamente la idea central del judaísmo de Avinu Malkenu, que Dios es ante todo y principalmente un padre, es investir nuestra relación con Dios de profundas emociones. Dios lucha con nosotros como lo hace un padre con su hijo. Nosotros peleamos con él como lo hace un hijo con su padre. La relación es a veces tensa, conflictiva, hasta penosa, pero lo que le da profundidad es el hecho de saber que es irrompible. Pase lo que pase, un padre es un padre, y un niño es un niño. La unión puede dañarse profundamente, pero nunca fracturarse de manera irreparable.
Quizás fuera eso lo que Itzjak estaba transmitiendo a todas las generaciones con su continuo amor a Esav, tan distinto a él, tan diferente de carácter y destino, pero nunca rechazado por él – tal como dice el midrash que Abraham nunca lo rechazó a Ismael y encontró las maneras de comunicarle su amor.
El amor incondicional no es acrítico pero es irrompible. Es así como debemos amar a nuestros hijos – porque es así como nos ama Dios.

- ¿ Cuál crees que es la fuente del amor tan profundo que los padres tienen por sus hijos?
- ¿Crees que Esav era merecedor del amor de su padre?
- ¿ Por qué la Torá necesita enseñar la lección del amor incondicional? ¿No es una emoción natural?
Notas
- Erich Auerbach, Mimesis: The Representation of Reality in Western Literature, translated by Willard R. Trask (Princeton: Princeton UP, 1953).
- Le hacía preguntas tales como, “Padre, cómo se hace el diezmo de la sal y la paja?” sabiendo que de hecho éstos estaban exentos del diezmo. Itzjak pensó que eso indicaba que era especialmente escrupuloso en la observancia de los mandamientos.(Rashi a Gen.25: 27; Tanjuma, Toldot,8)
- Ver Jonathan Sacks, Not in God´s Name, 107-124.
- Genesis Rabbah 65: 10
- Kiddushin 36a
- Yerushalmi Hagiga 2: 1
Traductores
Carlos Betesh
Editores
Michele Lahan