La maldicion de la soledad  (Balak 5782)

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En el transcurso de la bendición al pueblo judío, Bilaam dijo unas palabras que a muchos les podría parecer que sintetizan la historia judía:

¿Cómo puedo maldecir a quien Dios no ha maldecido?

¿Cómo puedo denunciar a quien Dios no ha denunciado?

De la cima del peñasco los veo,

Desde los montes miro hacia abajo

Un pueblo que vive solo [1]

No reconociéndose entre las naciones. (Números 23: 8-9)

Es así como parecía durante las persecuciones y pogroms en Europa. También como parecía durante el Holocausto. Es así como en la actualidad se ve a veces a Israel y sus defensores. Nos encontramos solos. ¿Cómo podemos entender este hecho? ¿Cómo interpretar este versículo?

En mi libro Future Tense [2] (Tiempo Futuro) describo el momento en que por primera vez me di cuenta de cuán peligrosa puede ser esta autodefinición. Estábamos almorzando en Jerusalem en Shavuot en 5761/2001. Estaba presente uno de los grandes luchadores mundiales contra el antisemitismo,Irwin Cotler, a punto de ser nombrado Ministro de Justicia de Canadá, junto con un diplomático israelí. Hablábamos de la próxima Conferencia de las Naciones Unidas Contra el Racismo a llevarse a cabo en Durban en 2001.

Todos estábamos de acuerdo en que iba a ser un desastre para Israel. Fue ahí donde en sesiones paralelas de las ONG se acusaba a Israel de los cinco pecados cardinales contra los derechos humanos: racismo, apartheid, limpieza étnica, crímenes contra la humanidad e intento de genocidio. La conferencia fue, en efecto, el punto de partida de un antisemitismo nuevo y violento. En la Edad Media, los judíos eran odiados a causa de su religión. En los siglos XIX y XX, lo eran por su raza. En el siglo XXI, son odiados por su estado nacional. A medida que hablábamos de las posibles consecuencias, el diplomático suspiró y dijo: “Siempre ha sido así, Am levadad Yshkon: siempre hemos sido la nación destinada a estar sola”.

La persona que dijo esas palabras tenía la mejor de las intenciones. Había pasado su vida profesional defendiendo a Israel, y buscaba reconfortarnos. Su objetivo fue el mejor y no quiso brindar más que un comentario apropiado. Pero repentinamente vi cuán peligrosa podía ser esa actitud. Si crees que tu destino es estar solo, casi con certeza que eso ocurrirá. Es una profecía autocumplida. ¿Para qué molestarse en cultivar aliados y amistades si sabes de antemano que será un fracaso?.¿Cómo entender entonces las palabras de Bilaam?

Primero, que quede claro que esta bendición es muy ambigua. Desde la perspectiva de la Torá, estar solo no es cosa buena. La primera vez que aparece en la Torá  las palabras “no es bueno”es en el versículo “No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2: 18). La segunda, cuando el suegro de Moshé, Ytró,  lo ve liderando solo y le dice “Lo que estás haciendo no es bueno” (Éxodo 18: 17). No podemos vivir y progresar en soledad. El aislamiento no es una bendición, es  más bien, lo contrario.

La palabra badad aparece en dos otros contextos profundamente negativos. El primero es en el caso del leproso: “Vivirá separado; su vivienda será fuera del campamento” (Levitico 13: 36). El segundo es en el comienzo del Libro de Lamentaciones: “Qué solitaria está la ciudad, alguna vez colmada de personas” (Lamentaciones 1:1). El único contexto en el que badad tiene un sentido positivo es cuando se aplica a Dios (Deuteronomio 32: 12), por obvias razones teológicas.

Segundo, Bilaam, que pronunció esas palabras, no amaba a Israel. Contratado para maldecirlo y aun habiendo sido prevenido por Dios, sin embargo lo intentó en una segunda ocasión, esta vez exitosamente, al persuadir a las mujeres moabitas y midianitas de seducir a los israelitas, razón por la cual 24,000 de ellos murieron. (Números 25, 31: 16) Fue esta la segunda estrategia de Bilaam, después de haber declarado: “¿Cómo puedo maldecir a quien Dios no ha maldecido? ¿Cómo puedo denunciar a quien Dios no ha denunciado? – que lo señala como persona profundamente hostil a los israelitas. El Talmud (Sanhedrin 105b) indica que todas las bendiciones que dio Bilaam a los israelitas se tornaron más adelante en maldiciones, con la única excepción de la bendición “Cuán bellas son tus tiendas, Yaakov, tus moradas, Israel” (Números 24: 5). Por lo tanto, según la visión de los rabinos, “un pueblo que vive solo” resultó ser, no una bendición sino una maldición.

Tercero, en nigun lugar del Tanaj  dice que el destino de Israel, o de los judíos, es el de ser odiado. Por el contrario, los profetas predijeron que llegaría el tiempo en el que las naciones se volverían hacia Israel en busca de inspiración. Isaías vislumbró el día en el que “Muchas personas vendrán y dirán ‘Vengan, subamos a la montaña del Señor, al templo del Dios de Yaakov. Él nos enseñará sus modos, de manera que podamos transitar por Sus caminos.’ La ley saldrá de Sión, la palabra de Dios de Jerusalén” (Isaías 2: 3).

Zacarías vio que “En esos días diez personas de todas las lenguas y de todas las naciones tomarán a un judío del dobladillo de su manto y le dirán: ‘Déjanos ir contigo porque hemos oído que Dios está contigo’” (Zacarias 8: 23). Existen suficientes datos como para dudar de la idea de que el antisemitismo es eterno, incurable, e inserto en el destino y en la historia de los judíos.

Solo en la literatura rabínica encontramos declaraciones que sugieren que Israel es odiado. La más famosa es la del Rabí Shimon bar Yojai:

“Halajá: es bien sabido que Esav odia a Yaakov”. [3]

Rabí Shimon bar Yojai era conocido por su desconfianza hacia los romanos, a quienes los rabinos identificaban con Esav/Edom. Fue por esta razón, dice el Talmud, que él tuvo que estar oculto durante trece años.(Shabat 33b). Su visión no era compartida por sus contemporáneos.

Los que citan este pasaje lo hacen sólo parcial y selectivamente. Se refiere al momento en el que Yaakov se encontró con Esav después de su largo distanciamiento. Yaakov temía que Esav intentara matarlo. Después de tomar elaboradas precauciones y de luchar con el ángel, a la mañana siguiente lo ve a Esav. El versículo entonces dice: “Esav corrió a encontrarse con él y lo abrazó, y tomándolo del cuello con los brazos lo besó y (ambos) lloraron” (Génesis 33:4).

Sobre la palabra “besaron” tal como aparece en el Sefer Torá, hay una serie de puntos que indican un significado especial. Fue en este contexto que Rabí Shimon bar Yojai dijo: ”Aunque es bien sabido que Esav odiaba a Yaakov, en ese momento fue superado por un sentimiento de compasión y lo besó con todo su corazón” (Ver Rashi ad. loc.). En otras palabras, el texto citado para mostrar precisamente que el antisemitismo es inevitable, demuestra lo contrario: que en ese encuentrto crucial Esav no odiaba a Yaakov. Se encontraron, se abrazaron, y después  cada uno siguió por su camino sin mala  voluntad.

En síntesis, no hay nada en el judaísmo que sugiera que el destino de los judíos es el de ser odiado. No está escrito ni en la textura ni en el código del genoma humano. No es la voluntad de Dios. Los judíos lo han creido solamente en momentos de profunda desesperacion, especialmente, según describe Leo Pinsker en su tratado de 1882 Auto-emancipation donde señala: “La judeofobia, como aberración psíquica, es hereditaria; y como enfermedad transmitida durante dos mil años, es incurable”.

El antisemitismo no es misterioso, insondable ni inexorable. Es un fenómeno complejo que ha mutado a través del tiempo, y sus raíces han sido identificadas, ya sean  sociales, económicas, políticas, culturales y teológicas. Puede ser combatido, y puede ser derrotado. Pero no lo podrá ser si se piensa que  es el destino de Yaakov el  de ser odiado por “Esav” o ser “el pueblo que vive solo,” un paria entre los pueblos, un leproso entre las naciones, un marginado del ámbito internacional.

¿Qué significa entonces la frase “un pueblo que vive solo”? Quiere decir que es un pueblo preparado para erguirse solo si fuera necesario, de vivir con su propio código moral, de tener el coraje de ser distinto y de andar por el camino menos transitado.

Rabí Samson Rafael Hirsch tuvo una delicada percepción en cuanto a la diferencia entre “pueblo” (am) y “nación” (goy) (o como diríamos hoy en día, entre »sociedad” y »estado”). [4] Israel singularmente fue sociedad antes que estado. Tuvo sus leyes antes que su tierra. Fue un pueblo, un grupo ligado por un código común y una cultura,  antes de ser nación, o sea, de tener una entidad política. Como indiqué en Future Tense, la palabra peoplehood (categoría de personas como grupo) apareció en 1992, y su utilizacion estaba referenciada casi con exclusividad a los judíos[5]. Lo diferente de los judíos, según la lectura de Hirsch del episodio de Bilaam, es que constituyen un pueblo distintivo, o sea, un  grupo definido por memorias compartidas y responsabilidades colectivas, “no tomados en cuenta entre las naciones” ya que son capaces de sobrevivir aun sin una nacionalidad, en el exilio y en la dispersión. La fortaleza de Israel reside no en el nacionalismo sino en la construcción de una sociedad basada en la justicia y la dignidad humana.

La batalla contra el antisemitismo puede ser ganada, pero no lo será si los judíos creen que están destinados a vivir solos. Esa es la maldición de Bilaam, no la bendición de Dios.


  1. ¿Por qué interesa lo que otras naciones piensan de nosotros?
  2. ¿Lees las palabras de Bilaam como bendición o maldición?
  3. ¿Qué  debe cambiar para confrontar al antisemitismo: la actitud del pueblo judío o la de los antisemitas?

  1. A People that Dwells Alone es el título que se le otorgó a la colección de los ensayos escritos por el difunto Jacob Herzog. También fue el tema de la autobiografía del diplomático israelí, y hermano del ex Gran Rabino de Israel, Israel Meir Lau, el difunto Naftali Lau-Lavie (Balaam’s Prophecy: Eyewitness to History [ Jerusalem: Toby Press, 2015]).
  2. Publicado por New York: Schocken, 2012
  3.  Sifre, Behaalotecha, 89; Rashi en  Gen. 33:4; ver Kreti en Yoreh Deah ch. 88 para las implicaciones halájicas de estas declaraciones.
  4. Samson Raphael Hirsch, Commentary to Numbers 23:9. 
  5.  Rabbi Sacks, Future Tense, p. 25.

Traductores

Carlos Betesh

Editores

Michelle Lahan