Cuando la verdad es sacrificada al poder (Koraj 5782)

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¿Qué tuvieron de malo las acciones de Koraj y sus secuaces? En principio, lo que dijeron era tanto cierto como recto. “Han ido demasiado lejos,” le dijeron a Moshé y a Aarón. “Toda la comunidad es santa, cada uno de sus integrantes, y el Señor está con ellos. ¿Por qué entonces se colocan ustedes por encima del pueblo del Señor?” (Números 16:3-4)

En un punto tenían razón. Dios había convocado al pueblo para ser “un reino de sacerdotes y una nación santa,” (Éxodo 19:6), o sea, un reino en el que cada uno de sus miembros era en cierto sentido un sacerdote, y una nación en la que cada uno era santo. Moshé mismo había dicho, “¡Que todo el pueblo del Señor fuera profeta, que el Señor coloque Su espíritu sobre todos ellos!” (Números 11: 29) Estos resultan ser sentimientos radicalmente igualitarios. ¿Por qué entonces las jerarquías, con Moshé como líder y Aarón como Sumo Sacerdote?

Lo malo de la declaración de Koraj, es que desde el principio era obvio que era engañoso. Había una clara desconexión entre lo que manifestaba desear y lo que realmente ambicionaba. Koraj no buscaba una sociedad en la que fueran todos iguales, todos sacerdotes. No era lo que aparentaba, un anarquista utópico que buscaba la abolición total de las jerarquías. En realidad, estaba preparando  un acto de desafío al liderazgo. Como señalarían más adelante las palabras de Moshé, él quería el puesto de Sumo Sacerdote para sí. Él era el primo de Moshé y Aarón, hijo de Ytzhar, el hermano de Amram, padre de Moshé y Aarón, y por lo tanto sintió que era injusto que ambas posiciones de liderazgo estuvieran destinadas a una sola familia dentro del clan. Decía que quería la igualdad, pero en realidad lo que quería era el poder.

Esa era la postura de Koraj, el levita. Pero lo que estaba ocurriendo era más complejo que eso. Había otros dos grupos involucrados: Los rubenitas, Dathan y Aviram, que formaban un grupo, y “250 israelitas, personas de alto rango dentro de la comunidad, representantes de la asamblea y famosos” que integraban el otro. Ellos también tenían sus rencores. Los rubenitas, porque como descendientes del primogénito de Yaakov, no tenían ningún rol especial de liderazgo. Según Ibn Ezra los 250 “hombres de rango” estaban ofendidos porque, después del pecado del Becerro de Oro, el liderazgo había pasado enteramente de los primogénitos de cada tribu, a la tribu de Leví.

Constituyeron una alianza non sancta que estaba destinada al fracaso, ya que sus demandas estaban en conflicto entre sí. Si Koraj lograba su objetivo de ser Sumo Sacerdote, los rubenitas y los “hombres de rango” estarían decepcionados. A la inversa, si hubieran ganado los “hombres de rango”, los insatisfechos hubieran sido Koraj y los rubenitas. La secuencia narrativa desordenada y fragmentada en este capítulo es un caso de estilo que denota sustancia. Esta era una rebelión desordenada y confusa, cuyos protagonistas estaban unidos sólo por el deseo de derrocar al liderazgo vigente.

Sin embargo, nada de esto turbó a Moshé. Lo que le produjo la mayor frustración fue algo totalmente distinto: las palabras de Datán y Aviram:

“¿No es suficiente que nos hayas traído de una tierra en la que fluía leche y miel para matarnos en el desierto, y que además ahora quieras reinar sobre nosotros? Aún más, no nos has traído a una tierra en la que fluye leche y miel, ni nos has concedido la heredad de tierras y viñedos. ¿Crees que nos puedes engañar? ¡Nosotros definitivamente no iremos!. (Números 16; 13-14)

La monumental falsedad de esa afirmación – Egipto, donde los israelitas eran esclavos y clamaron a Dios para ser socorridos, no era “una tierra en la que fluía leche y miel”- fue el tema central para Moshé.

¿Qué está pasando aquí?Los sabios lo definieron en una de sus declaraciones más famosas:

Cualquier disputa por el bien del Cielo tendrá un valor perdurable, pero cualquier disputa que no sea por el bien del Cielo no lo tendrá. ¿Cuál es el ejemplo de una disputa por el bien del Cielo? La que ocurrió entre Hillel y Shammai. ¿Cuál es el ejemplo de la que no fue por el bien del Cielo? La de Koraj y sus secuaces. (Mishná Avot 5: 21).

Los rabinos no llegaron a la conclusión de que la disputa de Koraj estaba equivocada, que los líderes deben obedecer sin cuestionar, que el valor supremo del judaísmo debe ser – como en otras religiones – la sumisión. Al contrario: la discusión es la fuente de vida del judaísmo, siempre que esté correctamente motivada y tenga una finalidad esencialmente constructiva.

El judaísmo es un fenómeno único: una civilización en la que todos los textos canónicos son antologías de discusiones. En el Tanaj, los héroes de la fe – Abraham, Moshé, Jeremías, Job – discuten con Dios. El Midrash está fundado sobre la premisa de que hay “setenta caras” – setenta legítimas interpretaciones – de la Torá. La Mishná está construida principalmente en base al modelo de que el “Rabí X  dice esto, y el Rabí Y dice esto otro.” El Talmud, lejos de resolver estas argumentaciones, generalmente las profundiza considerablemente. La discusión en el judaísmo es una actividad santa, un dialogo interno continuo del pueblo judío tal como se ve reflejado en su destino y en las demandas de la fe.

¿Qué fue entonces lo que hizo que la discusión de Koraj y sus co-conspiradores fuera diferente de las de las escuelas de Hillel y Shammai? Rabenu Yoma nos ofrece una explicación simple. Una discusión por el bien del Cielo es la que trata sobre la verdad. La discusión que no es por el bien del Cielo es sobre el poder. La diferencia es inmensa. En la pugna por el poder, si pierdo, pierdo. Pero si gano, también pierdo, porque al degradar a mis oponentes, me degrado a mí mismo. Si la discusión es por la verdad, si gano, gano. Pero si pierdo, también gano, porque ser derrotado por la verdad es la única derrota que también es una victoria. He crecido. He aprendido algo que antes desconocía.

Moshé no pudo haber tenido una reivindicación más decisiva que el milagro que pidió y le fue concedido: que se abra la tierra y trague a sus contrincantes. Pero esto no sólo no terminó con la discusión, sino que disminuyó el respeto con el que era tenido Moshé:

“Al día siguiente, toda la comunidad israelita protestó contra Moshé y Aarón. ‘Han  matado al pueblo del Señor’ dijeron.” (Números 17: 41)

Que Moshé haya tenido que recurrir a la fuerza ya era una señal de que había descendido al nivel de los rebeldes. Eso es lo que ocurre cuando de lo que se trata es el poder, no la verdad.

Una de las consecuencias del marxismo, que persiste en movimientos tales como el posmodernismo y el postcolonialismo, es la idea de que no hay tal cosa como la verdad. Existe solamente el poder. El “discurso” prevalente en una sociedad representa, no las cosas como son, sino la manera en la que el poder dominante (hegemónico) desea que sean las cosas. Toda realidad es “construida socialmente” para hacer avanzar los intereses de un grupo sobre los de otro. El resultado es la “hermenéutica de la sospecha,” mediante la cual ya no escuchamos lo que dice alguien, sino que nos preguntamos qué intereses están tratando de avanzar. La verdad, dicen, es una mera máscara para ocultar el deseo de poder. Para derrocar un poder “colonial” es necesario inventar tu propio “discurso”, tu propia “narrativa,”sin importar si es verdadera o falsa. Lo que cuenta es que la gente la crea.

Eso es lo que está pasando ahora en la campaña contra Israel en los campus universitarios de todo el mundo, y del movimiento BDS (boicot, desinversión, sanciones) en particular. [1] Al igual que la rebelión de Koraj, atrae a personas que nada tienen en común entre sí. Algunos pertenecen a la ultraizquierda, otros a la ultraderecha; algunos están en contra de la globalización, otros están sinceramente preocupados por el drama de los palestinos. Comandando todo esto, sin embargo, están las personas que por razones teológicas o políticas se oponen a la existencia de Israel, independiente del tema de sus límites, y también se oponen a la democracia, a la libertad de expresión y de información, a los derechos humanos, a la libertad religiosa y la santidad de la vida. Lo que tienen en común es negar a los defensores de Israel el derecho a la réplica – vulnerando de esa  forma el principio fundamental de la justicia expresado en la frase del derecho romano Audi alteram partem, “escucha a la otra parte.”

La flagrante falsedad que a veces enuncia – que Israel no fue el lugar de nacimiento del pueblo judío, que nunca existió el Templo de Jerusalem, que Israel es un poder “colonial”, un transplante foráneo ajeno al Medio Oriente – rivalizan con las expresiones de Datan y Avirán sobre el hecho de que Egipto era una tierra en la que fluía leche y miel y que Moshé sacó a su pueblo de allí solo para matarlo en el desierto. ¿Por qué preocuparse por la verdad si lo que cuenta es el poder? Así, el espíritu de Koraj se mantiene vigente.

Todo esto es sumamente penoso, ya que se opone al principio fundamental de la universidad como sede de la búsqueda colaborativa de la verdad. Tampoco hace un aporte por la causa de paz en el Medio Oriente, por el futuro de los palestinos, por la libertad, la democracia, la libertad religiosa y los derechos humanos. Sin duda hay temas reales y sustantivos en cuestión que deben ser abordados por ambas partes con coraje y honestidad. Nada se logra sacrificando la verdad en busca del poder – el método Koraj vigente a través de las épocas.


  1. ¿Crees que el pedido original de Koraj era justo?
  2. ¿Qué causó la resolución de la disputa entre el pueblo judío y sus líderes?
  3. ¿Cómo imaginas que un lugar de aprendizaje como es la universidad pueda funcionar como “sede para la búsqueda colaborativa de la verdad”?

  1.  Un recordatorio del contexto: este texto fue escrito por el Rabino Sacks en 2015, aunque sus palabras son atemporales, y continuan vigentes acerca de estos movimientos y su potencial impacto.

Traductores

Carlos Betesh

Editores

Abraham Maravankin