Tiempos de amor, tiempos de justicia (Vaietzé  5782)

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El judaísmo es fundamentalmente una religión de amor: tres amores. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza.” (Deuteronomio 6: 5); “Amarás al extranjero como a ti mismo.” (Levítico 19: 18); y “Amarás al extranjero, pues tú has sido extranjero en tierra extraña.” (Deuteronomio 10: 19)1 

El judaísmo no solo es una religión de amor. También fue la primera civilización en colocar al amor en el centro de la vida moral. C.S. Lewis y otros señalan que todas las civilizaciones tienen algo semejante a una regla de oro – actuar con otros como tú quisieras que actúen contigo,2 o, en la formulación de Hillel por la negativa: No hagas a otros lo que odiaras que te hicieran a ti. (Shabat 31a) Esto es lo que los teóricos del juego llaman altruismo recíproco o de “toma y daca”. Alguna forma de este altruismo, especialmente la variante formulada por Martin Nowak de Harvard llamada “generosa,” ha sido comprobada por simulación informática como la mejor estrategia para la supervivencia de cualquier grupo.3 

El judaísmo es también sobre la justicia. Albert Einstein habló sobre el “casi fanático amor por la justicia” que hizo que agradeciera a los cielos el haber nacido judío.4 El único lugar en la Torá que explica por qué fue elegido Abraham como fundador de la nueva fe, dice: “Pues Yo lo he elegido para que enseñe a sus hijos y a su familia a guardar el camino del Señor a hacer lo bueno y lo justo.” (Génesis 18:19) ¿Por qué esta combinación de justicia y amor? ¿No era suficiente solo con amor? 

Nuestra parashá contiene un pasaje atrapante de solo unas palabras que nos da la respuesta. Recuerden el antecedente: Yaakov, huyendo de su casa, se refugia en la casa de su tío Labán. Se enamora de Raquel, la hija menor de Labán, y trabaja durante siete años para poder desposarla. Pasada la noche de bodas descubre que ha sido engañado y se ha casado con Lea, la hermana mayor de Raquel. Furioso, lo confronta a Labán quien le replica: “Casar a la menor antes que la mayor no se hace en nuestro ámbito.” (Génesis26: 29) Le dice que puede casarse también con Raquel si trabaja siete años más. 

Leemos después, o más bien escuchamos, palabras muy conmovedoras. Para comprender el impacto de las mismas, es necesario recordar que, en tiempos antiguos hasta la invención de la imprenta, había muy pocos libros. Hasta entonces la mayoría de las personas (salvo los que estaban de pie en la bimá) escuchaban la Torá en la sinagoga. La frase keriat haTorá realmente no significa leer la Torá sino proclamarla, hacer una declaración pública.5 

En cuanto a cómo se procesa la información, hay una diferencia fundamental entre leer y escuchar. Leyendo, podemos ver todo el texto – la frase, el párrafo – de una sola vez. Escuchando, no es posible. Oímos solo una palabra a la vez y no sabemos de antemano como va a terminar la frase o el párrafo. Algunos de los más impactantes efectos literarios de la cultura oral ocurren cuando las palabras iniciales nos hacen suponer un final, y en su lugar transcurre otro. 

Estas son las palabras emotivas que escuchamos: “Y él (Yaakov) amaba también a Raquel” (Génesis 29 30) Esto era lo esperado y lo deseado. Yaakov tenía ahora dos esposas, hermanas, algo que después estaría prohibido por la ley judía. Es una situación de gran tensión. Pero nuestra impresión es que todo va bien. Él las ama a ambas. 

Esa expectativa queda fulminada por la palabra siguiente, mi-Leah, “más que Lea.” Esto no es sólo inesperado. Es gramaticalmente imposible. No se puede tener una frase que diga “X también amaba a Y más que a Z.” El “también” y el “más que” se contradicen. Esta es una de las raras e impactantes instancias en las que la Torá deliberadamente utiliza una sintaxis fracturada para describir una relación también fracturada.6 

Más adelante viene la frase siguiente que es impactante. “El Señor vio que Lea era odiada.” (Génesis 29: 31) Lea era odiada? No. La frase anterior indicaba que era querida. ¿Qué quiere decir la Torá por “odiada”? Quiere significar que es como lo sentía Lea. Sí, ella era querida, pero menos que su hermana. Lea sabía, y lo supo durante siete años, que Yaakov estaba apasionadamente enamorado de su hermana menor, Raquel, por quien la Torá dice que trabajó durante siete años pero que “le parecieron sólo unos días por el amor que sentía por ella.” (Génesis 29:20) 

Lea no era odiada. Era menos querida. Pero alguien en esa situación no puede evitar sentirse rechazada. La Torá nos obliga a escuchar su dolor a través de los nombres que puso a sus hijos. Al primogénito lo llamó Rubén, puesto que “El Señor ha visto mi dolor. Seguramente mi esposo me amará más ahora.” Al segundo lo llamó Simón, “Porque el Señor oyó que no soy amada.” Al tercero lo llamó Leví puesto que “Por fin ahora mi esposo me amará” (Génesis 29: 32-35). Hay una angustia recurrente en estas palabras.  

Este tono lo oímos más adelante cuando Rubén, el primogénito de Lea, encuentra mandrágoras en el campo. Esta planta, de propiedades supuestamente afrodisíacas, la entrega a su madre esperando que le pueda servir como atractivo a su padre. Raquel, que estaba experimentando otro tipo de pena, la esterilidad, ve la mandrágora y se la pide a Lea. Entonces exclama Lea: “No es suficiente que hayas tomado a mi marido, ¿también quieres hacer lo mismo con la mandrágora de mi hijo?” (Génesis 30: 15) La tristeza es palpable. 

Observen lo que ha ocurrido. Comenzó con amor. Se trata de amor en todo momento. Yaakov amaba a Raquel. Fue amor a primera vista. No hay historia parecida en toda la Torá. Abraham y Sara ya estaban casados cuando los conocimos. La esposa de Ytzjak fue elegida por el servidor del padre. Pero Yaakov ama. Es más sentimental que los otros patriarcas. Ese ese el problema. El amor une, pero también divide. Deja a las no amadas, o aún las menos amadas, rechazadas, abandonadas, desamparadas, solas. Es por eso que no es posible construir una sociedad, una comunidad o incluso una familia sólo con amor. Debe haber también justicia y equidad. 

Si registramos las once veces que la palabra “amor” ahavah aparece en el libro de Génesis, haremos un descubrimiento extraordinario. Cada vez que se menciona la palabra, se produce un conflicto. Ytzjak amaba a Esav, pero Rebeca amaba a Yaakov. Yaakov amaba a Iosef, el primogénito de Raquel, más que a sus demás hijos. De estos dos episodios derivaron las rivalidades entre hermanos más fatídicas de la historia del judaísmo. 

Pero estos ejemplos son casi insignificantes comparados con la primera vez que aparece el término “amor” en la Torá: en las palabras iniciales del relato de la Ligadura de Ytzjak: “Toma a tu hijo, tu único hijo, al que amas… (Génesis22: 2) Rashi, siguiendo el midrash (el cual en sí está inspirado en la obvia comparación entre las Ligaduras de Ytzjak y el libro de Job) dice que Satán, el ángel acusador, le dice a Dios, cuando Abraham hace una ceremonia festiva para celebrar el destete de su hijo: “Como ves, él ama a su hijo más qué a Ti.” (Rashi a Génesis 22: 1) Ese fue, según el midrash, el motivo de la prueba, para demostrar que la acusación de Satán era falsa. 

El judaísmo es una religión de amor. Es así por profundas razones teológicas. En el mundo del mito los dioses eran, en su peor versión, hostiles a la humanidad, y en la mejor, indiferentes a ella. En el ateísmo contemporáneo la existencia del universo no se debe a razón alguna. Somos accidentes de la materia, el resultado del azar ciego y de la selección natural. El enfoque del judaísmo es el más hermoso que conozco. Estamos aquí porque Dios nos creó con amor y perdón, pidiéndonos que amemos y perdonemos a los demás. El amor, el amor de Dios está implícito en nuestro propio ser. 

Son numerosos los textos que expresan ese amor: el párrafo anterior a la Shemá que habla del “gran amor” y del “amor eterno”; la Shemá misma con la orden de amar; las bendiciones sacerdotales, expresadas con amor; Shir haShirim, el Cantar de los Cantares, un gran poema de amor; Lejá Dodí de Shlomo Alkabetz “Ven, amada mía,” Yedid Nefesh de Eliezer Azikri, “Amada del alma.” Si quieres vivir bien, ama. Si buscas estar cerca de Dios, ama. Si quieres que tu hogar esté iluminado por la Divina Presencia, ama. El amor es donde reside Dios. 

Pero el amor no es suficiente. No se puede construir una familia, y menos una sociedad, solo con amor. Para esto también se necesita justicia. El amor es parcial, la justicia, imparcial. El amor es particular, la justicia, universal. El amor está destinado a esta persona, no a esta otra, pero la justicia es para todos. Gran parte de la vida moral está generada por esta tensión entre amor y justicia. No es casual que sea el tema de muchas de las narraciones de Génesis. Génesis trata sobre las personas y sus relaciones, mientras que el resto de la Torá se refiere predominantemente a la sociedad. 

La justicia sin amor es dura. El amor sin justicia no es ecuánime, o así será percibido por el menos amado. Pero experimentar ambas cosas al mismo tiempo es virtualmente imposible. El físico y premio Nobel Niels Bohr descubrió una vez que su hijo había sustraído un objeto de un comercio local. Vio que podía tener dos reacciones distintas ante la situación: ver a su hijo desde la perspectiva de un juez (justicia) o de la de un padre (amor), pero que no era posible tener ambas simultáneamente.7 

En el corazón de la vida moral hay un conflicto de no simple solución. No hay reglas generales que nos indiquen cuándo la reacción del amor es la correcta y cuándo lo es la de la justicia. En 1960 los Beatles cantaron “Todo lo que necesitas es amor.” Ojalá fuera así, pero no lo es. El amor no es suficiente. Amemos, pero no olvidemos nunca a los que se sienten no queridos. Ellos también son personas. Ellos también tienen sentimientos. Ellos también son a la imagen de Dios. 

  


  1. ¿Está mal amar a algunas personas más que a otras? 
  2. ¿Cómo es la justicia universal? 
  3. ¿Qué estamos manifestando en el rezo dicho en las Altas Fiestas Avinu Malkenu (Nuestro Padre, Nuestro Rey)?

  1. Ver también Levítico 19:33-34.
  2. C.S. Lewis, The abolition of man, Nueva York, 1947.
  3. Ver por ejemplo Martin Nowak y Roger Highfield, Super Cooperators: Altruism, Evolution and Mathematics (or, Why We Need Each Other To Succeed). Melbourne, Text, 2011.
  4. Albert Einstein, The world as I See It, New York: Philosophical Library, 1949. 
  5. Esto tiene implicancias halájicas. Kiriat HaTorá es, según muchos de los Rishonim, un jobat ha-tzibur, una obligación comunitaria en vez de una individual (al contrario de la lectura de la Meguilá en Purim)
  6. El ejemplo clásico es el versículo imposible de traducir en Génesis 4:8, en el que Caín mata a Abel. La ruptura de las palabras expresa la ruptura de la relación, que derivó en la ruptura de la moral y el primer asesinato. 
  7. Jerome Bruner, Actual Minds, Possible Worlds (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1986), p. 51.

Traductores

Carlos Betesh

Editores

Abraham Maravankin