Publicado originalmente el Viernes 11 de Diciembre de 2009, primer día de Jánuca
Ayer, el presidente Barack Obama estuvo en Oslo para recibir el Premio Nobel de la Paz. Y detrás de esa historia hay una fascinante sobre el propio hombre, no Barack Obama, sino Alfred Nobel, el que creó el mayor premio mundial por la paz.
Corría el año 1888. Nobel, el hombre que inventó la dinamita, estaba leyendo sus diarios matinales, cuando, conmocionado, se encontró a sí mismo leyendo su propio obituario. Sucedió que un periodista había cometido un simple error. Era el hermano de Nobel quien había fallecido, y el periódico simplemente se equivocó. Lo que horrorizó a Nobel fue lo que leyó. Hablaba sobre el rey de la dinamita que había hecho una fortuna con los explosivos. Nobel se dio cuenta que si no cambiaba su vida, esto sería por lo único que sería recordado. Entonces fue cuando él decidió dedicar su fortuna a crear cinco premios anuales para aquellos que hicieran contribuciones destacadas en Física, Química, Medicina, Literatura y Paz. Nobel eligió ser recordado por la Paz.
Esto me lleva a Janucá, la festividad judía de las luces que dura ocho días y que comienza esta noche. Esta recuerda el momento cuando, dos siglos antes al nacimiento del cristianismo, los judíos de Israel lucharon por su libertad religiosa. Antíoco IV, gobernante de la rama Seléucida del Imperio Alejandrino, había profanado el Templo en Jerusalem al erigir allí una estatua de Zeus y ofrecer sacrificios paganos en el altar. Un grupo de judíos conocidos como los Macabeos se rebelaron y ganaron, reconquistando Jerusalem, reinaugurando el Templo y encendiendo la Menorá, el candelabro que se encuentra cerca del altar. Fue una de las victorias militares más importantes en la historia judía. Y desde entonces, nosotros también encendemos una menorá en nuestros hogares.
Pero hay una hermosa ley en el judaísmo y que se aplica a un día como hoy, viernes. Durante el viernes de Janucá, encendemos dos clases de luces: por la festividad y por Shabat, y ambos comienzan al anochecer. ¿Qué pasa si solo tenemos una vela? ¿Cómo debemos encenderla: como la luz de Janucá o la luz de Shabat? No pueden ser ambas.
La respuesta es: la encendemos como la luz de Shabat, porque la luz del Shabat simboliza paz en el hogar. Y en el judaísmo, aún el más pequeño fragmento de paz tiene precedencia sobre la más grande victoria bélica. Igual que Alfred Nobel, los judíos prefieren ser recordados por la paz.
Quizá todos nosotros deberíamos leer nuestros propios obituarios. Podría persuadirnos de gastar menos en armas de guerra y más en enseñar a los niños del mundo el arte de la paz.
Traductor
Inés Jawetz