El pacto y el amor (Ekev 5780)

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Una interesante frase aparece al final de la parashá de la semana pasada y al comienzo de la de esta, y son los únicos dos sitios en los que aparece en toda la Torá. La frase es ha-brit veha-jesed, (Deuteronomio 7:9) o en la parashá de esta semana, et ha-brit ve-et ha-jesed (Deuteronomio 7:12)

Sepan por lo tanto que el Señor vuestro Dios es Dios: Es el Dios fiel, cumpliendo el brit y el jesed con mil generaciones de aquellos que lo aman y que cumplen sus preceptos.

Deuteronomio 7:9

Si observan atentamente estas leyes y las cumplen cuidadosamente, entonces el Señor vuestro Dios cumplirá el brit y el jesed con vosotros, como juró a vuestros antepasados.

Deuteronomio 7:12

La frase es extraña. La relación entre Dios e Israel está definida por el brit, el pacto. Esencialmente ese es el contenido de la Torá. ¿Qué es lo que se agrega entonces con la palabra jesed?

Los traductores tiene un problema con esto. La traducción de la Jewish Publication Society del comienzo de nuestra parashá es: “Si ustedes obedecen estas reglas y las cumplen cuidadosamente, el Señor vuestro Dios cumplirá fielmente el pacto que Él hizo mediante juramento a vuestros antepasados.” Acá traduce jesed como “fielmente” y lo toma como una calificación del verbo “cumplir” o “mantener”. Se trata de una traducción muy particular.

Una traducción no judía, la de New International Version, traduce ha-brit veha-jesed como “pacto de amor.” Esta es una versión muy cristiana. El pacto propuesto entre los israelitas y Dios era un pacto legal, no solo de amor.

Aryeh Kaplan, en The living Torah acertó cuando lo tradujo como “Dios vuestro Señor cumplirá con el pacto y con amor como  juramentó a vuestros padres.” No “pacto de amor” sino “pacto con amor.” Pero bien: ¿qué es el pacto, y qué es el amor, diferente del pacto?

Esto parecería ser un tema menor si no fuera por el hecho de que esta frase, rara en el Tanaj, aparece en momentos clave de la historia judía. Por ejemplo, figura en el gran rezo del Rey Salomón  en la consagración del Templo en Jerusalem:

“Señor, Dios de Israel, no hay otro Dios como Tú, arriba en el Cielo y abajo en la Tierra – Tú que cumples el pacto y amas a Tus servidores que con todo corazón siguen Tu camino.” (Reyes I 8:23).

Cuando, después del exilio babilónico, la nación se encontraba reunida con Ezra y Nehemías en Jerusalem para renovar el pacto, dijeron:

“Por lo tanto, ahora nuestro Dios, el gran Dios, poderoso y magnífico, que cumple Su pacto y amor, que estas dificultades no parezcan menores ante Sus ojos – la penuria que ha acaecido sobre nosotros, nuestros reyes y gobernantes, nuestros Sacerdotes y Profetas, nuestros antepasados y sobre todo Tu pueblo, desde los días de los reyes de Asiria hasta hoy.”

Nehemías 9:32

En esos momentos críticos, cuando Moshé renovó el pacto a orillas del Jordán, cuando Salomón consagró el Templo, y cuando el pueblo se redefinió  junto a Ezra y Nehemías, tuvieron el cuidado de aclarar que la relación entre Dios y el pueblo era de brit y jesed, pacto y amor. Parecería que ambos fueran necesarios, caso contrario no se hubieran utilizado esos términos en esas tres ocasiones, separadas por muchos siglos entre una y otra.

¿Cuál es el significado de la palabra jesed? Significativamente, Maimónides dedica el penúltimo capítulo de su Guía para los Perplejos al análisis de tres palabras: jesed, tzedaká y mishpat. Con respecto a jesed, dice:

En nuestro Comentario sobre Pirké Avot (5: 7) hemos explicado que la expresión jesed denota exceso. Es utilizada especialmente para mostrar la bondad extraordinaria. Amor y bondad se manifiestan de dos maneras: primero lo practicamos hacia quienes no tienen ninguna obligación con nosotros; segundo, somos bondadosos hacia quienes lo merecen, en la mayoría de los casos, más de lo que les corresponde… El mismo acto de la Creación es una muestra de amor y bondad de Dios: “Yo he dicho: ‘El universo fue creado con amor y bondad’” (Salmo 89:3)

Guía de los Perplejos, III:53.[1]

La diferencia entre los tres términos es que el mishpat me corresponde legalmente. La tzedaká me corresponde moralmente. Pero con respecto a jesed, no me corresponde para nada. Cuando alguien se comporta conmigo con jesed, es un acto de pura gracia. No he hecho nada para merecerlo.

Maimónides nota, citando la frase de los Salmos “El universo fue creado con amor y bondad,” que la Creación fue un acto de puro jesed. Nadie crea algo porque merece ser creado. Las creaciones no existen hasta que son creadas.

Podemos definir esto con más precisión en términos humanos. El libro de Ruth es reconocido como la obra de jesed por excelencia: “Rabí Zeira dijo: ‘Este libro no tiene nada que ver con la pureza o impureza, lo permitido o lo prohibido. ¿Entonces por qué fue escrito? Para enseñarnos la grandeza de la recompensa por los actos de jesed.’”[2]

Hay dos escenas clave en el libro. La primera ocurre cuando Naomi, de duelo por su esposo y sus dos hijos, decide retornar a Israel. Le dice a sus nueras “Vayan cada una de ustedes a sus casas maternas. Que el Señor les muestre bondad, ya que han sido bondadosas con vuestros maridos y conmigo…” Les estaba diciendo que ya no tenían ninguna obligación para con ella. Se habían casado con sus hijos pero ahora eran viudas. Naomi no tenía más hijos. Siendo mujeres moabitas, serían extranjeras en Israel y sin motivo alguno para estar allí. No me deben nada, les dice. Han sido bondadosas, buenas nueras, pero ahora debemos ir cada una de nosotras por caminos separados.

El segundo discurso ocurre cuando Ruth ha ido a recoger granos del campo de Boaz, quien la trata con mucho cuidado y consideración.  Ella le pregunta: “¿Por qué he hallado tanto reconocimiento en tus ojos que me percibes – siendo extranjera?” Las dos palabras clave aquí son “reconocimiento” y “extranjera.” “Reconocimiento” significa que te has comportado como si tuvieras obligaciones conmigo. Pero “Yo soy extranjera”, la palabra en este caso no es extranjera, o sea una residente no nativa a quien se le deben ciertas cosas. Significa una foránea total. Ruth le está diciendo, no me debes nada.

Eso es lo que hace que el libro de Ruth sea el libro máximo de jesed, o sea, hacer el bien al otro que no tiene derecho a reclamar nada. Lo que Ruth hace por Naomi y lo que Boaz hace por Ruth no es mishpat ni tzedaká, sino puro jesed.

Ahora retornemos al punto inicial. Por qué Moshé, Salomón y Nehemías definen la relación entre el pueblo judío y Dios, no en los términos de un solo concepto, el pacto, sino que le agregan una segunda idea, jesed, significando un acto de amor.

Un pacto es esencialmente recíproco. Dos personas o entidades se comprometen una con otra a una determinada responsabilidad. Así fue definido por Dios en el Monte Sinaí: “Ahora, si ustedes Me obedecen plenamente y guardan Mi Pacto, entonces de entre todas las naciones ustedes serán Mi posesión atesorada, pues toda la tierra es Mía (Éxodo 19:5). Si ustedes son Mi pueblo, Yo seré vuestro Dios. Si ustedes son Mis servidores, Yo los bendeciré. Cada pacto tiene una cualidad de si-entonces. Por lo tanto, cada pacto es inherentemente vulnerable. Eso es lo que enfatizó Moshé a lo largo de Devarim. No tomen esta tierra o sus bendiciones como una certeza. Si hacen las cosas bien, las cosas irán bien, pero si las hacen mal, grandes peligros resultarán.

Ese es el pacto. Jesed, por lo contrario, no tiene la cualidad de si-entonces. Está dado por la bondad del dador, sin tener en cuenta el valor del que lo recibe. Cuando Moshé, Salomón y Nehemías se refirieron a jesed, además del pacto, estaban haciendo un pedido implícito a Dios de la más fundamental importancia. Aunque no honremos el pacto, por favor Dios ten gracia con nosotros, pues Tú eres bueno aunque no lo seamos nosotros, y Tú haces el bien aun cuando no lo merezcamos, aun cuando no tengamos en absoluto derecho alguno sobre Ti – ki leolam jasdó, pues Su jesed es eterno.

Los versículos de nuestra parashá parecen condicionales: “Si prestan atención a estas leyes entonces el Señor vuestro Dios honrará el brit y el jesed…” Esto sugiere que tendremos jesed si lo merecemos, si no, no. Al final de las maldiciones de Bejukotai Dios dice: “Pero a pesar de esto, cuando estén en la tierra de sus enemigos, Yo no los rechazaré ni los odiaré como para destruirlos completamente, rompiendo mi pacto con ellos: Yo soy el Señor su Dios.

Dios nunca romperá el pacto aunque nosotros lo hagamos, debido a Su jesed. El Tanaj describe la relación entre Dios e Israel en dos formas primarias: como un esposo y su mujer, y como un padre y su hijo. Entre hombre y mujer puede haber divorcio. Pero entre padre e hijo no. Pueden estar distanciados, pero un padre es siempre su padre y el hijo es siempre su hijo. El matrimonio es un pacto; la paternidad, no.  No nos abandones, le decimos a Dios, pues aun por cualquier cosa que hayamos hecho Tú siempre serás nuestro padre y nosotros somos Tus hijos. Jesed es la clase de amor que siente un padre por su hijo, lo merezca o no. Jesed es una gracia incondicional.

Yo creo que jesed es el logro más elevado de la vida moral. Es lo que hizo Ruth por Naomi y Boaz por Ruth, y de esa bondad proviene David, el rey más grande de Israel. El altruismo recíproco – yo hago esto por ti y tú lo haces por mí – es universal entre animales sociales. Jesed no lo es. Con jesed Dios creó el Universo. Con jesed creamos los momentos de belleza moral que traen alegría y esperanza donde hubo oscuridad y desesperación.

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[1]  Guía de los Perplejos, III:53.

[2]  Ruth Rabá 2:14.


Traductores

Carlos Betesh