Edición Familiar: Lo universal y lo particular (Itró 5780)

EDICION FAMILIAR: LO UNIVERSAL Y LO PARTICULAR (ITRÓ 5780)

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IDEA CLAVE DE LA SEMANA

Debemos ser particulares en nuestra identidad, pero universales en nuestro compromiso con el futuro de la humanidad.

La parashá de Itró tiene dos historias principales. En la primera, Itró (el suegro de Moshé, que no es judío) le aconseja elegir un equipo grande de personas para que sean líderes y consejeros del pueblo, así él no se agotaría siendo el único líder, y además el pueblo no tendría que esperar tanto tiempo cuando necesite ayuda. La Torá no solo muestra respeto por Itró y su sabiduría, ¡los rabinos incluso llamaron a esta parashá con su nombre! 

En la segunda historia de esta semana, los hijos de Israel se preparan por tres días y, a continuación, reciben los Diez Mandamientos y la Torá en el Monte Sinaí. La Torá contiene todas las leyes en las cuales se debe basar la sociedad judía. También es un pacto entre Israel y Dios. Un pacto es un acuerdo entre dos personas (o grupos de personas) donde se hacen promesas unos a otros.

El pueblo oye la Voz de Dios mismo en el Monte Sinaí.

PREGUNTAS PARA PENSAR

  1. ¿Cuál crees que es el mensaje que podemos aprender sobre el respeto y honor que la Torá le muestra a Itró?

Baruj Hashem es la expresión judía principal de  agradecimiento, gratitud y reconocimiento. Significa “gracias a Dios,” o “que Dios sea loado.”

Las palabras Baruj Hashem aparecen en la parashá de esta semana. Pero no son pronunciadas por un judío. La persona que las dice es Itró, un sacerdote midianita y suegro de Moshé. Itró se regresa con Moshé después del Éxodo, trayendo consigo a su esposa e hijos, y al enterarse de lo ocurrido en Egipto, dice: “Loado sea el Señor (Baruj Hashem) que te rescató de la mano de los egipcios y del Faraón, y que rescató al pueblo de la mano de los egipcios.” (Shemot 18:10)

Tres personajes de la Torá utilizan esta expresión – todos no judíos, todos fuera del pacto abrahámico. El primero es Noaj “Loado sea el Señor, el Dios de Shem” (Bereshit 9:26). El segundo es el sirviente de Abraham, presumiblemente Eliezer, a quien Abraham envió para buscar una esposa para Ytzjak. “Loado sea el Señor, Dios de mi señor Abraham, quien no ha abandonado Su bondad y fidelidad hacia mi señor” (Bereshit 24:27). El tercero es Itró, mencionado en esta parashá.

¿Es esto significativo? ¿Cuál es el sentido de esta alabanza atribuida a Noaj, Eliezer e Itró, mientras que de los israelitas, con la excepción del Canto del Mar, no se oyen más que protestas? Puede ser sencillamente que esto está en la naturaleza humana; nosotros vemos con más claridad lo que nos falta en nuestras vidas, mientras que otros ven con mayor nitidez las bendiciones que recibimos. Nos quejamos, mientras que otros se preguntan cuál es el motivo, habiendo tantas cosas para agradecer. Esa es una explicación. Es posible, sin embargo, que haya un punto más fundamental en esta cuestión. La Torá está señalando una de sus ideas más sutiles y menos comprendidas: que el Dios de Israel es el Dios de toda la humanidad, aunque no sea la religión de Israel la de todo el mundo. Como lo señaló Rabí Akiva: “Bendita sea la humanidad, pues fue creada en la imagen de Dios; Amado es Israel, porque son llamados hijos de Dios.” (Mishná Avot 3:14)

PREGUNTAS PARA PENSAR

  1. ¿Cómo puede el Dios de Israel ser también el Dios de toda la humanidad?
  2. Si Dios es universal (el mismo para todos), ¿por qué necesitamos diferentes religiones para adorarLo?

Israel es una sociedad fracturada. Al menos así se ve desde afuera. Tantas divisiones. Tantas comunidades que parecen no estar dispuestas a integrarse o incluso reconocer a la otra. Tanta desconfianza. Pero esta es una mirada superficial desde una perspectiva externa. Si sabes dónde mirar puedes ver la verdad bajo la superficie. En lugares específicos de la sociedad, escondidos a simple vista, se puede ver a todo el pueblo de Israel en su gloriosa y vulnerable humanidad.

Uno de esos lugares es la sala de un hospital infantil en Israel. Especialmente en el séptimo piso. Mira a tu alrededor. Tantos tipos diferentes de personas. Tan diferentes a ti. Tantos idiomas diferentes que contribuyen al alboroto. Hebreo, árabe, ruso, arameo, francés, inglés. Tantos tonos diferentes de color de piel, sentados ahí mismo junto al tuyo propio. Tantas culturas y comunidades religiosas diferentes contigo en esa sala de espera. Judíos de tierras tan lejanas… Marruecos, Ucrania, Yemen, Etiopía, Francia y Gran Bretaña. ¿Son todos realmente de la misma nación? Tal vez se sienten así cuando miran a los demás con los que comparten la sala – árabes musulmanes de Haifa, árabes cristianos de Nazaret, árabes drusos de un poblado en Galilea, una familia de refugiados de Eritrea.

Sentado allí con tu hijo, desesperado, necesitado de un milagro, miras a los ojos de los otros padres, y a los ojos de los otros niños, y repentinamente esos idiomas, y esas culturas y religiones desaparecen. Todo lo que ves es el mismo miedo, el mismo dolor, la misma esperanza y el mismo amor. Lo mismo que sientes en tu corazón. Todo lo que ves es humanidad.

Y luego llegan los milagros. Los ángeles enviados directamente por Dios mismo. Usando sus delantales blancos, sus máscaras quirúrgicas, con estetoscopios alrededor de sus cuellos. Esos médicos, enfermeras y voluntarios, héroes que ofrecen a los pacientes y sus familias ayuda y esperanza. Bajo sus delantales blancos, es posible que ni siquiera notes que este médico nació en Rusia, y que la enfermera es árabe, y ese asistente del hospital tiene un color de piel diferente al tuyo, y esa voluntaria cubre su cabello con una peluca porque ella es una judía jaredí. No te das cuenta de todas las distinciones entre estas personas, porque estos ángeles trabajan juntos como un equipo unido, y sutilmente, nos recuerdan que hay algunas cosas que son más importantes que nuestras diferencias.

PREGUNTAS PARA PENSAR

  1. ¿Qué nos hace a todos iguales?
  2. ¿Crees que las cosas que nos hacen diferentes son buenas o malas?

Nosotros creemos que Dios es universal. Él creó el universo. Él puso en marcha los procesos que condujeron a la creación de las estrellas, los planetas, la vida y la humanidad. Su preocupación no se limita a Israel. Como decimos en el rezo de Ashré, “Su tierna merced está en todas Sus obras.” No es necesario ser judío para tener un sentido de reverencia ante el Creador, ni percibir, como lo hizo Itró, Su mano en los hechos milagrosos. Sería difícil encontrar otra literatura religiosa que confiera tal dignidad a figuras que están más allá de sus límites.

Esto es cierto no solo para los tres personajes que dijeron Baruj Hashem. La Torá llama a Malkitzedek, rey de Shalem y contemporáneo de Abraham, un “sacerdote del Dios más Elevado.” Él también bendijo a Dios: “Bendito sea Abraham por el Dios Altísimo, Creador del cielo y de la tierra. Y bendito sea el Dios Altísimo que entregó a tus enemigos en tu mano.” (Bereshit 14:19-20)

Tengamos en cuenta también el hecho de que el título de la parashá de esta semana, que incluye los Diez Mandamientos como así también el evento más significativo de la historia judía, el pacto de Sinaí, lleva el nombre de un no judío. Aún más, poco antes de la revelación del Sinaí, la Torá nos relata que fue Itró, el sacerdote midianita, el que instruyó a Moshé sobre cómo organizar el liderazgo del pueblo.

Estas son expresiones de generosidad espiritual notable hacia aquellos que no están incluidos en el pacto.

También tomemos a Tishrei, el mes más sagrado del calendario judío. El primer día de Rosh Hashaná, además de leer sobre el nacimiento de Ytzjak, también leemos acerca del ángel que vino a asistir a Hagar e Ishmael. “¿Qué te ocurre, Hagar? No temas, Dios ha oído el llanto del niño que yace allí. Levántalo, pues Yo haré de él una gran nación.” (Bereshit 21:17-18) Ishmael no sería portador del pacto, sin embargo fue rescatado y bendecido.

En la tarde de Iom Kipur, después de haber pasado todo el día en ayuno y confesión, leemos el libro de Ioná dónde descubrimos que el profeta enunció solo cinco palabras en hebreo (“Dentro de cuarenta días Nínive será destruida”) y toda la población – asirios, enemigos de Israel – se arrepintió. La tradición toma este hecho como modelo de arrepentimiento colectivo.

En Sucot leemos la profecía de Zejaria, que en los días por venir todas las naciones irán a Ierushalaim para celebrar el festival de la lluvia. (Zejaria 14:16-19)

Estos son tres ejemplos impactantes de universalismo. No implica que con el correr del tiempo todos se convertirán al judaísmo. Más bien, que en ese lapso todos reconocerán al Dios Único, Creador y Soberano del universo. Es algo bien distinto.

Esta idea de que puedes no estar incluido en la fe y aun así ser reconocido por los que sí lo están, como alguien que reconoce a Dios, es sumamente inusual. Mucho más habitual es la visión de una verdad, una manera. Quien esté fuera de esa forma no tiene dios, está condenado, es un infiel, un irredento, una clase inferior de humanidad.

¿Por qué entonces  el judaísmo hace la distinción  entre la universalidad de Dios y la particularidad de nuestra relación con Él? Respuesta: porque nos ayuda a resolver el problema más grande que ha enfrentado la humanidad desde épocas remotas. ¿Cómo puedo yo reconocer la dignidad y la integridad del ‘otro’? La historia y la biología han inscrito en la mente humana una capacidad de altruismo para gente como nosotros, y agresión contra gente que no lo es. Nosotros somos buenos, ellos malos. Nosotros somos inocentes, ellos culpables. Nosotros tenemos la verdad, ellos mentiras. Nosotros tenemos a Dios de nuestro lado, ellos no. Muchos crímenes de una nación contra otra se deben a esta propensión. 

Este es el motivo por el que el Tanaj nos enseña lo contrario. Noaj, Eliezer e Itró fueron personas de Dios sin ser miembros de Israel. Aún los habitantes de Nínive fueron ejemplo de cómo escuchar a un Profeta y arrepentirse. Dios bendijo a Ytzjak y también a Ishmael. Estas son lecciones poderosas.

En el siglo XXI es difícil imaginar un principio más convincente. Los grandes problemas que aquejan a la humanidad – cambio climático, desigualdad económica, guerra cibernética, inteligencia artificial – son globales, pero nuestros agentes políticos son apenas nacionales. Hay un desfasaje entre nuestros problemas y las soluciones disponibles. Necesitamos encontrar una manera de combinar nuestra humanidad universal con nuestra particularidad cultural y religiosa.

Es eso lo que hace el Tanaj cuando nos dice que Noaj, Eliezer e Itró dijeron Baruj Hashem. Ellos agradecieron a Dios, así como nosotros hoy agradecemos a Dios. Dios es universal. Por lo tanto la humanidad, creada a Su imagen, es universal. Pero la revelación y el pacto en el Monte Sinaí son particulares. Pertenecen a nuestra historia, no a la historia universal de la humanidad.

Yo creo que la capacidad de ser tanto particular en nuestra identidad como universal en nuestro compromiso con el futuro de la humanidad, es uno de los mensajes más importantes que nosotros, como judíos, tenemos para brindar en el siglo XXI. Somos diferentes, pero somos humanos. Por lo tanto trabajemos juntos para resolver los problemas que solo pueden ser resueltos juntos.

PREGUNTAS PARA PENSAR

  1. ¿Qué mensaje entrega el judaísmo al mundo al tener tanto una identidad distintiva  como un compromiso para trabajar en pos del futuro de la humanidad?

 “No es sino hasta el capítulo 12 (del libro de Bereshit) que aparecen Abraham y Sara en escena, y a partir de allí la narrativa tiene un foco diferente, de la humanidad como un todo hacia un hombre, una mujer y sus hijos. Ellos se convierten en una familia extendida, una colección de tribus, después una nación y eventualmente un reino. En cierta forma, oscura e inconfundible, este es el tema fundamental de la Biblia Hebrea, se volverían portadores de un mensaje universal. Ya que el Dios en el que creían no era una deidad tribal, un Dios de este pueblo pero no de otro. Él es el Dios de todo, creador del cielo y la tierra, quien, en un acto de amor, dio Su imagen a toda la humanidad.”

Future Tense, p. 75

  1. ¿Cuál es la aproximación del judaísmo hacia los no judíos?
  2. Si es judaísmo es una Verdad Divina, ¿por qué no es la religión de toda la humanidad?
  3. ¿Cómo nos enseña el judaísmo a reconocer la dignidad e integridad en el ‘otro’?

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en pocas palabras

  1. La Torá nos enseña a ver el valor en todas las personas, no sólo en los miembros del pueblo judío. El judaísmo no requiere ni alienta a los no judíos a convertirse. El judaísmo también está abierto a aprender de los no judíos, e Itró es un ejemplo de esto. Muchos sabios talmúdicos sostienen que Itró se convirtió al judaísmo, convirtiéndose en el primer converso en Sinaí. Lo haya hecho o no, él era un sacerdote midianita, y aun así honró a Dios, y es por lo tanto honrado por la Torá, enseñándonos que no debemos juzgar a otros como inferiores porque tienen un historial, etnia o religión diferentes.

LA IDEA CENTRAL

  1. Aunque religiones y grupos diferentes pueden tener nombres diferentes para Dios, e incluso pueden tener diferentes enfoques teológicos, todos están adorando al mismo Dios. El Dios de Israel es la forma en que el pueblo judío se relaciona con Dios, pero en ningún lugar de la Torá se puede encontrar que Dios sólo está interesado en una relación con el pueblo judío. Hay un Dios y Él ama a todas Sus creaciones, y espera una relación con toda la humanidad.
  2. No somos todos iguales y por lo tanto no necesitamos adorar a Dios en la misma forma. Cada religión tiene su enfoque al servicio a Dios. El judaísmo es la religión verdadera para el pueblo judío, pero existe una necesidad de otras religiones, para otros pueblos, cada uno aportando algo único al mundo.

UNA VEZ SUCEDIÓ…

  1. Las cosas básicas que nos hacen humanos son las que tenemos en común. En el lenguaje de la Torá, somos creados a imagen de Dios. Todos tenemos una chispa de divinidad en nosotros. Esto le otorga a todo ser humano el potencial para la grandeza y la santidad. Esta historia también resalta la vulnerabilidad de los seres humanos. Todos necesitan salud y amor, sienten miedo y dolor, y fundamentalmente tienen esperanza en su corazón. Estas cosas son todas más profundas que las cosas que nos separan y nos diferencian. Es en éstas en las que nos debemos enfocar para lograr la unidad de la humanidad.
  2. Las cosas que nos separan son una fuente de belleza y dignidad, y deben ser celebradas. Cada una trae al mundo algo único, esto es lo “particular” de nuestra identidad y comunidad, que trabajamos duramente para asegurar que trae una contribución única a la humanidad. Ver la belleza en cada comunidad única es lo que el Rabino Sacks llama “la Dignidad de la Diferencia”. Es un desafío tener la capacidad de ver esto. Los seres humanos son animales tribales. Crean comunidades basadas en estas cosas, y eso crea situaciones de “nosotros y ellos”, donde se vuelve un desafío no demonizar o menospreciar el “ellos”. Nuestro desafío es valorar las diferencias, y fundamentalmente darnos cuenta que tenemos más cosas en común dónde es realmente importante.

PENSANDO MÁS PROFUNDAMENTE

  1. Todos somos diferentes. Esto es algo bueno. Hay dignidad en la diferencia. Todos debemos estar orgullosos de las cosas que nos hacen diferentes. Sin embargo, somos parte de una humanidad universal, con un Dios sobre nosotros. El judaísmo nos llama a ser diferentes pero a la vez iguales. Esta igualdad nos lleva a trabajar junto al resto de la humanidad para construir un futuro mejor para todos. Este modelo dual nos ayuda a resolver el principal y más grande problema que la humanidad ha enfrentado desde sus inicios: ¿cómo puedo reconocer la dignidad e integridad del ‘otro’?

ALREDEDOR DE LA MESA DE SHABAT

  1. El judaísmo respeta a los no judíos y la cultura no judía. Ve la dignidad en aquellos que son diferentes. No demanda que aquellos que están fuera del pacto se conviertan o cambien su identidad particular, o sus ideas para unirse a la comunidad del pacto. Las comunidades no judías pueden crear  sus propios pactos y relaciones con Dios, y unirse como socios con el pueblo judío para trabajar en los desafíos universales que enfrenta la humanidad.
  2. El judaísmo es una Verdad Divina para el pueblo judío, no para el resto de la humanidad. Pueden existir otras Verdades Divinas para otros pueblos. El opuesto de una verdad no es necesariamente algo falso. Puede ser otra verdad. Estos múltiples enfoques de Dios deben estar dentro del marco teológico del monoteísmo ético. Pero más allá eso, pueden tener diferencias particulares significativas. No hay un único camino hacia Dios para la humanidad.
  3. El judaísmo nos enseña que diferentes identidades no están necesariamente en tensión, sino que son ejemplos paralelos de conexiones y pactos con Dios. Las comunidades particulares se pueden unir en su humanidad compartida para reconocer la dignidad e integridad del ‘otro’. Los ejemplos en la Torá del rol de no judíos en la historia del pueblo judío, y el respeto con el cual la Torá presenta a estos personajes, ilustran estas ideas. Al notar que Itró trabajó con Moshé para establecer un sistema de liderazgo judío, la Torá enseña que la cooperación y el respeto mutuo son factores clave.

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Esta Edición Familiar es una guía al ensayo principal de Convenio y Conversación que puedes leer aquí.

Traducción y edición

  • Iair Salem
  • Carlos Gómez
  • Inés Jawetz
  • Abraham Maravankin