Fe en el futuro (Shemot 5780)

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Una medida de la transformación radical que fue introducida en el mundo por la historia del Éxodo puede verse en la traducción errónea de las tres palabras clave con las que Dios se identifica ante Moshé en la Zarza Ardiente.

Al principio, Él dijo: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Ytzjak y el Dios de Yaakov.” Pero después, cuando Moshé se enteró de la misión a la sería encomendado, le dijo a Dios: “Supongamos que yo vaya a los israelitas y les diga: ‘El Dios de vuestros padres me ha enviado a ustedes,’ y ellos me pregunten, ‘¿Cuál es su nombre?’ ¿Qué debo decirles?” Fue entonces que Dios contestó crípticamente: Ehyeh asher ehyeh (Éxodo 3:14).

Esto fue traducido al griego como ego eimi ho on, y al latín como ego sum qui sum, o sea, ‘Yo soy el que soy’, o ‘Yo soy Él que es’. Los teólogos cristianos iniciales y medievales asociaron esta frase con la ontología, la naturaleza metafísica de la existencia de Dios como la base de todo ser. Significa que Él sería ‘el ser mismo, atemporal, inmutable, no corpóreo, como el acto de subsistencia de todo lo existente.’ Agustín define a Dios como lo que no cambia ni puede cambiar. Aquino, siguiendo la misma tradición, lee la frase de Éxodo diciendo que Dios es ‘el ser verdadero, o sea, eterno, inmutable, simple, auto suficiente y la causa y principio de toda creatura’. (1)

Pero este es el Dios de Aristóteles y de los filósofos, no el de Abraham y los Profetas. Ehyeh asher ehyeh no significa nada de eso. Quiere decir ‘Yo seré lo qué, cómo y dónde seré’. El elemento esencial de la frase es la dimensión omitida en las traducciones cristianas tempranas: el tiempo futuro. Dios Se está definiendo como el Señor de la Historia que está por intervenir en una forma sin precedentes, para liberar a un conjunto de esclavos del imperio más poderoso del mundo antiguo, y conducirlos hacia la libertad. Ya en el siglo XI, reaccionando contra el neo aristotelismo que veía avanzar dentro del judaísmo, Yehuda Halevi puntualizó que Dios se presenta al comienzo de los Diez Mandamientos no diciendo “Yo soy vuestro Dios que creó el cielo y la tierra,” sino “Yo soy el Señor, vuestro Dios que los saqué de Egipto, de la tierra de la esclavitud.” (2)

Lejos de ser atemporal e inmutable, El Dios de la Biblia hebrea es activo, participativo, en constante diálogo con Su pueblo, llamando, urgiendo, desafiando y perdonando. Cuando Malají dice, en nombre de Dios, ‘Yo, el Señor, no cambio’ (Malají 3:6), no está hablando de Su esencia como puro ser, el inmóvil que mueve, sino sobre sus compromisos morales. Dios cumple con Sus promesas aun cuando sus hijos no lo hagan. Lo que no cambia acerca de Dios son los pactos que Él hace con Noaj, Abraham y con los israelitas en el Sinaí.

Tan distante es el Dios del puro ser – el legado de Platón y Aristóteles – que esa diferencia es resuelta en el cristianismo por medio una figura que no tiene contrapartida similar en el judaísmo: el hijo de Dios, una persona que es a la vez humana y Divina. En el judaísmo somos todos humanos y Divinos, polvo de la tierra pero a la vez dotados del hálito de Dios y de Su imagen. Son teologías profundamente distintas.

“Seré lo que seré” significa que entraré en la historia y la transformaré. Dios le estaba diciendo a Moshé que no había ninguna forma en la que él, ni ningún otro, pudiera saber de antemano lo que Él estaría por hacer. Le dijo, a grandes rasgos, que estaba por rescatar a los israelitas de manos de los egipcios y llevarlos a una tierra en la que manaba leche y miel. Pero en lo específico, Moshé y el pueblo conocerían a Dios no por su esencia sino por Sus actos. Por lo tanto, el tiempo futuro aquí es clave. No podrían conocerlo hasta que actuara.

Podía ser un Dios de sorpresas. Podía hacer cosas antes nunca vistas, crear señales y portentos de las que se hablaría por miles de años. Pondrían en marcha oleada tras oleada de repercusiones. La gente se enteraría de que la esclavitud no es una condición inevitable, parte de la estructura de la realidad, que el poder en sí no es bueno, que los imperios no son inexpugnables, y que un pequeño pueblo como el de los israelitas puede hacer grandes cosas si liga su destino al cielo. Pero nada de esto podía predecirse de antemano. Dios le estaba diciendo a Moshé y al pueblo: deben tener confianza en Mí. El destino hacia el cual los estoy llamando está apenas más allá del horizonte visible.

Es muy difícil de entender cuán revolucionario fue esto. Las religiones antiguas eran profundamente conservadoras, diseñadas para demostrar que la jerarquía social existente era inevitable, parte de la estructura de la realidad, eterna e inmutable. Así como existía una jerarquía en el cielo y otra en el reino animal, también la había en la sociedad humana. Eso era el orden. Cualquier elemento que lo desafiara representaba el caos. Hasta la aparición de Israel en escena, la religión era una manera de consagrar el statu quo.

Esa era la historia que Israel habría de cambiar. El imperio más grande del mundo estaba por ser derrocado. El pueblo más desvalido – extranjeros, esclavos – estaba por ser liberado. Este no fue simplemente un golpe contra Egipto. Aunque llevaría miles de años, fue un golpe mortal al concepto de la sociedad jerárquica, o del tiempo, llamado por Platón “una imagen móvil de la eternidad,” una serie de sombras que pasa sobre una pared de la realidad que nunca cambia.

En vez, la historia se convirtió en escenario de cambio. El tiempo comenzó a entenderse como narrativa, travesía o búsqueda. Todo esto está insinuado en esas tres palabras: “Seré el que seré.” Yo soy Dios en tiempo futuro.

Por lo tanto el judaísmo, en el concepto de la era mesiánica, se transformó en la única civilización cuya era de oro está en el futuro. Y a lo largo de toda la Torá, la tierra prometida está en el futuro. No la consigue Abraham. Tampoco Ytzjak. Ni Yaakov. Tampoco pudo entrar Moshé, que guió durante cuarenta años al pueblo hacia allí. Siempre está más allá. Próximamente pero no aún.

Yo pienso que esta es una de las ideas más importantes del judaísmo. Escribí un libro sobre el tema, llamado Tiempo Futuro (3). Recuerdo una noche, cuando Elaine y yo tuvimos el privilegio de discutir el tema con el fundador de la psicología positiva, Martin Seligman, en su casa en Filadelfia. Él estaba pensando una idea parecida. Después de años de práctica psicológica, había llegado a la conclusión de que las personas psicológicamente positivas tienden a orientarse hacia el futuro, mientras que las de un enfoque negativo – los que él llamó mediante una frase brillante, “de incapacidad adquirida” – estaban frecuentemente fijadas en el pasado.

Unos años más tarde él y otros tres estudiosos publicaron un libro sobre el tema, llamado Homo Prospectus. (4) ¿Qué es, preguntó, lo que hace que el Homo Sapiens sea distinto a otras especies? La respuesta es que tenemos una habilidad inigualada, la de “ser guiados por alternativas imaginadas que se proyectan hacia el futuro – prospección.” Somos animales de orientación hacia el futuro.

Desearía que esto fuera comprendido más profundamente, ya que es fundamental. He argumentado largamente que una falacia domina el estudio científico de la humanidad. La ciencia busca las causas, una causa siempre precede a un efecto; por lo tanto la ciencia siempre explicará un fenómeno en el presente mediante una referencia a algo que ocurrió en el pasado – desde el genoma a experiencias infantiles tempranas, a la respuesta química del cerebro frente a estímulos recientes. Se comprenderá que la ciencia inevitablemente negará la existencia del libre albedrío humano. La negación puede ser suave o dura, gentil o brutal, pero aparecerá. La libertad es vista como una ilusión. Lo mejor que podemos esperar es la definición de la libertad de Karl Marx: es “la conciencia de la necesidad.”

Pero esta es una falacia. La acción del hombre está siempre orientada hacia el futuro. Pongo la tetera a calentar porque quiero tomar un café. Estudio intensamente porque quiero aprobar el examen. Actúo para llegar a un futuro que aún no ha arribado. La ciencia no puede predecir el futuro porque algo que aún no ha ocurrido no puede ser causa. Por eso siempre habrá algo referente a la acción intencional humana que la ciencia no es capaz de explicar plenamente.

Cuando Dios dice “Seré lo que seré,” nos está diciendo algo, no solo sobre Dios sino sobre nosotros cuando nos abrimos a Él y tenemos fe en Su fe en nosotros.

Podremos ser lo que seremos si elegimos lo justo y lo bueno. Y si fracasamos y caemos, podremos cambiar, porque Dios nos levanta y nos da fuerza.

Y si nosotros podemos cambiar, entonces juntos podemos cambiar el mundo. No podemos eliminar el mal y el sufrimiento, pero los podemos disminuir. No podemos eliminar la injusticia, pero sí luchar contra ella. No podremos abolir las enfermedades pero sí tratarlas y buscar cómo curarlas.

Cuando viajo a Israel quedo sorprendido al ver como este pueblo antiguo que vive en una tierra saturada de historia, es una de las naciones más orientadas hacia el futuro de todo el mundo; siempre a la búsqueda de avances en medicina, informática y nanotecnología. Israel escribe su historia en tiempo futuro.

Y el futuro es el ámbito de la libertad humana, porque no puedo cambiar el ayer pero sí el mañana según lo que haré hoy. Por ese motivo, al ser el judaísmo una religión del futuro, es una religión de la libertad humana, y por ser Israel una nación orientada hacia el futuro, constituye en el Medio Oriente un oasis de libertad en un desierto de opresión. Trágicamente, la mayoría de los enemigos de Israel están fijados en el pasado, y mientras permanezcan en ese lugar sus pueblos nunca tendrán libertad e Israel no tendrá paz.

Yo creo que debemos honrar el pasado pero no vivir en él. La fe es una fuerza revolucionaria. Dios nos está llamando como una vez llamó a Moshé, pidiéndonos que tengamos fe en el futuro y entonces, con Su ayuda, construirlo.

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Fuentes

  1.  Ver el estudio de Richard Kearney, The God Who May Be: A Hermeneutics of Religion [El Dios que podría ser: Hermenéutica de la religión], Bloomington, Indiana University Press, 2001, pp. 20-38, de donde se extraen estas referencias.
  2. Yehuda HaLevi, The Kuzari – Kitab Al Khazari: An Argument for the Faith of Israel [El Kuzari – Kitab Al Khazari: Una discusión sobre la fe de Israel], New York, Schocken, 1964, Libro I, p. 25
  3. Jonathan Sacks, Future Tense [Tiempo futuro], Hodder and Stoughton, 2009, especialmente el último capítulo, 231-52.
  4. Martin Seligman, et al., Homo Prospectus, Oxford University Press, 2017.

Traductores

Carlos Betesh