Capacidad negativa (Vaierá 5780)

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He escrito muchas veces sobre la ligadura de Ytzjak en estos ensayos, cada vez proponiendo una interpretación algo diferente de las dadas por los comentaristas clásicos. Lo hago por un simple motivo.

La Torá, y el Tanaj en general, consideran el sacrificio infantil como uno de los peores males. Este sacrificio era ampliamente practicado en el mundo antiguo. En Reyes II 3:26-27 vemos como el rey moabita Mesha, durante el transcurso de la guerra con Israel, Judá y Edom, sacrificó a su hijo mayor al dios Jemosh. Si hubiera sido una prueba de la fidelidad de Abraham el sacrificar a su hijo, por el sistema de valores del Tanaj no sería mejor que un rey pagano.

Además, el nombre Abram significa “padre poderoso.” El cambio de nombre a Abraham significa “padre de muchas naciones.” Dios dijo que eligió a Abram “para que instruya a sus hijos y a su familia a transitar por la vía del Señor,” o sea que Abraham fue elegido como modelo de paternidad. Un padre modelo no sacrifica a su hijo.

La interpretación clásica dada por la mayoría de los comentaristas es hermosa y emotiva. Abraham muestra que ama a Dios más que a su propio hijo. Pero por las razones antedichas prefiero buscar interpretaciones distintas. Indudablemente hubo un sometimiento a una prueba. Involucraba a Ytzjak. Ponía a prueba la fe de Abraham hasta el límite. Pero era por otro motivo.

Una de las características más desconcertantes de la historia de Abraham es la desconexión que hubo entre las promesas de Dios y la realidad. Siete veces Dios le prometió la tierra a Abraham. Sin embargo ante la muerte de Sara no poseía ni una parcela para enterrarla, y la tuvo que comprar a precio exorbitante.

En el comienzo mismo de la narrativa, Dios lo llamó para que deje su tierra, su lugar de nacimiento, la casa de su padre, y le prometió: “Haré de ti una gran nación, y te bendeciré.” Sin demora ni hesitación alguna, Abraham emprendió la travesía y arribó a la tierra de Canaán. Llegó a Shejem y construyó ahí un altar. Después se trasladó a Bet El y construyó también allí otro altar. A continuación leemos casi inmediatamente que  “Hubo una gran hambruna en la tierra.”

Abraham y su familia fueron obligados a ir a Egipto. Ahí vio que su vida corría peligro, por lo que pidió que su esposa Sara pretendiera ser su hermana, colocándola en una dudosa situación moral (duramente criticada por Ramban). ¿Dónde estuvo en ese momento la bendición Divina? ¿Cómo es que habiendo abandonado su tierra para cumplir con el llamado de Dios, Abraham se encontró en una situación moralmente comprometida, forzado a elegir entre pedirle a su mujer que mienta y exponerse a la probabilidad, o quizás la certeza, de su propia muerte?

Comienza a emerger un modelo. Abraham estaba comenzando a entender que hay un largo y tortuoso camino entre la promesa y el cumplimiento. No porque Dios no cumpla con Su palabra, sino porque Abraham y sus descendientes estaban encargados de traer al mundo algo nuevo. Una nación sagrada. Una nación constituida por el pacto. Un abandono de la idolatría. Un código de conducta austero. Una relación más íntima con Dios que la que cualquier otro pueblo haya tenido. Sería una nación de pioneros. Y Dios le estaba enseñando a Abraham desde sus comienzos que todo esto demanda una extraordinaria fortaleza de carácter, porque nada grande y transformador ocurre en el mundo de los humanos de un día para otro. Es necesario seguir adelante, pese al cansancio, a estar perdido, exhausto y desesperanzado.

Dios cumplirá con todo lo prometido. Pero no de manera inmediata. Y no directamente. Dios busca el cambio de toda la gente en el mundo real. Y busca a los que han tenido la tenacidad y la fe de seguir adelante pese a todos los contratiempos. De eso se trata la vida de Abraham.

En ningún lugar está esto más claro  que en lo relacionado con las promesas de Dios a sus hijos. Cuatro veces mencionó esto a Abraham:

  1. “Haré de ti una gran nación, y Yo te bendeciré.” (Génesis 12:2)
  2. “Haré que tus descendientes sean como el polvo de la tierra, de tal forma que si alguien pudiera contar el polvo de la tierra, entonces tus descendientes podrán ser contados.”(Génesis 13:16)
  3. “Mira al cielo y cuenta las estrellas – si es que en realidad puedes hacerlo.” Luego le dijo “Así serán tu descendencia.”(Génesis 15:5)
  4. “Ya no te llamarás Abram; tu nombre será Abraham pues Te he hecho padre de muchas naciones. Te haré muy fértil; muchas naciones saldrán de ti, y reyes saldrán de ti. (Génesis 17:5-6)

Cuatro promesas ascendentes: una gran nación, tantos descendientes como el polvo de la tierra, como las estrellas del cielo; no una, sino muchas naciones. Abraham escuchó estas promesas y tuvo fe en ellas: “Abram creyó en el Señor, y Él Lo consideró como rectitud.” (Génesis 15:6)

Entonces Dios le dio a Abraham una noticia dolorosa. Su hijo con Agar, Ismael, no podrá ser su heredero espiritual. Dios lo bendecirá y hará de él una gran nación, “Pero Mi pacto lo haré con Ytzjak, a quien concebirá Sara en esta época del año entrante.”(Génesis 17:21).

Es con este trasfondo de cuatro promesas de innumerables descendientes, y una nueva de que el pacto de Abraham sería continuado por Ytzjak, que está puesto el escenario para las escalofriantes palabras con las que se inicia la prueba: “Toma a tu hijo, tu único hijo, a quien amas – Ytzjak – y ofrécelo,

La prueba no consistía en ver si Abraham tenía el coraje de sacrificar a su hijo. Como vimos anteriormente, aun paganos como el rey Mesha de Moab tuvo ese coraje. Estaba difundido en el mundo antiguo y era completamente repulsivo para el judaísmo.

La prueba no era para ver si Abraham tenía la fortaleza de entregar algo que amaba. Ya lo había demostrado una y otra vez. Al comienzo mismo de la narrativa había dejado su tierra, su lugar de nacimiento, la casa de su padre, todo lo que le resultaba familiar, todo lo referente a su hogar. En el capítulo anterior, entregó a su hijo primogénito Ismael a quien, está claro, también amaba. ¿Había alguna mínima duda de que entregaría a Ytzjak, que claramente era un regalo de Dios, concebido por la ya posmenopáusica Sara?

La prueba era para ver si Abraham podía soportar lo que parecía una clara contradicción entre la palabra de Dios de ahora y la palabra de Dios en las ocasiones anteriores, prometiendo hijos y un pacto que sería continuado por Ytzjak.

Los rabinos sabían que había algunas instancias en las cuales dos versículos se contradicen, hasta la aparición de un tercero que lo resolvería. Esa era la situación de Abraham. Se enfrentaba a una contradicción, y hasta ese momento no había versículo que lo pudiera resolver. Esa era la prueba. ¿Podría Abraham vivir con esa incertidumbre?

Él hizo justamente eso. Se preparó para el sacrificio. Pero no le dijo a nadie. Cuando él e Ytzjak partieron solos el tercer día, les dijo a los dos sirvientes que lo acompañaban “Quédense aquí con el asno mientras el muchacho y yo vamos para allá. Vamos a rezar y luego volveremos.” Cuando Ytzjak preguntó: “¿Dónde está la oveja para el sacrificio?” Abraham le contestó “Dios Mismo proveerá la oveja.”

Estas frases se toman habitualmente como una forma diplomática de evasión. Yo creo, sin embargo, que Abraham quiso decir exactamente lo que expresó. Estaba viviendo la contradicción. Sabía que Dios le había ordenado sacrificar a su hijo, pero también sabía que le había prometido establecer un pacto eterno con Ytzjak.

La prueba de la ligadura de Ytzjak no era acerca del sacrificio sino de la incertidumbre. Abraham no sabía qué creer, ni cómo iba a terminar. El creyó que Dios, que le prometió un hijo, no permitiría que sacrificara a ese hijo. Pero no sabía cómo se resolvería la contradicción entre la promesa y Su orden.

El poeta John Keats, en una carta dirigida a sus hermanos George y Thomas en 1817, intentó definir qué fue lo que hizo que Shakespeare fuera tan grande comparado con otros autores. El poseía, dijo, “Capacidad Negativa – o sea, cuando un hombre es capaz de estar en la incertidumbre, en el misterio, en la duda, sin ninguna tensión ante hecho y razón.” Shakespeare, en otras palabras, estaba abierto a la vida con toda su multiplicidad y complejidad, sus conflictos y contradicciones, mientras que otros autores menores buscaban reducirlos a un sólo marco filosófico.  Shakespeare era a la literatura, lo que Abraham era a la fe.

Yo creo que Abraham nos enseñó que la fe no es certeza; es tener el coraje de vivir con la incertidumbre. Tenía capacidad negativa. Sabía que las promesas se cumplirían y podía vivir con la incertidumbre de no conocer el cómo ni el cuándo.

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Traductores

Carlos Betesh