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En The Lonely Man of Faith (El solitario hombre de fe), el Rabino Soloveitchik nos llama la atención sobre el hecho de que hay dos versiones de la creación. El primero está en Génesis 1, el segundo en Génesis 2-3, y son significativamente diferentes.
En el primero, Dios es llamado Elokim, en el segundo Hashem Elokim. En el primero el hombre y la mujer son creados simultáneamente: “Macho y hembra Él los creó.” En el segundo, son creados secuencialmente, primero el hombre, luego la mujer. En el primero, se les ordena a los humanos “colmar la tierra y dominarla.” En el segundo, el primer humano es colocado en el jardín “para servirlo y preservarlo.” En el primero, a los humanos se los describe como a “imagen y semejanza” de Dios. En el segundo, el hombre es creado “del polvo de la tierra.”
La explicación, según el Rabino Soloveitchik, reside en que la Torá describe dos aspectos de nuestra humanidad, a los cuales llama hombre Majestuoso y hombre del Pacto respectivamente. Nosotros somos los amos majestuosos de la creación: ese es el mensaje de Génesis 1. Pero también experimentamos una soledad existencial, buscamos el pacto y la conexión: es el mensaje de Génesis 2.
Sin embargo hay otra extraña dualidad – una historia narrada de manera bastante diferente – que no tiene que ver con la creación en sí sino con las relaciones humanas. Hay dos relatos distintos acerca de la manera en que el primer hombre pone el nombre a la primera mujer. Esta es la primera:
“Esta vez – hueso de mis huesos
y carne de mi carne;
ella será llamada ‘mujer’ (ishá)
pues fue sacada del hombre (ish)”
Y esta, muchos versículos más adelante, es la segunda:
“Y el hombre llamó a su esposa Eva (Java)
porque era la madre de toda vida.”
Las diferencias entre las dos versiones son altamente significativas.
- En la primera el hombre nombra no a una persona, sino a una clase, una categoría. No elige un nombre sino un sustantivo. La otra persona es para él, simplemente “mujer,” un género, no un individuo. En la segunda le da a su mujer un nombre como corresponde. Ella se transforma, para él, en una persona por derecho propio.
- En la primera, hace énfasis en las similitudes – ella es “hueso de mis huesos, carne de mi carne.” En la segunda, remarca la diferencia. Ella puede dar a luz, él no. Podemos notar esto en el sonido mismo de los nombres. Ish e ishá suenan parecido porque son similares. Adán y Java no lo son en absoluto.
- En la primera, es la mujer la que es representada como dependiente: “ella fue sacada del hombre.” En la segunda es a la inversa. Adam, de Adamá representa la mortalidad: “Por el sudor de tu frente comerás tu comida hasta que retornes a la tierra (ha-adamá) ya que de ahí fuiste traído.” Es Java la que redime al hombre de la mortalidad al traer nueva vida al mundo.
- Las consecuencias de los actos del nombramiento son completamente diferentes. Después del primero viene el pecado de comer el fruto prohibido, y el castigo: el exilio del Paraíso. Después del segundo, sin embargo, leemos que Dios crea para la pareja “vestimentas de piel” (“or” se escribe en este caso con la letra ayin) y los viste. Este es un gesto de amor y protección. En la escuela de Rabi Meir leen esta frase como “vestimentas de luz” (“or” con una alef). Dios los vistió con luminosidad.
Sólo después de que el hombre le dio el nombre adecuado a su mujer vemos que la Torá se refiere a Dios mediante su propio nombre, Hashem (en Génesis 4). Hasta entonces Se lo describe como Elokim o Hashem Elokim siendo Elokim el atributo impersonal de Dios: Dios como ley, Dios como poder, Dios como justicia. En otras palabras, nuestra relación con Dios es paralela a nuestra relación de uno con otro. Solo cuando respetamos y reconocemos la singularidad de la otra persona somos capaces de reconocer y respetar la singularidad de Dios mismo.
Volvamos ahora a las dos versiones de la creación, esta vez sin detenernos en lo que nos dicen de la humanidad (como en The Lonely Man of Faith), sino simplemente lo que nos dicen de la creación.
En Génesis 1 Dios creó objetos – elementos químicos, estrellas, planetas, materia viviente, especies biológicas, En Génesis 2-3, crea personas. En el primer capítulo Él crea sistemas. En el segundo, crea relaciones. Para la visión de la realidad de la Torá, es fundamental percibir que pertenecen a mundos distintos, narrativas específicas, descripciones separadas, formas alternativas de ver la realidad.
También hay diferencias de tono. En la primera, la creación no significa esfuerzo alguno por parte de Dios, simplemente habla. Dice “que se haga” y se hizo. En la segunda, participa activamente. Cuando se da el caso de la creación del primer humano, no dice simplemente “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza.” Él mismo se ocupa de la creación, como el escultor que modela la pieza a partir de la arcilla. “Entonces el Señor Dios creó al hombre del polvo de la tierra y le insufló el hálito de vida, y el hombre se transformó en ser viviente.”
En Génesis 1 Dios crea el universo sin mayor esfuerzo. En Génesis 2 se transforma en jardinero: “entonces el Señor Dios plantó un jardín…” Nos preguntamos por qué motivo Dios, que acaba de crear el universo, debe transformarse en jardinero. La Torá nos da una respuesta, que es profundamente conmovedora: “El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el Jardín de Edén para trabajar y cuidarlo.” Dios le quiso otorgar al hombre la dignidad del trabajo, de ser creador, no solo creación. Y en el caso de que el hombre considere esa tarea como poco digna, Dios se transformó Él mismo en jardinero, para mostrar que ese trabajo también es Divino, y el hacerlo vuelve al hombre socio de Dios en la tarea de la creación.
Luego viene un versículo extrañamente conmovedor: “El Señor Dios dijo, ‘no es bueno que el hombre esté solo, crearé un ayudante apropiado para él.’” Dios percibe la aislación existencial del primer hombre. No hubo un momento parecido en el primer capítulo. Ahí, Dios simplemente crea. Aquí, Dios empatiza. Penetra en la mente humana. Siente lo que nosotros sentimos. No existe episodio semejante en ninguna otra literatura religiosa antigua. La radical diferencia del monoteísmo bíblico no es que hay un solo Dios, no solo que Él es la fuente de todo lo que existe, sino que Dios está más cerca de nosotros que nosotros mismos. Dios supo de la soledad del primer hombre antes que él mismo.
Eso es lo que nos dice el segundo relato de la creación. Crear cosas es relativamente sencillo, crear relaciones es difícil. Vean el tierno cuidado que muestra Dios hacia los primeros humanos en Génesis 2-3. Él quiere que el hombre tenga la dignidad del trabajo. Quiere que sepa que el trabajo en sí es Divino. Le da al hombre la capacidad de nombrar los animales. Lo cuida cuando siente que le sobreviene la soledad. Crea la primera mujer. Ve con exasperación cómo cometen el primer pecado. Finalmente, cuando el hombre le da a su mujer su nombre propio reconociendo por primera vez que es diferente a él y que puede hacer algo que él jamás podrá, Él los viste a ambos para que no estén desnudos frente al mundo. Ese es el Dios, no de la creación (Elokim), sino del amor (Hashem).
Eso es lo que hace tan significativo el relato dual de ponerle el nombre a la primera mujer sea tan significativo como el relato dual de la creación del universo por parte de Dios. Debemos crear relaciones antes de encontrar al Dios de las relaciones. Debemos hacer lugar para la alteridad del otro ser humano antes de hacer lugar para la otredad del otro Divino. Debemos dar amor antes de poder recibir amor.
En Génesis 1 Dios crea el universo. No es imaginable algo más vasto, y seguimos encontrando que el universo es mayor de lo que creíamos. En 2016, un estudio basado en un modelo tridimensional de imágenes producidas por el telescopio Hubble llegó a la conclusión de que hay entre 20 y 30 veces más galaxias de lo que se había supuesto anteriormente. Hay más de cien estrellas por cada grano de arena de la tierra.
Y sin embargo, con el mismo aliento con el que relata la panoplia de la creación, la Torá nos dice que Dios se tomó el tiempo de insuflar Su hálito para dar vida al primer humano, darle un trabajo digno, considerar su soledad, crearle una esposa y vestirlos a ambos con vestimentas de luz cuando llegó el momento de dejar el Edén y forjar su camino en el mundo.
La Torá nos está diciendo algo muy poderoso. Nunca pienses en personas como cosas. Nunca consideres a personas como tipos: son individuos. Nunca te contentes con crear sistemas, cuida además las relaciones.
Yo creo que las relaciones son el lugar en que nace y crece nuestra humanidad, donde se desarrolla y florece. Amando a las personas es como aprendemos a amar a Dios y sentir la plenitud de Su amor por nosotros.

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Traductores
Carlos Betesh