
EDICION FAMILIAR: LA LUZ EN EL CORAZÓN DE LA OSCURIDAD (SHEMOT 5779)
Convenio y Conversación: Edición Familiar es una iniciativa nueva y emocionante de La Oficina del Rabino Sacks para 5779. Escrita como un acompañamiento al ensayo semanal Convenio y Conversación del Rabino Sacks, la Edición Familiar tiene como objetivo conectar a los niños mayores y adolescentes con sus ideas y pensamientos sobre la parashá.
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Esta Edición Familiar es una guía al ensayo principal de Convenio y Conversación para Shemot 5779 que puedes leer aquí.

Con Shemot, comienza el drama que define al pueblo judío. En el exilio, en Egipto, ellos se multiplican, hasta que ya no son solo una familia, sino una nación. El Faraón, por temor a que ellos constituyan un peligro para Egipto, los esclaviza y ordena la muerte de sus hijos varones. Moisés, un niño israelita adoptado por la hija del Faraón, es elegido por Dios para confrontar al Faraón y conducir al pueblo hacia la libertad. De mala gana, Moisés acepta, pero su intervención inicial solo empeora las cosas, y con esta tensa nota termina la parashá.

La hija del Faraón es una de las más inesperadas heroínas de la Biblia Hebrea. Sin ella, Moisés podía no haber vivido. Toda la historia del Éxodo habría sido diferente. Pero ella no era una israelita. No tenía nada que ganar sino que todo para perder por su valentía. Pero pareció no tener dudas, ni experimentar ningún tipo de reserva, ni vacilar. Si era el Faraón que dañaba los hijos de Israel, fue otro miembro de su propia familia que les dio esperanzas: su hija.
Así es como sucedió. El Faraón había decretado la muerte para todos los hijos varones israelitas. Yojeved, la esposa de Amram, tuvo un hijo varón. Por tres meses ella pudo ocultar su existencia, pero no por más. Temiendo su muerte segura si lo conservaba, lo colocó en una canasta y lo dejó flotar en el Nilo, teniendo esperanzas en contra de cualquier pronóstico que alguien pudiera verlo y tuviera piedad de él. Y esto fue lo que sucedió:
La hija del Faraón fue a tomar un baño en el Nilo, mientras sus doncellas paseaban por la orilla. Ella vio la canasta cerrada entre los juncos y mandó a su esclava a buscarla. Al abrirla ella vio al niño. La criatura empezó a llorar y ella le tuvo piedad. “Este es uno de los niños hebreos”, dijo (Éxodo 2:6). Observa la secuencia. Primero ella vio que era un niño y tuvo piedad de él. Tuvo una reacción natural, humana y compasiva. Luego se dio cuenta quién podía ser el niño. ¿Quién más podía abandonar a un niño? Ella recordó el decreto de su padre contra los hebreos. Instantáneamente la situación cambió. Salvar al niño significaba desobedecer el mandato real. Esto podría ser bastante serio para un egipcio común, pero doble si era miembro de la familia real.
Y más aún: ella no está sola cuando esto sucede. Están sus doncellas, su esclava está parada junto a ella. Debe enfrentar el riesgo que alguna de ellas, quizá luego de una discusión, o solo por chismorrear, se lo cuente a alguien. Los rumores se expanden rápidamente en las cortes reales. Y a pesar de eso, ella no cambia su postura. No le dijo a alguna de sus sirvientas que tome al niño y lo esconda con alguna familia lejos de ahí. Ella no tiene miedo. Tiene la valentía de su compasión.
PREGUNTAS PARA PENSAR
- ¿Piensas que sería entendible que la hija del Faraón no salvara al niño?
- ¿Por qué piensas que lo hizo a pesar de los riesgos?
- ¿Qué significa la palabra héroe para ti? ¿Fue la hija del Faraón una heroína? ¿Quiénes son tus otros héroes y por qué?

El diplomático sueco, Raoul Wallenberg, a la edad de 32 años, fue enviado como parte de la misión diplomática sueca a Budapest en julio de 1944. En esa época, se encontraba en pleno proceso la masiva exterminación de judíos húngaros. Más de 400.000 de ellos ya habían sido asesinados en Auschwitz.
Con coraje, imaginación y un sentido único de propósito, resolvió hacer lo que pudiera para salvar al menos a algunos de los que quedaban. Imprimió y entregó pasaportes de protección suecos. Creó casas seguras donde los judíos podían encontrar refugio. En algunos casos, incluso rescató a personas que ya habían abordado los trenes de transporte. Y logró retrasar la masacre planeada del ghetto de Budapest por parte de Adolf Eichmann (uno de los principales organizadores del Holocausto), de manera que cuando los rusos llegaron a la ciudad dos días más tarde, encontraron aún vivos a más de 90.000 judíos. De una manera u otra salvó más de 100.000 vidas.
No sabemos qué le pasó. Sospechoso de ser un espía estadounidense, fue llevado a Rusia, y allí todos los rastros de él desaparecen. Él perdura como un héroe sin una tumba. Pero mientras la humanidad recuerde esos días, su nombre seguirá siendo un símbolo de coraje frente al mal aparentemente invencible. Se mantuvo firme. Se negó a ser intimidado. Se resistió, sabiendo que en tiempos oscuros lo que hacemos hace una diferencia. El bien que hacemos nos sobrevive, y es lo más grandioso que hace.
BBC ‘Pensamiento del Día’, 4 de Marzo de 2004
PREGUNTAS PARA PENSAR
- ¿Qué similitudes existen entre las historias de la hija del Faraón y de Raoul Wallenberg?
- ¿Qué crees tú que habrías hecho en el lugar de Raoul Wallenberg o de la hija de Faraón?

Inmediatamente después de descubrir al bebé que estaba llorando, Miriam, la hermana del bebé, se presenta ante la hija del Faraón y le presenta su plan audaz “¿Llamo a una madre hebrea para que amamante al niño para ti?” (Éxodo 2:7) Le propone un plan que por lo simple, es brillante. Si la verdadera madre puede guardar al niño en su hogar y criarlo, ambas minimizamos los peligros. No tendrás que explicarle a la corte cómo es que este niño súbitamente apareció. Evitaremos el riesgo de criarlo: podemos decir que el niño no es hebreo y que esa mujer no es la madre sino solamente una criada. La inventiva de Miriam se equipara con la aceptación inmediata de la hija del Faraón.
Luego, viene la sorpresa final:
Cuando el niño creció, (su madre) lo trajo a la hija del Faraón. Ella lo adoptó como su propio hijo y lo llamó Moisés, “Yo lo tuve del agua,” dijo (Ex. 2: 10). La hija del Faraón no tuvo simplemente un momento de compasión. No se olvidó del niño. Tampoco el paso del tiempo disminuyó su sentido de la responsabilidad. No sólo queda comprometida con su bienestar; elige la más riesgosa de las estrategias: lo adopta y lo cría como su propio hijo. Este es un ejemplo de coraje de primer orden.
Sin embargo, el detalle más sorprendente aparece en la última frase. En la Torá, son los padres los que le dan el nombre al hijo, y en casos especiales, Dios Mismo. Es Él el que le da el nombre de Ytzjak al primer niño judío; el ángel de Dios el que nombra a Yaakov, Israel; es Dios el que cambia los nombres de Abram a Abraham y Sarai a Sara. Ya encontramos un nombre adoptivo – Tzafenat Pa’neah – el nombre con el que era conocido Iosef en Egipto; sin embargo Iosef sigue siendo Iosef. Cuán insuperablemente extraño resulta que el héroe del éxodo, el más grande de todos los profetas, no tuviera el nombre que Amram y Iojeved sin duda alguna usaran hasta ahora, sino el dado por su madre adoptiva, la princesa egipcia. Un midrash nos llama la atención sobre este hecho: “Esta es la recompensa para los que actúan con bondad. Aunque Moisés tuvo muchos nombres, él único con el que es conocido en toda la Torá es el que le dio la hija del Faraón. Aún el Santo, Bendito sea, no lo llamó por ningún otro nombre.” (Shemot Raba 1:26). Efectivamente Moisés – Meses – es un nombre egipcio que significa “niño,” como en Ramsés (que significa el hijo de Ra, siendo Ra el más grande de los dioses egipcios).
Entonces, ¿quién era la hija del Faraón? En ningún lado figura explícitamente. Sin embargo, el primer libro de Crónicas (4: 18) la menciona, llamada Batia, y es ella la que los sabios identifican como la mujer que salvó a Moisés. El nombre Batia (que a veces figura como Batya) significa “la hija de Dios.” De ahí los sabios arribaron a una de las conclusiones más impactantes: “El Santo, Bendito sea, le dijo a ella: ‘Moisés no era tu hijo, pero lo llamaste hijo tuyo. Tú no eres mi hija, pero te llamaré hija Mía.’” (Vayikra Raba 1:3). Además agregaron que ella era una de las pocas personas (la tradición enumera nueve) que eran tan justas que entraron al Paraíso en vida.
En lugar de “la hija del Faraón” leemos “la hija de Hitler” o “la hija de Stalin” y veremos lo que está en juego. La tiranía no puede destruir la humanidad. El coraje moral puede, a veces, encontrarse en el corazón de la oscuridad. Que la Torá sea la que relata la historia de la forma en que lo hace tiene enormes implicancias. Significa que con respecto a la gente, nunca debemos generalizar, nunca debemos crear estereotipos. Los egipcios no eran todos malvados: hasta del mismo Faraón nació una heroína. Nada puede señalar con más fuerza que la Torá no es un texto etnocéntrico; que debemos reconocer la virtud cuando la encontramos aún entre nuestros enemigos, y que el núcleo básico de los valores humanos – compasión, coraje, humanidad – es verdaderamente universal. La santidad puede no serlo, pero la bondad, sí lo es.
Afuera de Yad Vashem, el Memorial del Holocausto judío en Jerusalén, está la avenida de los gentiles, no-judíos, justos. La hija del Faraón es el símbolo supremo de lo que fueron y de lo que hicieron. Yo, por lo pronto, me sentí profundamente conmovido por ese encuentro en las orillas del Nilo entre una princesa egipcia y una niña israelita, Miriam, la hermana de Moisés. El contraste entre ambas – en términos de edad, cultura y poder – no podría ser mayor. Sin embargo, su profunda humanidad sirvió como puente para superar todas las diferencias, todas las distancias. Dos heroínas. Que nos sirvan de inspiración.

El judaísmo tiene una estructura ética dual que es única. Por un lado está el pacto de Noaj, que obliga a toda la humanidad a siete preceptos fundamentales. Por otro lado, están los pactos de Abraham y, más tarde, el de Sinaí que obliga a los judíos a un sistema de preceptos más detallado y demandante.
El judaísmo está constituido por esta tensión básica entre los universal y lo particular. Su forma de vida es intensamente particular, pero su Dios y su mirada última son universales, preocupadas por toda la humanidad, de hecho, toda la creación. ¿Cómo podemos entender el significado de esta dualidad?
En este contexto, es de ayuda la distinción sugerida por el filósofo israelí Avisahi Margalit entre moralidad y ética. Moralidad se refiere a los principios universales que usamos cuando tratamos con la humanidad en general: nuestra relación con los extraños. En contraste, la ética se refiere a nuestras relaciones con quienes tenemos un lazo de memorias y pertenencias: familia, amigos, compatriotas o personas con las que compartimos una creencia. Ambos sistemas tienen un tono diferente: ‘La moralidad se preocupa, por ejemplo, del respeto y la humillación… La ética, por otro lado, se preocupa de lealtad y traición…’ Esta es la mejor manera de entender la diferencia entre tzedek y mishpat por un lado, y jesed y rajamim por el otro.
Tzedek y mishpat pertenecen a la moralidad. Jesed y rajamim pertenecen a la ética. Los primeros son sobre justicia, los segundos sobre tener cariño. La justicia es y debe ser impersonal. ‘No debes reconocer personas en el juicio’, dice Deuteronomio (16:19). La belleza de la justicia es que pertenece a un mundo de orden constituido de reglas universales a través de las cuales cada uno de nosotros es igual ante la ley. Jesed, en contraste, es intrínsecamente personal. No podemos preocuparnos por el enfermo, reconfortar al angustiado o recibir a una visita en forma impersonal. Si lo hacemos, solamente muestra que no entendemos qué son estas actividades. La justicia demanda desvincularse. Jesed es un acto de vinculación. La justicia se sirve mejor sin emociones. Jesed existe sólo en virtud de emociones, empatía y simpatía, sentimientos con y sentimientos para con. Actuamos con cariño porque sabemos lo que se siente estar necesitado de cariño. Reconfortamos a los dolientes porque sabemos lo que significa estar de duelo. Jesed requiere no sólo una racionalidad imparcial sino también inteligencia emocional.
To heal a fractured world, p. 51
PREGUNTAS PARA PENSAR
- ¿La hija del Faraón y Raoul Wallenberg actuaron en la forma que lo hicieron desde una perspectiva moral o desde una perspectiva ética?
- ¿Cuál crees que sería más heroico en sus historias

- ¿Acaso la decisión de la hija del Faraón un acto heroico o lo mínimo que podemos esperar de cualquier ser humano en una situación así?
- ¿Fue Myriam también una heroína en esta historia?
- ¿Cuál es el mensaje del Midrash cuando señala que Moshé siempre fue conocido por su nombre egipcio?
- ¿Qué mensaje nos están dando los sabios cuando identifican a la hija del Faraón como “Batia”?
- ¿Qué mensaje de este Convenio y Conversación tuvo el mayor impacto sobre ti?

¿Quieres ganar un Sidur con los rezos diarios semanales de Koren Aviv? Este Sidur ha sido diseñado para ayudar a los jóvenes a explorar su relación con Dios así como los valores, historia y religión de su pueblo. Envía un correo electrónico a: CCFamilyEdition@rabbisacks.org con tu nombre, edad, ciudad y una pregunta u observación sobre la parashá de Convenio y Conversación Edición Familiar. Los participantes deben ser menores de 18 años. Cada mes seleccionaremos dos de las mejores, y ambos recibirán un Sidur dedicado por el Rab Sacks! Gracias a Koren Publishers por la amabilidad de donar estos maravillosos Sidurim.

LA IDEA CENTRAL
- Sería entendible que la hija del Faraón, el propio instigador del genocidio de los hombres israelitas, diera vuelta su rostro e ignorara el niño. Como producto de una sociedad que produjo un dirigente como el Faraón, y habiendo crecido en su casa, es fácil comprender que hubiera sido difícil para ella tomar la valiente decisión moral de salvar al niño. El hecho también presentaba un gran riesgo personal para ella, y las repercusiones que podría haber tenido hubieran sido muy graves. La pregunta es si la moralidad es innata y por consiguiente ella debió haber entendido en forma implícita lo bueno y lo malo de la situación. Si crees esto, podría esto hacer que haga caso omiso de la preocupación del riesgo personal. Estos son factores que están involucrados al considerar estas preguntas.
- Ella es un modelo de coraje moral y moralidad innata. Un héroe es una persona famosa por sus actos de valor o la nobleza de su carácter. El Rabino Sacks la considera una heroína de acuerdo a esta definición.
UNA VEZ SUCEDIÓ…
- Las historias son muy similares, y ambas personalidades podrían ser descritas como Justos entre las Naciones. Raoul Wallenberg también tomó grandes riesgos personales al salvar judíos. Estaba bajo la misma presión social de no hacer nada, mientras la monstruosa maquinaria Nazi llevaba adelante su trabajo.
- Obviamente, nos gustaría pensar que haríamos lo correcto. Pero es imposible saber cómo podríamos reaccionar. La pregunta es, ¿debemos encontrar empatía y entendimiento para los espectadores que no hicieron nada?
DEL PENSAMIENTO DEL RABINO SACKS
- Ambas de sus acciones fueron primero y principal un acto de coraje moral. Ellos estaban actuando según los valores innatos de justicia y la convicción de que es lo correcto. Sin embargo, es difícil imaginar que no estaban actuando también según los valores de amor, empatía y simpatía por un ser humano. Si te relacionas con otro ser humano como un hermano, viéndolo como un compañero creado igual que tú a imagen de Dios, entonces tu acto de justicia puede llamarse también un acto de amor y bondad.
- En el caso en que el amor por un compañero con el cual tienes una relación personal es el principal motivo, aun siendo heroico, es menos maravilloso que salvar la vida de un extraño, simplemente por ser otro ser humano. Este es entonces el gran ejemplo de coraje moral, y la hija del Faraón y Raoul Wallenberg eran verdaderos héroes morales.
ALREDEDOR DE LA MESA DE SHABAT
- Ver la pregunta 1 de “La Idea Central”.
- El Rabino Sacks dice que sí. Además de la genialidad de su plan, ella también tomó un gran riesgo al dirigirse a la princesa real, y con un poco de audacia. ¿Cómo tiene una niña – no solo una niña, sino miembro de un pueblo perseguido – la audacia de dirigirse a una princesa? No hay un preámbulo elaborado, no hay un “su Alteza real” u otro tipo de formalidad con la cual estamos familiarizados en otras partes de la narrativa bíblica. Parecen hablar de igual a igual.
- Moshé, el más grande de los líderes judíos, quien habló con Dios “cara a cara”, solamente es conocido en la Torá (y por consiguiente en toda la literatura judía) como Moshé – el nombre egipcio para niño. A pesar de que sin dudas recibió un nombre hebreo de sus padres, y que podría haber recibido un nombre directamente de Dios (como lo recibieron Abraham y Yaakov). El midrash dice que esta es una declaración muy poderosa – un premio a la hija del Faraón por su bondad y valentía.
- Batia es claramente un nombre hebreo que significa la hija de Dios. Casi con certeza este no es el nombre con el cual ella era conocida. Pero los sabios están diciendo que a pesar de quién era su padre biológico (un personaje a la par de variaciones más modernas del mismo tema como Hitler y Stalin) ella debería ser conocida y recordada como la hija de Dios. Un título como este se gana, y cualquier ser humano, creado a imagen de Dios, que camina en la senda de Dios, merece este título.
- Algunas sugerencias pueden incluir: el poder detrás del acto de coraje moral de la hija del Faraón, el heroísmo de dos mujeres, el grado hasta el cual el judaísmo rabínico reconoce a esta justa gentil, qué tan inspiradoras son las historias de no judíos justos y la esperanza que esto representa para la humanidad, y la diferencia entre moralidad y ética.
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Esta Edición Familiar es una guía al ensayo principal de Convenio y Conversación para Shemot 5779 que puedes leer aquí.
Traducción y edición
- Iair Salem
- Carlos Gómez
- Myriam Rozengurt
- Inés Jawetz
- Abraham Maravankin
- Leila Blanca