Rabino Sacks Reé 5778 – El no ser víctima

Traductor: Carlos Betesh

Editor: Ben-Tzion Spitz

El no ser víctima

Reé 5778

Rabino Sacks Ree 5778 [PDF]

En el proceso de hacer una serie de programas de la BBC sobre la moralidad en el siglo XX, sentí la necesidad de viajar a Toronto para conversar con una persona a la que no conocía, el psicólogo canadiense Jordan Peterson. Se había convertido recientemente en figura intelectual emblemática para millones de jóvenes, como así también objeto de crítica y abuso por parte de otros que deberían ser más sensatos. (1) La vasta popularidad de sus podcasts – de largas horas de extensión e intelectualmente formidables – indicaría haber estado expresando lo que mucha gente sentía la necesidad de escuchar, y que otras voces contemporáneas no lograban formular.

Durante nuestra conversación hubo un momento especialmente intenso. Peterson estaba hablando de su hija Mijaila. Cuando tenía seis años de edad se descubrió que padecía de artritis juvenil poliarticular idiopática. Treinta y siete de sus articulaciones resultaron afectadas. Durante su niñez y adolescencia se tuvo que hacer un reemplazo de cadera y luego, de tobillo. Tenía un dolor intenso e incesante. Describiendo su martirio, la voz de Peterson se quebró y estuvo al borde de las lágrimas. Luego dijo:

Una de las cosas que tuvimos mucho cuidado en manifestarle, y de lo cual hablamos extensamente, fue que no se permitiera considerarse víctima. Y vaya si tenía motivos para hacerlo… pero apenas se cae en esa modalidad de sentirse víctima, van creciendo pensamientos de ira y venganza – y eso lleva a una posición psicológica tan espantosa como la fisiológica. Y diría que lo más meritorio, es que eso resultó en parte lo que le permitió salir de esa situación, ya que pudo eventualmente averiguar cuál era su mal y superarlo en casi un 90%. Su condición es inestable, pero está mucho mejor por el hecho de que, teniendo en cuenta su condición, no se permitió caer en una ira existencial…En casos como este, la gente tiene toda la razón en sentirse víctima. Sus vidas se caracterizan por el sufrimiento y la traición. Son sentimientos que no se pueden erradicar. La cuestión es cuál es la actitud a asumir ante esto – ira, rechazo, resentimiento, hostilidad, tendencia asesina? Esa es la historia de Caín y Abel, y no es buena. Conduce al infierno.

Apenas escuché esas palabras pude comprender qué fue lo que me condujo a conocer a este hombre, ya que buena parte de mi vida ha estado consagrada a la misma búsqueda, aunque en un contexto distinto. Me refiero a los sobrevivientes del Holocausto que llegué a conocer. Fueron objeto de uno de los peores crímenes contra la humanidad en toda la historia, y sin embargo no se consideraban víctimas. Los sobrevivientes que conocí, dotados de un coraje casi sobrehumano, miraron hacia adelante, construyeron nuevas vidas, se apoyaron mutuamente en lo emocional, y luego, después de muchos años, contaron su historia, no con la intención de revivir el pasado sino para educar a los jóvenes de hoy acerca de la importancia de asumir la responsabilidad de un futuro más humano.

Pero como es posible esto? Cómo se puede ser víctima y no verse como tal sin caer en la negación, olvido deliberado o expresión de deseo?

           La respuesta es que singularmente – y es por eso que somos Homo Sapiens – en cualquier situación que se presente podemos mirar hacia atrás o hacia adelante. Podemos preguntarnos “Por qué pasó esto?” que significa mirar hacia atrás buscando la causa en el pasado. O podemos preguntar “Entonces, qué debo hacer?” o sea, mirar hacia adelante, tratando de elaborar algún destino futuro a partir de ese punto de partida.

Hay una diferencia sustancial entre las dos. No puedo cambiar nada del pasado. Pero sí puedo cambiar el futuro. Mirando hacia atrás, me veo como objeto sobre el cual actuaron fuerzas por fuera de mi control. Mirando hacia adelante, me veo como sujeto, un ser moral que elige, que decide qué camino tomar desde aquí y donde quiero eventualmente estar.

Ambas son formas legítimas de pensar, pero una lleva al resentimiento, amargura, ira y deseo de venganza. La otra conduce al desafío, coraje, fuerza de voluntad y autocontrol. Para mí, es lo que Mijaila Peterson y los sobrevivientes del Holocausto representan: el triunfo de la elección sobre el destino.

           Jordan Peterson arribó a su filosofía de vida a través de las batallas propias, las del padre contra la depresión y la de su hija contra su condición física. Los judíos lo hicieron a través de las enseñanzas transformadoras de vida de Moshé, especialmente en el libro de Deuteronomio, representadas en los primeros versículos de nuestra parashá.

Vean, estoy presentando hoy ante ustedes una bendición y una maldición: la bendición será si cumplen con los preceptos del Señor vuestro Dios que les estoy dando hoy; y la maldición, si no cumplen con los preceptos del Señor vuestro Dios, y se alejan del camino que les estoy ordenando hoy… (Deut. 11: 26-28)

A lo largo de Deuteronomio, Moshé repite: no piensen que vuestro futuro será determinado por fuerzas que van más allá de vuestro control. Ustedes están rodeados de factores que no controlan, pero lo que cuenta es cómo eligen. Todo lo demás dependerá de ello. Si eligen lo bueno, les pasarán cosas buenas. Si eligen lo malo, eventualmente sufrirán. Malas elecciones generan malas sociedades, y con ellas, con el tiempo, se pierde la libertad. Yo no puedo elegir por ustedes.

La elección, dice una y otra vez, es enteramente vuestra: tuya como individuo, en segunda persona del singular, y vuestra como pueblo, en segunda persona del plural. La resultante fue, notablemente, que los judíos no se sintieron como víctimas. Y la figura clave en esto, muchos siglos después de Moshé, fue Jeremías. Él reiteró que la fortaleza de un país no dependía de la fuerza de su ejército sino de la fuerza de su sociedad. Hay justicia? Hay compasión? La gente está preocupada por el bienestar de otros o solo del propio? Hay corrupción en los altos mandos?

Los líderes religiosos tienen en cuenta las falencias morales del pueblo y creen que lo único que hay que hacer es seguir el ritual del Templo y todo andará bien, o sea que Dios nos salvará de nuestros enemigos? Jeremías insistió, en pocas palabras, en que Dios no nos salvará de nuestros enemigos hasta que nosotros no nos salvemos de nuestros propios impulsos inferiores.

Cuando sobrevino el desastre – la destrucción del Templo – Jeremías proclamó una de las afirmaciones más importantes de la historia. No vio la conquista de Babilonia como una derrota de Israel y su Dios. Lo vio como una derrota de Israel causada por su Dios. Y fue esto lo que rescató la esperanza. Dios está aún allí, decía, vuelvan a Él y Él retornará a ustedes. No se consideren víctimas de los babilonios. Defínanse como personas morales libres, capaces de elegir un futuro mejor.

Los judíos pagaron un elevado precio psicológico por concebir a la historia como lo hicieron. “Debido a nuestros pecados fuimos exiliados de nuestra tierra,” decimos repetidamente en nuestras plegarias. Nos negamos a definirnos como víctimas de cualquier otro, sean los egipcios, asirios, babilonios, el destino, lo inexorable de la historia, el pecado original, las pulsiones inconscientes, la evolución ciega, el determinismo genético o la inevitable lucha por el poder. Nos culpamos a nosotros mismos: “Debido a nuestros pecados.”

Es una carga de culpa muy pesada, insoportable, si no fuera por nuestra fe en el perdón Divino. Pero la alternativa es más pesada aún, principalmente, asumir el papel de víctima, no preguntándonos  “Qué  fue lo qué hicimos mal?” sino “Quién fue el que nos hizo esto?”

“Vean, estoy poniendo ante ustedes una bendición y una maldición.” Ese fue el mensaje reiterado de Moshé en el último mes de su vida. Siempre existe la elección. Como dijo Viktor Frankl, aún en Auschwitz teníamos una libertad que no nos la podían sacar: la libertad de elegir cómo responder. El papel de víctima nos lleva a un pasado que no podemos modificar. La elección nos conduce a un futuro que sí podemos cambiar, liberándonos de quedar cautivos de nuestro resentimiento, y llamándonos a lo que Emmanuel Levinas llamó Difficile Liberté, “difícil libertad.”

Hay en realidad víctimas en este mundo y ninguno de nosotros debe minimizar sus vivencias. Pero en muchos casos (admito que no en todos) lo más importante es ayudarlos a recobrar su sentido de acción. Esto nunca es fácil, pero es esencial para no sucumbir en la propia impotencia adquirida. Nadie debería culpar a una víctima. Pero tampoco animar a que la víctima permanezca siéndolo. Mijaila Peterson y los sobrevivientes del Holocausto requirieron un inmenso coraje para elevarse sobre el papel de víctima, pero qué triunfo lograron para la libertad humana, la dignidad y la responsabilidad.    De ahí la idea transformadora: Nunca te asumas como víctima. No puedes modificar el pasado, pero sí tu futuro. Siempre existe una elección, y ejerciendo la fortaleza de elegir, podemos elevarnos por sobre nuestro destino.

 

SacksSignature

  1. El hecho de que ha sido acusado de ser antisemita me llena de vergüenza por los que lo han hecho. Hay suficiente antisemitismo verdadero en el mundo de hoy para qué nos enfoquemos en lo real, y no transformar en enemigo el que en realidad es amigo.

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