Traductor: Carlos Betesh
Editor: Ben-Tzion Spitz
Haciendo que dure el amor
Vaetjanan 5778
Rabino Sacks Vaetjanan 5778 [PDF]
En el curso de los últimos meses he estado conversando con pensadores, intelectuales, innovadores y filántropos para una serie de la BBC sobre los desafíos morales del siglo XXI. Una de las personas con las cuales hablé fue David Brooks, uno de los moralistas más perspicaces de nuestro tiempo. Las conversaciones con él siempre fueron rutilantes, pero una de sus afirmaciones fue especialmente bella. Es la llave que permite acceder a todo el proyecto delineado por Moshé en Sefer Debarim, el quinto y último libro de la Torá.
Habíamos estado hablando de pactos y compromisos. Yo sugerí que en la actualidad, mucha gente de Occidente tiene aversión a los compromisos, recelosos de atarse incondicionalmente y en forma concluyente a algo o a alguien. La mentalidad de mercado que predomina ahora nos anima a probar esto, tomar una muestra de aquello, experimentar y mantener las opciones abiertas para conseguir la versión más reciente o la más conveniente. Los compromisos de lealtad son pocos y espaciados.
Brooks asintió y observó que hoy en día la libertad es concebida como libertad–de, o sea, ausencia de restricción. No nos gusta estar atados. Pero la libertad que verdaderamente vale la pena tener es la libertad–para, o sea, la capacidad de hacer algo difícil y que requiere esfuerzo y capacidad. (1) Por ejemplo, si se quiere tener la libertad de tocar el piano, es necesario encadenarse a él y practicar todos los días.
La libertad en este sentido no significa ausencia de restricción, sino la elección de la restricción adecuada. Eso significa un compromiso, que a la vez lleva elegir descartar otras opciones. Después afirmó: “Mi definición preferida de compromiso es enamorarme de algo y luego construir una estructura de conducta que lo sostenga para el momento en que el amor decaiga.”
Me impactó como una hermosa vía para englobar una de las características fundamentales de Sefer Debarim específicamente, y del judaísmo en general. El libro de Deuteronomio es más que una mera serie de discursos de Moshé en los últimos meses de su vida, más que su tzavaah, el legado ético para las generaciones futuras. También es más que Mishné Torá (2) la recapitulación del resto de la Torá, la confirmación de las leyes y la historia del pueblo judío a partir de su estadía en Egipto.
Se trata de una afirmación teológica fundamental de lo que el judaísmo es. Intenta integrar la narrativa y la ley en una única visión coherente. Lo que sería crear una sociedad libre, gobernada por la ley bajo la soberanía de Dios: una sociedad de justicia, compasión y respeto por la dignidad humana. Está concebida en base a un acto de consentimiento mutuo de Dios hacia un pueblo y de ese pueblo con Dios.
El compromiso en sí es un acto de amor. En la esencia de ese acto están las famosas palabras de la Shemá que están en la parashá de esta semana; “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo el alma, y con todas tus fuerzas” (Deut. 6:5). La Torá es la narrativa fundacional de la tensa, y a veces tempestuosa, unión entre Dios y el pueblo, frecuentemente terco. Es una historia de amor.
Podemos ver cuán primordial es el amor en el libro de Deuteronomio, al ver la frecuencia con la que aparece la raíz a-h-v, “amar”, en cada uno de los cinco libros de la Torá. En Génesis figura 15 veces, pero en ninguna de ellas se refiere a la relación de Dios con un ser humano. Trata sobre los sentimientos entre esposos, o de los padres con sus hijos. En los otros cuatro las citas son las siguientes:
Éxodo 2
Levítico 2
Números 0
Deuteronomio 23
Repetidas veces escuchamos referencias sobre el amor en ambas direcciones: de los israelitas a Dios y de Dios a los israelitas. Es especialmente impactante este último caso. Acá cito algunos ejemplos:
El Señor no manifestó Su afecto ni los eligió a ustedes por ser más numerosos que otros pueblos, ya que ustedes lo eran menos. Lo hizo porque el Señor los amó…(Deut. 7: 7-8)
Al Señor, vuestro Dios, le pertenecen los cielos, aún los más altos, la tierra y todo lo que hay en ella. Pero el Señor ligó su afecto a vuestros antepasados y los amó, y Él los eligió a ustedes, sus descendientes, entre todas las naciones – como es al día de hoy. (Deut. 10: 14-15)
El Señor vuestro Dios no quiso escuchar a Bilaam sino que tornó la maldición en bendición para ustedes, porque el Señor vuestro Dios los ama. (Deut. 23: 5)
La verdadera pregunta es cómo esta visión se conecta con el contenido legal, halájico, de la mayor parte de Debarim. Por un lado, tenemos esta apasionada declaración de amor por parte de Dios a un pueblo, y por el otro hay un código legal que cubre la mayoría de los aspectos de la vida de los individuos y de la nación, una vez que entren en la Tierra. Ley y amor no son cosas que naturalmente vayan juntas. Qué tiene que ver una cosa con la otra? Eso es lo que sugiere la frase de David Brooks: compromiso es enamorarse de algo y después erigir una estructura de comportamiento en su derredor para sostener ese amor en el tiempo. La ley, las mitzvot, la halajá es la estructura del comportamiento. El amor es una pasión, una emoción, un estado enaltecido, una experiencia cumbre. Pero un estado emocional no puede garantizarse eternamente. Nos unimos en poesía, pero permanecemos casados en prosa.
Ese es el motivo por el cual precisamos leyes, rituales, hábitos de acciones. Los rituales son el marco que mantiene vivo al amor. Conocí una vez una pareja fantástica, un matrimonio muy feliz. El marido, con gran devoción, le traía el desayuno a la cama a su esposa todas las mañanas. No estoy seguro de que necesitara o aún deseara tomar el desayuno en la cama todas las mañanas, pero lo aceptaba graciosamente porque sabía que era un homenaje que él le quería hacer, y efectivamente mantenía vivo el amor. Después de décadas de matrimonio, todavía parecía que estaban en su luna de miel.
Sin que sea mi intención hacer una comparación exacta, eso es lo que la vasta multiplicidad de los rituales del judaísmo, muchos de ellos descriptos en el libro de Deuteronomio, efectivamente logró. Los rituales sostuvieron el amor entre Dios y el pueblo. Se oyen cadencias de ese amor a través de las generaciones. Está en el libro de Salmos: “Tú, Dios eres mi Dios, te busco con sinceridad; Clamo por Ti, todo mi ser te anhela, en una tierra seca y yerma donde no hay agua”(Sal. 63:1). Está en Isaías: “Aunque las montañas se sacudan y los montes se remuevan, Mi amor constante por ustedes no se sacudirá ni Mi pacto de paz se removerá” (Is. 54: 10). Está en el sidur, en la bendición de la Shemá: “Tú nos has amado con gran amor / con amor duradero.” Está ahí, apasionadamente, en la canción Yedid Nefesh, compuesta en el siglo XVI por el cabalista de Safed, Elazar Azikri. Y permanece allí en las canciones compuestas año tras año en el Israel actual. Aunque se refieran al amor nuestro por Él, o del de Dios por nosotros, el amor sigue vigente después de 33 siglos. Es un período sustancial para que dure un amor, y creemos que será para siempre.
Podría haber ocurrido sin los rituales, los 613 preceptos que llenan nuestros días y nos recuerdan la presencia de Dios? No lo creo. Las veces que los judíos abandonaron la vida de los preceptos, en pocas generaciones perdieron su identidad. Sin los rituales, eventualmente el amor muere. Con ellos el resplandor de las brasas permanece, y aún tienen la posibilidad de estallar en llamas. No todo día de un largo y feliz matrimonio se vive como una boda, pero aún un amor envejecido todavía será poderoso si la coreografía de devoción afectuosa, el ritual de la cortesía y el cariño se sostienen.
En la vasta literatura halájica encontramos el ‘cómo’ y el ‘qué’ de la vida judía, pero no siempre el ‘por qué.’ El lugar especial que tiene el Sefer Debarim en el judaísmo como un todo, es que aquí, más claramente que en cualquier otro lugar, encontramos el ‘por qué.’ La ley judía es la estructura de comportamiento construida en el marco del amor entre Dios y su pueblo, de forma que el amor se mantiene más allá del decaimiento de la pasión de los sentimientos iniciales. De ahí la idea transformadora de vida: si deseas tener un amor que no muera, construye en su derredor una estructura de rituales – pequeños actos de bondad, pequeños gestos de sacrificio por la persona amada – y serás recompensado con una silenciosa alegría, una luz interna que durará toda la vida.
- Esto es similar, aunque no idéntico a la distinción de Isaiah Berlin entre la libertad negativa y la positiva, en su famoso ensayo ‘Dos Conceptos de Libertad’ reeditado en Isaiah Berlin, Liberty, ed. Henry Hardy, Oxford University Press, 2002, 166-217.
- Este era el nombre original del libro. El término Deuteronomio, del latín qué significa “segunda ley” fue un intento de captar el sentido del libro como reafirmación de las leyes.