Traductor: Carlos Betesh
Editor: Ben-Tzion Spitz
Pacto y conversación
Rabino Sacks Ki Tavo 5777 [PDF]
En dos frases de la parashá de esta semana, la Torá sintetiza toda la relación entre Dios y el pueblo de Israel.
Han afirmado (he-emarta) en este día, que el Señor es vuestro Dios, que caminarán por Sus sendas, que observarán Sus leyes, mandamientos y reglas, y que Le obedecerán. Y Dios ha afirmado (he-emirja) en este día, que ustedes son, como Él les prometió, Su pueblo atesorado que observará todos Sus mandamientos. (Deut. 26: 17-18)
Aquí está expuesto, con total claridad y simplicidad, la relación mutua y la reciprocidad que está en el corazón del pacto. Es una idea que se hizo famosa mediante dos jingles.
La primera, de William Norman Ewer:
Que raro
De Dios
Elegir a
Los judíos
Y la segunda, la respuesta judía:
No es
Tan raro –
Los judíos
Eligieron a Dios.
Entre Dios y el pueblo hay un vínculo de amor mutuo. Los israelitas se comprometen a ser fieles a Dios y a sus órdenes. Dios se compromete a cuidar al pueblo como Su tesoro – porque aunque es el Dios de toda la humanidad, guarda un lugar especial de afecto (hablando de manera antropomórfica) por los descendientes de los primeros seres que escucharon Su llamado y Le respondieron. Todo el Tanaj es esto. Lo demás son comentarios.
La versión inglesa que citamos es la publicación de la Sociedad Judía del Tanaj. Pero cualquier traducción tiende a ocultar la dificultad del verbo clave en ambas frases: le-ha’amir. Lo que es extraño es que, por un lado, es una forma del más común de los verbos bíblicos, lomar, decir. Por el otro, la utilización en este caso específico – hiphil, forma causativa – es única. No aparece en ningún otro lado en el texto bíblico, y por lo tanto su significado es oscuro.
La versión de la SJT los plantea como “afirmó”. Aryeh Kaplan, en The Living Torah, (la Torá viviente) lo traduce como “declaró su adhesión a”. Robert Alter elige “proclamó”. Otras interpretaciones son “se separaron” (Rashi), “fueron elegidos” (Septuaginta), “reconocidos” (Saadia Gaon), “elevados” (Radak, Sforno) “esposados” (Malbim), “dados fama” (Ibn Janaj), “cambiados todo por” (Jizkuni) “aceptado la unicidad de” (Rashi para Jaguiga 3a) o “hizo que Dios declare” (Yehuda Haleví citado por Ibn Ezra)
Con respecto a las traducciones cristianas, la versión de la Biblia de King James nos dice “Tú has garantizado que el Señor, en este día, es vuestro Dios”. La Nueva Versión Internacional dice: “Tú has declarado en este día que el Señor es vuestro Dios”. La Versión Inglesa Contemporánea indica: “”Como respuesta, has aceptado que el Señor será tu Dios”.
Cuál es el significado de esta particular forma del verbo “decir”? Por qué motivo fue utilizado aquí? El uso del lenguaje en la Torá no es vago, accidental, aproximado ni impreciso. En general, en los libros Mosaicos, el estilo refleja la sustancia. La forma en que algo está dicho se conecta con lo que se dice. Así es en este caso. Lo que tenemos ante nosotros es una propuesta muy profunda respecto a las consecuencias de la pregunta más fundamental que se puede plantear la humanidad: cuál es la naturaleza del vínculo entre los seres humanos y Dios – o entre los seres humanos entre sí – de modo tal que podamos asignar a nuestras vidas el carisma de la gracia? La respuesta dada por la Torá, tan profunda que debemos detenernos a meditarla, yace en el lenguaje, el discurso, las palabras. De ahí el señalamiento, en esta afirmación definitiva de la fe judía, del verbo “decir”.
Estamos en deuda con Wittgenstein, desarrollado posteriormente por J. L. Austin (How to do things with words) (Cómo hacer cosas con palabras) y por J. R. Searle (Speech Acts) (Actos de habla) por el hecho de clarificar que el lenguaje tiene múltiples funciones. Desde la época de Sócrates, los filósofos han tendido a concentrarse en una única función: el uso del lenguaje que describe o establece hechos. De ahí las preguntas clave de la filosofía y luego de la ciencia: Esta afirmación, es verdad? Corresponde a los hechos? Es consistente con otros factores? Puedo estar seguro? Qué evidencia tengo? Qué garantía tengo para creer lo que creo? El lenguaje es el medio que usamos para describir lo que es.
Pero eso es sólo uno de los usos del lenguaje, hay muchos otros. Lo usamos para clasificar, para dividir al mundo en sectores específicos de la realidad. También lo usamos para evaluar. “Patriotismo” y “patrioterismo” denotan ambos el mismo fenómeno – la lealtad a un país – pero con evaluaciones opuestas:
patriotismo = bueno, patrioterismo = malo.
Utilizamos el lenguaje para expresar emociones. En algunas ocasiones lo hacemos simplemente para iniciar una relación. Malinkowsky llamó a esto comunión fática (phatic), donde lo que importa no es lo que decimos, sino el simple hecho de hablar uno con el otro. (Robin Dunbar ha planteado recientemente que el discurso entre seres humanos es similar al “comportamiento de seducción” de los primates). También se puede usar el lenguaje para cuestionar, ordenar, plantear hipótesis e imaginar. Existen géneros literarios como la ficción y la poesía, que utilizan el lenguaje en forma compleja como medio de extender nuestro compromiso imaginativo con la realidad. El enfoque filosófico-científico que propone a la descripción como la única función del lenguaje – que llevado a un extremo conduce al movimiento filosófico conocido como “positivismo lógico” – es una forma de bloqueo auditivo a la rica variedad del discurso. Los libros Mosaicos contienen una serie de profundas reflexiones sobre la naturaleza y el poder del lenguaje. Esto tiene mucho que ver con el hecho de que los israelitas de la época de Moshé estaban en el lugar y el momento en que apareció el primer alfabeto, la escritura proto-semítica de la cual derivaron, en forma directa o indirecta, el resto de los alfabetos posteriores. El judaísmo marca la primera transición a escala nacional de la cultura oral a la escrita. De ahí la particular significación que se le asigna a la palabra hablada y escrita. Esto se descubre al comienzo mismo de la Torá. Toma la forma de un abandono radical del mito.
Dios habló y el mundo fue creado. No hay enfrentamiento, lucha ni uso de la fuerza para vencer a poderes rivales – como ocurre con todos los mitos, sin excepción. En vez, el verbo clave en Génesis 1 es simplemente leimor, “Dios dijo (vaiomer), que haya…y se hizo.” El lenguaje crea mundos.
Eso naturalmente es lenguaje Divino – no humano -. Sin embargo, J.L. Austin señaló que hay una contrapartida humana. Hay ciertas cosas que pueden ser creadas usando las palabras de una manera determinada. Austin llamó a esto proposición performativa (técnicamente, actos ilocucionarios). Cuando un juez declara “Esta corte entra en sesión”, no está describiendo algo sino haciendo algo. Cuando el novio le dice a su futura esposa en la jupá, “por este anillo serás consagrada a mí según las leyes de Moshé y de Israel,” no está constatando un hecho sino creándolo.
La manera más básica de expresión performativa es hacer una promesa. Aquí se usa el lenguaje para crear una obligación. Algunas promesas son unilaterales (X se compromete a hacer algo por Y), otros son mutuos (X e Y establecen un compromiso que los liga). Hay promesas específicas (“me comprometo a pagarte $ 1,000”), otras son de final abierto (“prometo cuidarte, pase lo que pase”). El ejemplo supremo entre seres humanos de esto último es el compromiso mutuo en el matrimonio. El ejemplo supremo de compromiso mutuo entre seres humanos y Dios es el pacto. Eso es lo que dicen nuestros dos versículos: que Dios y el pueblo de Israel se comprometen mediante un pacto, una relación que entra en existencia mediante palabras, y se sostiene honrando esas palabras.
Esta es la propuesta singular más radical de la Biblia hebrea. No existe contrapartida en ninguna otra religión. Lo que es supremamente sagrado es el lenguaje, cuando es usado para crear un vínculo moral entre dos partes. Esto significa que la forma suprema de una relación es aquella en la cual una no depende del poder, de una fuerza superior o una jerarquía de dominación y sometimiento. El pacto es una relación en el cual ambas partes reconocen la dignidad del otro. Un pacto sólo existe en base a un libre consentimiento. También indica que entre el Dios Infinito y la humanidad infinitésima, puede establecerse una relación – porque, a través del lenguaje, se pueden comunicar uno con el otro. Los factores claves de la Torá son que a) Dios habla y b) Dios escucha. El uso del lenguaje para crear una relación de vínculo mutuo es lo que liga a Dios con la humanidad. Por eso, los dos versículos significan: “Hoy, mediante un acto de palabra, han hecho a Dios vuestro Dios, y Dios los ha hecho Su pueblo”. Palabras, lenguaje, el acto de decir, han creado una relación de final abierto, eternamente ligada.
Es por eso que le he dado el nombre a esta serie de comentarios sobre la Torá: Convenio (pacto) y Conversación. El judaísmo es un pacto, un casamiento entre Dios y un pueblo. La Torá es el registro escrito de ese pacto. Es el contrato matrimonial como novia de Dios. La conversación – hablar y escuchar – es lo que hace el pacto posible. Eso explica las dos formas de la Torá: la escrita, a través de la cual Dios nos habla, y la Torá Oral, mediante la cual le hablamos a Dios por la vía de interpretar Su palabra. El judaísmo es una conversación de final abierto, de compromiso mutuo, entre el Cielo y la tierra.
Pese a la profunda influencia del judaísmo sobre las dos religiones posteriores, el cristianismo y el Islam, ninguno de los dos adoptó esta idea (es cierto que algunos teólogos cristianos hablan de pacto, pero es diferente, más unilateral que recíproco). No existen conversaciones entre Dios y seres humanos en el Nuevo Testamento ni en el Corán – ninguno que represente los diálogos del Tanaj entre Dios, Abraham, Moshé, Elías, Oseas, Jeremías, Joná, Habakkuk y Job. Judaísmo, cristianismo e Islam – la religión del diálogo sagrado, la religión de la salvación y la religión de la sumisión – son tres cosas distintas. El uso del lenguaje para crear una ligazón entre lo Infinito y lo finito – a través del pacto por un lado y conversación por el otro – es lo que hace diferente al judaísmo. Eso es lo establecido simplemente en estos dos versículos: Hacer ser una relación por medio del habla, le-ha’amir, es lo que hace que Dios sea nuestro Dios, y nosotros, Su pueblo.