Rabino Sacks Beshalaj 5777 – El poder del rúaj

Traductor: Carlos Betesh

Editor: Ben-Tzion Spitz

El poder del rúaj  

Beshalaj – 11 de febrero, 2017 / 15 Shvat 5777

Rabino Sacks Beshalaj 5777 [PDF] 

En septiembre de 2010 la BBC de Londres, Reuters y otras agencias de noticias transmitieron un sensacional descubrimiento científico: investigadores del Centro de Investigaciones Atmosféricas y de la Universidad de Colorado de EEUU, demostraron mediante una simulación computada cómo pudo haber ocurrido la división de las aguas del Mar Rojo.

Utilizando una simulación que emplea un sofisticado modelo, demostraron que al soplar un intenso viento del Este durante la noche, el agua pudo haber retrocedido hasta un codo donde en la antigüedad el río desembocaba en una laguna costera. El agua pudo haber sido guiado hacia dos vías hídricas, abriéndose una vía terrestre en el codo, permitiendo de esa forma que personas pudieran transitar sobre la superficie del lodo que quedaba expuesto. Apenas amainó el viento, las aguas habrían retornado a su cauce. Como señaló el director del proyecto y la publicación posterior, “la simulación coincide en gran medida con lo relatado en el libro de Éxodo.”

Por lo tanto tenemos ahora una evidencia científica para confirmar el relato bíblico, aunque para ser más precisos, un caso similar fue presentado hace unos años por Colin Humphreys, profesor de Ciencias de Materiales de la Universidad de Cambridge y profesor de Física Experimental del Instituto Real de Londres, en su libro Los Milagros de Éxodo.

Sin embargo para mí, la verdadera cuestión está en el relato bíblico. Porque es aquí mismo donde se encuentra una de las más fascinantes características de cómo la Torá narra las historias. He aquí el pasaje clave:

Entonces Moshé extendió su mano hacia el mar, y todo el poder del Señor hizo retroceder al mar con un fuerte viento del este y lo transformó en tierra seca. Las aguas estaban divididas, y los israelitas pasaron a través del mar por tierra firme, con una pared de agua a la derecha y otra pared de agua a la izquierda. (Ex. 14: 21-22).   

El pasaje se puede leer de dos maneras. La primera es que lo que ocurrió fue una suspensión de las leyes de la naturaleza. Fue un evento sobrenatural. Las aguas formaron, literalmente, una pared.

La segunda es que lo que ocurrió fue milagroso, y no porque se suspendieran las leyes de la naturaleza. Por el contrario, como queda demostrado por el experimento de simulación computada, la exposición de un tramo de tierra seco en ese lugar en particular del Mar Rojo fue una consecuencia natural del fuerte viento del este. Lo milagroso es que ocurrió ahí, justo en el momento en que los israelitas parecían estar atrapados, sin poder avanzar debido al mar y sin poder retroceder porque el ejército egipcio los perseguía.

Hay una diferencia significativa entre las dos interpretaciones. La primera apela a nuestra sensación de asombro. El extraordinario hecho de que las leyes naturales se suspendan para permitir que un pueblo logre la libertad. Es una historia que apela a la imaginación infantil. Pero la explicación naturalista es asombrosa en otro nivel completamente distinto. Acá la Torá utiliza la ironía: el principal factor que hizo que los egipcios de la era de Ramsés fueran tan formidables es que poseían el último y más poderoso recurso de la tecnología militar: los carruajes ecuestres. Los hizo imbatibles en las batallas, y por ende, eran muy temidos.

Lo que ocurrió en el mar es justicia poética de lo más exquisita. Hay una sola circunstancia por la que un grupo humano que viaja de a pie pueda escapar a un ejército bien entrenado y con carruajes: que deban pasar por una ruta marítima embarrada. Las personas pueden continuar caminando, pero las ruedas de los carros quedan frenadas por el lodo. El ejército egipcio no puede avanzar ni retroceder. El viento amaina. El agua retorna. Los poderosos ahora son débiles, mientras que los débiles ahora van camino a la libertad.

La segunda narrativa tiene una profundidad moral de la que la primera carece, y resuena en el Libro de Salmos:

Su placer no está en la fuerza del caballo ni está Su delicia en las piernas del combatiente; al Señor le placen los que le temen, los que ponen su esperanza en Su amor infalible. (Salmo 147: 10-11)

La forma elegante y simple con que la Torá describe la división de las aguas del Mar Rojo permite la lectura en dos niveles bastante distintos, uno como milagro sobrenatural, el otro como relato sobre los límites de la tecnología cuando se trata de la verdadera fuerza de las naciones, que para mí es lo más impactante. Es un texto escrito en forma deliberada para que nuestra comprensión pueda profundizarse a medida que maduramos, y ya no nos interesa la mecánica de los milagros sino cómo se gana o se pierde la libertad.

Por eso es bueno saber cómo ocurrió lo de la división de las aguas, pero queda una profundidad del relato bíblico que no se agota con las simulaciones de computación u otras evidencias históricas o tecnológicas, sino que depende de tener la sensibilidad necesaria para captar su delicada y deliberada ambigüedad. Así como el rúaj, un viento físico, puede partir aguas y exponer la tierra que está debajo, así también el rúaj, el espíritu humano, puede exponer, debajo de la capa superficial de una historia, el significado profundo subyacente.

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