Re’eh 5774 – Definiendo la Realidad

jonathan_sacksComentario del Rabino Jonathan Sacks, traducido del ingles por Ana Barrera.

Editor: Marcello Farias

Re’eh 5774 – Definiendo la Realidad

Uno de los talentos de los grandes líderes, y uno del que cada uno de nosotros puede aprender, es el que ellos enmarcan la realidad para el grupo. Ellos definen su situación. Ellos especifican sus objetivos. Ellos articulan sus opciones. Ellos nos dicen dónde estamos y cómo vamos a ir en un camino como ningún sistema de navegación satelital puede hacerlo. Ellos nos enseñan el mapa y el destino, y nos ayudan a ver por que deberíamos elegir este camino y no aquel. Ese es uno de los más grandes roles magisteriales, y nadie lo hico de manera tan poderosa como lo hizo Moisés en el libro del Deuteronomio.

Aquí esta cómo él lo hace en el principio de la parsha de esta semana:

Mirad, yo estoy hoy dando delante de vosotros la bendición y la maldición- la bendición si obedecen los mandamientos del Señor vuestro Dios que yo os estoy dando hoy; la maldición, si desobedecen los mandamientos del Señor vuestro Dios, y se alejan de la forma en que yo os mando hoy, siguiendo a dioses ajenos que no habéis conocido. (Deut. 11:26-28)

Aquí, en palabras aún más ponderosas, es como él lo pone más adelante en el libro:

Mirad, yo he puesto delante de vosotros vida y el bien, muerte y el mal…Este día llamo a los cielos y a la tierra como testigos contra vosotros que yo he puesto su vida y muerte, la bendición y la maldición. Por lo tanto elijan la vida para que vosotros y vuestros hijos después de ustedes puedan vivir. (Deut. 30:15,19)

Lo que Moisés está hacienda aquí es definir la realidad para la siguiente generación y para todas las generaciones. El está haciendo como un prefacio a lo que está por seguir en los siguientes capítulos, a saber una reafirmación sistemática de la ley judía cubriendo todos los aspectos de vida para la nueva generación en su tierra.

Moisés no quiere que el pueblo pierda la visión más grande por estar abrumado con los detalles. La ley judía y sus 613 mandamientos es detallada. Tiene el objetivo la santificación de todos los aspectos de la vida, del ritual diario a la propia estructura de la sociedad y sus instituciones. Tiene el objetivo de formar un mundo social en el que nosotros convirtamos, incluso, ocasiones seculares en encuentros con la Divina presencia. A pesar de los detalles, dice Moisés, la elección que yo pongo ante ustedes es realmente muy simple.

Nosotros, el dice a la siguiente generación, somos únicos. Somos una nación pequeña. No tenemos los números, la riqueza ni el armamento sofisticado de los grandes imperios. Somos más pequeños que incluso muchos de nuestras naciones vecinas. Por ahora nosotros ni siquiera tenemos un territorio. Pero somos diferentes, y esa diferencia define de una sola vez y para siempre quiénes somos y por qué. Dios nos ha elegido para hacernos Su participante en la historia. El nos liberó de la esclavitud y nos tomó como Su propio socio en el pacto.

Esto no es por nuestros méritos. “No es por su justicia o su integridad que tomarán posesión de su tierra” (Deut. 9:15). Nosotros no somos más justos que otros, dice Moisés. Es porque nuestros ancestros – Abraham, Isaac, Jacob, Sarah, Rebecca, Rachel y Leah – fueron las primeras personas en prestar atención al llamado del Dios único y seguirlo, adorando no a la naturaleza pero al Creador de la naturaleza, no al poder pero a la justicia y la compasión, no a la jerarquía sino a una sociedad de igual dignidad que incluye en ella misma su ámbito de preocupación a la viuda, al huérfano y al extraño.

No piensen, dice Moisés, que podemos sobrevivir como nación entre las naciones, adorando lo que ellos adoran y viviendo como ellos viven. Si lo hacemos, nosotros seremos sujetos de la ley universal que ha gobernado el destino de las naciones desde los albores de la civilización hasta este día. Las naciones nacen, crecen, florecen, se hacen complacientes, luego corruptas, entonces divididas, después vencidas, y entonces mueren, para ser recordadas sólo en libros de historia y museos. En el caso de Israel, pequeña e intensamente vulnerable, el destino llegará más pronto que tarde. Eso es lo que Moisés llama “la maldición”.

La alternativa es simple – incluso aunque sea demandante y detallada. Significa tomar a Dios como nuestro soberano, juez de nuestras hazañas, enmarcador de nuestras leyes, autor de nuestra libertad, defensor de nuestro destino, objeto de nuestra adoración y nuestro amor. Si nosotros predicamos nuestra existencia en algo – algún Único – vastamente más grandioso que nosotros mismos, entonces serramos levantados más altos de lo que podremos alcanzar por nosotros mismos. Pero eso necesita total lealtad a Dios y a Su ley. Eso es la única forma en que evitaremos una debacle, decaer y ser vencidos.

No hay nada puritano sobre esta visión. Dos palabras claves del Deuteronomio son amor y alegría. La palabra “amor” (la raíz a-h-v) aparece dos veces en el Éxodo, dos veces en el Levítico, no aparece del todo en Números, pero 23 veces en el Deuteronomio. La palabra “alegría” (raíz s-m-j) aparece sólo una vez en el Génesis, una en el Éxodo, una en el Levítico, una en Números pero doce veces en el Deuteronomio. Moisés no esconde el hecho que la vida bajo el pacto será demandante. Tampoco el amor o la alegría vienen en una escala social sin códigos de auto-control y compromiso con el bien común.

Moisés sabe que el pueblo muy a menudo piensa y actúa en forma corto-placista prefiriendo el placer de hoy a la felicidad del mañana, ventaja personal sobre el bien de la sociedad como un todo. El pueblo hace cosas tontas, individualmente y colectivamente. Entonces a lo largo del Deuteronomio él insiste una y otra vez que el camino para el florecimiento a largo plazo – el ‘bien’, la ‘bendición’, la vida misma – consiste en hacer una simple elección: aceptar a Dios como tu soberano, hacer Su voluntad, y las bendiciones vendrán. Si no, tarde o temprano serán conquistados y dispersados y entonces sufrirán más de lo que se pueden imaginar. Así Moisés define la realidad para los israelitas de su tiempo y todos los tiempos.

¿Qué tiene que ver esto con el liderazgo? La respuesta es que el significado de los eventos nunca es evidente. Siempre está sujeto a interpretación. Algunas veces, por disparates o miedo o fracaso de la imaginación, los líderes lo interpretan mal. Neville Chamberlain definió el reto del levantamiento al poder de la Alemania nazi como la búsqueda de “paz en nuestro tiempo”. Esto llevó a Churchill a darse cuenta que eso estaba mal, y que el reto real era la defensa de la libertad contra la tiranía.

En los días de Lincoln había muchas personas en pro y en contra de la esclavitud lo que llevó a Lincoln a definir la abolición de la esclavitud como un paso necesario a la preservación de la Unión.  Fue la visión mayor lo que le permitió decir, en la Segunda Inauguración, “Con la malicia hacia nadie, con caridad para todos, con firmeza en el derecho que Dios nos da para ver el bien, esforcémonos por terminar el trabajo en el que estamos, vendar las heridas de la nación…” El no permitió ni a la abolición misma ni al final de la Guerra Civil, ser visto como una victoria de alguna de las partes sobre la otra, sino lo definió como una victoria para la nación como un todo.

Expliqué en mi libro sobre religión y ciencia, La Gran Sociedad (The Great Partnership), que hay una diferencia entre la causa de algo y su significado. La búsqueda de la causa es tarea de la explicación. La búsqueda del significado es el trabajo de la interpretación. La ciencia puede explicar pero no puede interpretar. ¿Fueron las diez plagas en Egipto una secuencia natural de eventos, o un castigo Divino, o ambas cosas? No hay experimentos científicos que pueda resolver esta cuestión. ¿Fue la división del Mar Rojo una intervención en la historia o un extraño viento del Este que expuso el fondo sumergido de un antiguo río? ¿Fue el Éxodo un acto de Divina liberación o una serie de suertudas coincidencias que permitieron a un grupo de esclavos fugitivos escapar? Cuando todas las explicaciones causales se han dado, la calidad del milagro – un evento que cambia la época en la cual vemos la mano de Dios – permanece. La cultura no es naturaleza. Hay causas en la naturaleza, pero sólo en la cultura hay significados. El homo-sapiens es singularmente un animal creador de cultura, buscador de significado, y esto afecta todo lo que hacemos.

Viktor Frankl, el psicoterapeuta que sobrevivió Auschwitz, solía enfatizar que nuestras vidas están determinadas no por lo que nos pasa sino por cómo respondemos a lo que nos pasa – y cómo respondemos depende de cómo interpretamos los eventos. ¿Es este desastre el final de mi mundo o es la llamada de la vida para que ejercite la fuerza heroica para que pueda sobrevivir y ayudar a otros a sobrevivir? Las mismas circunstancias pueden ser de manera diferente por dos personas, llevando a una a la desesperación, a la otra a una fortaleza heroica. Los hechos pueden ser los mismos pero los significados diametralmente diferentes. Cómo interpretamos el mundo afecta a cómo respondemos al mundo, y son nuestras respuestas las que forman nuestra vida, individual y colectivamente.

Esto es por qué, en las famosas palabras de Max De Pree, “La primera responsabilidad de un líder es definir la realidad.”[1]

En cada familia, cada comunidad, y cada organización, hay juicios, pruebas y tribulaciones. ¿Acaso estas lideran los argumentos, culpas y recriminaciones? ¿O son los grupos los que las ven providencialmente, como una ruta a algún bien futuro (un “descendente que lleva a un ascendente” como el Rebbe de Lubavitch solía decir siempre)? ¿Acaso trabajan juntos para encontrar el reto? Mucho, quizá todo, va a depender en cómo el grupo defina su realidad. Entonces va a depender del liderazgo o ausencia de liderazgo que haya tenido hasta ahora. Las familias y comunidades fuertes tienen un claro sentido de lo que son sus ideales, y no son soplados fuera de curso por los vientos de cambio.

Nadie hizo esto de manera más poderosa que Moisés en la forma en la que él monumentalmente enmarcó la elección: entre el bien y el mal, vida y la muerte, la bendición y la maldición, siguiendo a Dios por un lado, o eligiendo valores de las civilizaciones vecinas por el otro. La claridad es por qué los hititas, cananeos, ferezeos y jebuseos ya no existen, mientras el pueblo de Israel aún vive, a pesar de una historia sin par y de los cambios circunstanciales.

¿Quiénes somos? ¿Dónde estamos? ¿Qué estamos tratando de lograr y qué clase de pueblo aspiramos a ser? Estas son las cuestiones que los líderes ayudan al grupo a preguntar y responder, y cuándo un grupo lo hace junto es bendecido con una resiliencia y fortaleza excepcional.

 

 

 

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[1] Max De Pree, Leadership is an Art, New York, Doubleday, 1989.

 

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