¿Poder o Influencia?

Comentario del Rabino Jonathan Sacks, traducido del ingles por Ana Barrera.

Editor: Marcello Farias

Beha’alotja, ¿Poder o Influencia?

Hay un hermoso momento en la parsha de esta semana que demuestra a Moisés en lo alto de su generosidad como líder. Viene después de sus momentos más profundos de desesperación. El pueblo, como es su costumbre, había estado quejándose, esta vez sobre la comida. El pueblo estaba cansado del mana. El pueblo quería carne en lugar de mana. Moisés, apelando que ellos aún no había aceptado las dificultades de la libertad, reza para morir. “Si así es como ustedes me tratarán” Moisés dice a Dios, “por favor mátenme ahora mismo – y si yo he encontrado favor ante sus ojos – y no me dejen ver mi propia ruina” (Num. 11:15)

Dios le dice que apunte a setenta ancianos para ayudarle con la carga del liderazgo. Moisés lo hace, y el espíritu divino descansa sobre ellos. Pero también lo hace sobre otros dos hombres, Eldad y Medad, quienes no estaban entre los setenta elegidos. Evidentemente Moisés ha elegido seis hombres fuera de cada una de las doce tribus, haciéndolos 72, y después removió a Eldad y Medad por mucho. Sin embargo, ellos también fueron tomados en el momento de inspiración.

Josué, el segundo al mando, vio esto como una amenaza potencial. Moisés le responde con una magnanimidad espléndida: ‘¿Estas celoso por mi causa? ¡Deseo que todos los miembros del pueblo del Señor fueran profetas y que el Señor pusiera Su espíritu sobre ellos!’ (Num. 11:29)

Esto contrasta bruscamente con su conducta como líder después cuando su liderazgo es desafiado por Koraj y sus seguidores. En esa ocasión el no demostró mansedumbre ni generosidad. Al contrario, en efecto el oró que la tierra se los tragara, que “ellos se fueran vivos al reino de los muertos” (Num. 16: 28-30). Moisés es tajante, decisivo e implacable. ¿Por qué la diferencia entre Koraj de un lado y Eldad y Medad del otro?

Para entenderlo, es esencial captar la diferencia entre dos conceptos que usualmente son confundidos, a decir el poder y la influencia. Tendemos a pensar en ellos como similares sino idénticos. La gente de poder tiene influencia. La gente de influencia tiene poder. Pero no es así. Las dos son bastante diferentes y operan por diferentes lógicas, tan simple como lo demostrará el experimento.

Imagina que tienes poder total. Lo sea que digas, se hace. Entonces un día decides compartir tu poder con otras 9 personas. Tú ahora tienes a lo mejor décima parte del poder que tenías antes. Ahora imagina que tú tienes una cierta medida de influencia. Entonces tú decides compartir esa influencia con otras nueve personas a quienes haces tus socios. Tú tienes ahora diez veces más influencia de la que tenías antes solo porque ahora hay diez personas entregando el mismo mensaje.

El poder trabaja por división, la influencia por multiplicación. El poder, en otras palabras, es un juego de suma 0: entre más lo compartes, menos lo tienes. La influencia es un juego de suma más de 0: entre más la compartes, más la tienes.

A través de sus cuarenta años a la cabeza de la nación, Moisés tomó dos diferentes roles de liderazgo. Fue un profeta, enseñando Torah a los israelitas y comunicándose con Dios. También fue el equivalente funcional de un rey, liderando al pueblo en las jornadas, dirigiendo su destino y proveyéndolos con sus necesidades. El único rol de liderazgo que no tuvo, fue el de Sumo Sacerdote, que fue hacia su hermano Aarón.

Podemos ver su dualidad después en la narrativa cuando el induce a Josué como su sucesor. Dios le ordena:

Toma a Josué, hijo de Nun, un hombre espiritual, y pon tu mano sobre él…..Dale algo de tu honor (hod) para que toda la comunidad israelita lo obedezca. (Num. 27:18-20)

Se notan dos diferentes actos. Uno “pon tu mano [ve-samachta] sobre él”, es el origen del término semija, donde un rabino ordena a su alumno, garantizándole la autoridad de hacer reglas en su propio derecho. Los rabinos vieron su rol como la continuación de aquella que los profetas (“Moisés recibió la Torah del Sinai y la transmitió a Josué; Josué a los ancianos; los ancianos a los profetas; los profetas se la dieron a los hombres de la Gran Asamblea”, Avot 1:1). Por este acto de semija, Moisés estaba dando a Josué su rol como profeta.

Por el otro acto “Dale algo de tu honor”, Moisés estaba induciendo a Josué al rol de rey. En hebreo la palabra hod, honor, está asociada con la monarquía, como en la frase bíblica hod malkhut, “el honor de la monarquía” (Dan. 11:21; 1 Crónicas, 29-25).

Los reyes tenían poder – incluyendo el de la vida y la muerte (ver Josue 1:18). Los profetas no tenían poder, pero ellos tenían influencia, no solo durante sus vidas, pero en muchos casos, hasta este día. Parafraseando a Kierkegaard: cuando un rey muere su poder termina. Cuando un profeta muere, su influencia comienza.

Ahora vemos exactamente por qué la reacción de Moisés fue tan diferente en el caso de Eldad y Medad, y su reacción a Koraj y sus seguidores. Eldad y Medad no buscaron y no recibieron poder. Ellos meramente recibieron la misma influencia – el espíritu divino que emanó de Moisés. Ellos se convirtieron en profetas. Esa es la razón por la que Moisés dijo, “Deseo que todos los miembros del pueblo del Señor fueran profetas y que el Señor pusiera Su espíritu sobre ellos”. La profecía no es un juego de suma 0. Cuando se trata de liderazgo como influencia, entre más se comparte más se tiene.

Koraj, o al menos algunos de sus seguidores, buscaron poder, y el poder es un juego de suma 0. Cuando se trarta de malkhut, el liderazgo de poder, la regla es: “Hay un líder por generación, no dos” (1). En la monarquía un intento de poder es un intento de couo d’etat y tiene que ser resistido por la fuerza. De otra manera, el resultado es una división de la nación en dos, como sucedió después de la muerte del Rey Salomón. Moisés no pudo dejar que el reto de Koraj no fuera respondido sin comprometer fatídicamente su propia autoridad.

Entonces, el judaísmo demarca claramente el liderazgo como influencia y el liderazgo por poder. Es incondicional en su apoyo al primero, y profundamente ambivalente sobre el segundo. El Tanaj es una polémica sostenida contra el uso del poder. Todo el poder, de acuerdo a la Tora, el poder le corresponde por derecho sólo a Dios. La Tora reconoce la necesidad, en un mundo imperfecto, del uso de fuerza coercitiva para mantener la regla de la ley y la defensa del reino. De ahí su apoyo a la designación de un rey deseado debidamente por el pueblo (2). Pero esto es claramente una concesión, no un ideal. (3).

El liderazgo real adoptado por el Tanaj y por el judaísmo rabínico es el de la influencia, sobre todo aquella de los profetas y maestros. Esa es la última distinción dada a Moisés por tradición. Lo conocemos como Moisés Rabbenu, Moisés nuestro maestro. Moisés fue el primero en una larga lista de figuras de historia del judaísmo – sobre ellos Ezra, Hillel, Rabban Yohanan ben Zakkai, Rabbi Akiva, los sabios del Talmud y los escolares de la Edad Media – quienes representan una de las más revolucionarias ideas del judaísmo: el maestro como héroe.

El judaísmo fue la primera gran civilización en predicar su propia sobrevivencia sobre la educación, casas de estudio, y aprendizaje como la experiencia religiosa más alta, incluso por encima de la oración (4). La razón es esta. Los líderes son personas capaces de movilizar a otros para actuar en ciertas maneras. Si ellos alcanzan esto solo porque tienen el poder sobre ellos, esto significa tratar a las personas como medios, no como el fin; como cosas y no como personas. No es accidental que el único gran escritor sobre liderazgo como poder sea Maquiavelo.

La otra manera de obtenerlo es hablar a las personas de necesidades y aspiraciones y enseñarles cómo alcanzarlas juntos como un grupo. Eso se hace a través del poder de una visión, fuerza de la personalidad, la habilidad de articular ideales compartidos en un lenguaje con el cual las personas se puedan identificar, y la capacidad de “levantar muchos discípulos” con quienes continuar el trabajo hacia el futuro. El poder disminuye a aquellos sobre quienes se ejerce. La influencia y la educación los levantan y los engrandece.

El judaísmo es una protesta sostenida a lo que Hobbes llamaba “inclinación general de toda la humanidad”, sin nombre, “un deseo perpetuo e incansable de poder tras poder que cesa solo con la muerte” (5). Eso probablemente sea la razón por la cual los judíos han ejercido rara vez el poder por periodos prolongados de tiempo, pero han tenido una influencia en el mundo fuera de toda proporción con sus números.

No todos nosotros tenemos poder, pero todos tenemos influencia. Eso es por qué cada uno de nosotros puede ser un líder. Las formas más importantes de liderazgo vienen no de la posición, título o ropas de oficina, no con prestigio y poder, pero con la voluntad de trabajar con otros para alcanzar lo que no podemos alcanzar solos; para hablar, para enseñar, para aprender, para tratar a los puntos de vista de otras personas con respeto e incluso si no están de acuerdo con nosotros, para explicar pacientemente y convincentemente por qué creemos lo que creemos y hacemos lo que hacemos; para alentar a otros, celebrar sus mejores emprendimientos y retarlos a ser mejores aún. Siempre elegir influencia en lugar de poder. Eso ayuda a cambiar a las personas quienes pueden cambiar el mundo.

 

(1) Sanhedrin 8a.

(2) Deuteronomio 17:15-20; I Samuel 8.

(3) Así que, en todo caso, es la opinión de Ibn Ezra, Rabbenu Bachya y Abarbanel.

(4) Ver Shabbat 10a.

(5) Hobbes, The Leviathan, part 1, ch. 11.

 

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