Reflexiones breves del Rabino Sacks sobre Pesaj

Pesaj es la historia de esperanza más vieja y transformadora jamás contada. Cuenta como un grupo de esclavos, sin nada especial, encontró su camino a la libertad del imperio más grande y duradero de su tiempo, incluso de todos los tiempos. Cuenta la narrativa revolucionaria de cómo el Poder supremo intervino en la historia para liberar a los desposeídos. Es la historia de la derrota de la probabilidad en manos de la fuerza de la posibilidad. Define qué es ser judío: un simbolo de esperanza viviente.


El Éxodo es la fuente inagotable de inspiración para aquellos que anhelan la libertad. Enseñó que el bien está por encima del poder; que la libertad y la justicia deben pertenecer a todos, no a algunos; que, ante Dios, todos los seres humanos son iguales; y que por encima de todos los poderes terrenales está el poder supremo, el Rey de reyes, que escucha el llanto de los oprimidos e interviene en la historia para liberar los esclavos.

Tomó varios siglos que esta visión se convierta en una propiedad compartida por las democracias liberales de occidente, y no existe garantía de que lo siga siendo.

La libertad es un logro moral, y sin un esfuerzo constante de educación se atrofia y debe lucharse una vez más para conseguirla.

Sin embargo, en Pesaj más que en cualquier otro lugar, vemos como, fiel a su fe a lo largo de los siglos, el pueblo judío se convirtió en el guardián de una visión a través de la cual, en última instancia, “todas las naciones de la tierra serán bendecidas” (Génesis 12:3)


Por muchos años estuve intrigado por las primeras palabras que decimos en Pesaj: “Este es el pan de la aflicción que nuestros ancestros comieron en Egipto. Que todo aquel que tenga hambre entre y lo coma con nosotros.”

¿Qué clase de hospitalidad es ofrecer al hambriento el pan de la aflicción?

Finalmente creo haber comprendido. El pan sin levar representa dos cosas. Era la comida que comían los esclavos. Pero también la comida que comieron los israelitas cuando dejaban Egipto, tan rápido que no pudieron dejar la masa levar. Era el pan de la aflicción, pero también el pan de la libertad.


El judaísmo es una fe que, más que cualquier otra, valora la mente, estimula las preguntas y nos compromete en el nivel más alto de rigor intelectual. Cada pregunta realizada en reverencia es el inicio de un viaje hacia Dios, y comienza con la costumbre que, en Pesaj, los padres judíos enseñen a sus hijos a preguntar, y así unirse al dialogo sin fin entre el entendimiento humano y el cielo.


Hay una profunda diferencia entre historia y memoria. Historia es su historia – un evento que pasó en otro tiempo a otras personas. Memoria es mi historia – algo que me pasó a mí y es parte de quien soy.

Ser judío es saber que por arriba y más allá de la historia está la tarea de la memoria. Más que cualquier otra fe, el judaísmo hizo de este tema una obligación religiosa.

Pesaj es donde el pasado no muere, sino que vive en el capítulo que escribimos en nuestras propias vidas y en la historia que contamos a nuestros hijos.


Una vez al año, cada año, se le ordena a cada judío revivir la experiencia de Egipto como un recordatorio constante del pan de la opresión y las hierbas amargas de la esclavitud – para saber que la batalla por nuestra libertad nunca se gana pero debe ser luchada en cada generación.


Somos judíos para demostrarnos y demostrar a otros qué es traer a la Divina Presencia a las vida comunes, las relaciones humanas, matrimonio, la familia, los hogares y las comunidades, y así comenzar la construcción de una sociedad que honra la “imagen de Dios” en la humanidad, una sociedad libre en el sentido más profunda y generoso de la palabra.

En Pesaj, mientras recorremos nuestra propia ruta desde el pan de la opresión hasta el vino de la libertad, nos volvemos parte de ese viaje. Haciéndola propia, somos arrastrados hacia una narrativa a la vez íntima y vasta, como la noche misma del seder. Este es nuestro pueblo y nuestra historia. Así como fue desafiante entonces, es igualmente desafiante hoy.


Pesaj nos dice que la fuerza de una nación no se encuentra en los caballos y carrozas, ejércitos y armas, o en las estatuas colosales y edificios monumentales, demostraciones abiertas de poder y riqueza.

Depende de cosas más simples: humildad en la presencia del Dios de la creación, confianza en el Dios de la redención y la historia, y un sentido de la santidad no negociable de la vida humana, creada por Dios a Su imagen, incluso la vida de un esclavo o un niño demasiado pequeño para hacer preguntas.

Pesaj es la crítica eterna del poder usado por los humanos para forzar y disminuir a sus congéneres.


Traductor

Abraham Maravankin

Deja un comentario