por Rabino Joshua Berman, publicado originalmente en inglés en The Times of Israel
Traducción: Carlos Betesh
Si lo puedes ver, lo puedes ser
Es un slogan del ámbito de la enseñanza que engloba una verdad fundamental: como padres, esposos y profesionales basamos nuestras más altas aspiraciones en modelos de vida que hemos podido ver. Rara es la persona que ha soñado ser algo que antes nunca existió. Más raro aún es la persona que transforma ese sueño en realidad. El Rabino Lord Jonathan Sacks fue una de esas personas.
Tomemos en cuenta lo siguiente: los más grandes pensadores de la tradición judía – Rabí Iosef B. Soloveitchik, aún el mismo Maimónides – escribieron exclusivamente para el público judío. Ningún otro personaje ha transmitido la sabiduría de la tradición judía al mundo con tamaño éxito. En realidad, no hay quien siquiera lo haya intentado. En una maniobra consciente de pensamiento y planificación a largo plazo, Rab Sacks vislumbró un destino del cual no existía modelo alguno – judío o no judío.
De hecho, para buscar un precursor de líderes que hayan intentado comunicar las enseñanzas de Dios debemos acudir a los profetas de Israel. Y aun así no encontramos paralelo con el gigante que recientemente nos ha dejado. Jeremías y Ezequiel se dirigieron a las naciones del mundo. Pero esas naciones no escucharon sus palabras de la manera que el mundo abrazó las del Rab Lord Jonathan Sacks. Como observó un sacerdote británico, Rab Sacks fue el “arzobispo anglicano” preferido del diario The Times de Londres, porque irradió los mensajes que la mayoría de los británicos hubiera querido escuchar de sus obispos anglicanos, infructuosamente. El Príncipe Carlos llamó al Rab Sacks “una luz para esta nación.”
Fuera de la órbita judía, en los tiempos actuales un solo individuo pudo transmitir la creencia tradicional al amplio mercado de los ideales en audiencia masiva. Fue Reinhold Niehbur, el más grande teólogo norteamericano de este siglo, Pero a él le resultaba fácil: predicaba teología protestante a un país mayoritariamente protestante. Rab Sacks expuso la sabiduría judía a las personas de fe cristiana, y a los que no profesaban fe alguna.
Sus logros son aún más impactantes – y queda como ejemplo de enseñanza para todos nosotros – si tomamos en cuenta los enormes desafíos que tuvo que afrontar. En el entierro del Rab Sacks, un prestigioso rabino recordó que en Cambridge él era un orador rígido y pesado. En una entrevista con el Rab Efrem Goldberg, Rab Sacks contó que a las primeras comunidades a las que se presentó como candidato fue rechazado, y que sufrió un bloqueo de escritura durante veinte años, hasta que finalmente publicó su primer libro a los 40.
En una ocasión le dijo al ex embajador israelí en el Reino Unido, Daniel Taub, que “aunque tengo pasión por las ideas, no me resulta fácil dialogar. Prefiero hablar ante mil personas que conversar con tres.” Por su hebreo vacilante, no le resultaba fácil exponer ante una audiencia israelí. La tarjeta de presentación de una autoridad rabínica suele ser su dominio de la halajá. Cuando ascendió a la jefatura del rabinato de Gran Bretaña, muchos opinaron que aunque era un analista halájico aceptable, no podía equipararse a su ilustre antecesor, Barón Immanuel Jakobovitz, de bendita memoria
Pero sobre todo, lo que podría haber atenuado los sueños del Rab Sacks fue el cargo que asumió – la Jefatura del Rabinato de Gran Bretaña. Un famoso consultor de negocios me comentó que los líderes de instituciones no son buenos para asumir riesgos. No los contratan para eso, y son incentivados para que no lo hagan. Aún los grandes líderes institucionales describen su rol como administradores. Los cambios suelen ser marginales, y mayormente tienden a conservar la situación. Esto es aún más relevante cuando se trata de la persona que representa al judaísmo británico. El puesto constituye un valor que debe ser guardado a toda costa y estar más allá de los enfrentamientos. Hablar de los temas del día en forma regular implica entrar inevitablemente en el debate y discusión públicos. Un referente ortodoxo que aparezca regularmente en escena correrá el riesgo de tropezar en un campo minado de temas explosivos: Israel, temas de género, identidad sexual, judaísmo liberal. Y como si esto fuera poco para morigerar su espíritu de asumir riesgos y aspiraciones de lo desconocido, estamos hablando de una persona que le fue diagnosticado cáncer en dos ocasiones de su vida
Mi alma está sedienta de Dios
¿Cómo hizo para lograrlo?
Muchos de nosotros estamos aquejados de lo que los psicólogos llaman complejo de negatividad. Las críticas suelen tener un mayor impacto que los elogios. Nuestro mecanismo inmediato, especialmente frente a lo desconocido, es enfocarnos en lo que hacemos mal, en nuestras debilidades, dónde es probable que fracasemos, y cuáles son las amenazas que enfrentamos. Nuestras dudas nos ciegan a la realidad. Nos castigamos antes de salir al ruedo para hablar de cosas que podrían haber salido bien.
Rab Sacks dijo una vez que la clave de su perseverancia fue “haberme casado con alguien que creyó en mí, y después, solo seguir andando.” Ese seguir andando permite que aparezca la dinámica. La confianza está ligada al hacer, lo cual constituye una prueba de que el éxito puede anular nuestras dudas.
Pero sobre todo, la audacia de Rab Sacks estuvo enraizada en su pasión total por el Todopoderoso. Al igual que el patriarca Abraham, él se acercó a Dios por sí mismo. Dijo una vez a alguien que lo entrevistó, que vislumbraba en su epitafio la frase tsama nafshi le-Hashem, “mi alma está sedienta de Dios.” En cada encuentro que tuve con él quedé impactado y contagiado por el éxtasis y el fervor con el que buscaba servir al Todopoderoso. Me recuerda un pasaje de Jeremías 20 en el que el profeta se lamenta por el desafío que debe enfrentar por transmitir la palabra de Dios. Jeremías piensa en la burla que sufrirá y dice: “Pensé en no mencionar a Dios ni hablar más en Su nombre.” Pero en el versículo siguiente concluye que cualquiera sea el riesgo, la palabra de Dios está en el núcleo mismo de su ser: “Pero Su palabra fue como un fuego voraz en mi corazón, cautivo en mis huesos; quisiera contenerlo, pero no puedo.” Jeremías mira a su derredor y oye nuevamente a sus detractores, pero los encara sin temor, “Ya que el Señor está a mi lado como guerrero poderoso.”
Para Rab Sacks el fracaso podía ser una posibilidad, pero no intentarlo, no. Alguna vez escribió: “Sentir miedo está bien. Pero ceder ante el miedo, no. Porque Dios tiene fe en nosotros aun cuando a veces, hasta los más aptos pierden la fe en sí mismos.” Y así, con una audacia inusual, pudo enfrentar sus dudas y contratiempos. Si hacemos una búsqueda en sus escritos publicados en la web, buscando “Churchill” no se sorprendan al encontrar más de cincuenta menciones.
Hace unos años me embarqué en el proyecto de escribir un ensayo extenso sobre temas no tratados por la Ortodoxia respecto a la crítica bíblica. Me impactó comprobar que grandes estudiosos y aún más grandes sabios de la Torá nunca se animaron a confrontar el tema en forma directa y abierta. Y en caso de escribirlo, ¿no sería yo acusado de herejía? ¿De fundamentalista? ¿De ambas cosas? Mucha gente me alentó a seguir adelante, incluso Rab Sacks. Pero más importante que lo que me escribió, fue la propia composición de su valentía en la vida. De sus actos hallé un permiso – en términos halájicos un heter – para luchar para conseguir algo que nunca había sido hecho hasta el momento. Si lo ves, lo puedes ser.
‘Permíteme decirte como debes manejar esto’
Hace tres años pasé por un período especialmente difícil. Puse un ensayo en las redes sociales señalando una serie de prejuicios y preconceptos que afectan el estudio académico de la Biblia. Sabía que tendría detractores, pero no estaba preparado para el alud que generó. En Facebook pude ver como colegas se lanzaron a una agresión verbal en la que en una parrilla giratoria yo ocupaba el rol estelar del lechón. Otro colega lanzó una réplica en el que me atribuyó opiniones que nunca emití y motivaciones que nunca sostuve. Aunque tuve la simpatía de muchos, no logré empatía alguna. No conocía a nadie que hubiera tenido que soportar este tipo de escrutinio público – salvo el Rab Sacks.
“Ah, has generado fuego,” dijo sonriente. “Eso es fantástico – te hará más fuerte.” Ningún niño ha comido espinaca con la promesa de sus padres de que lo hará más fuerte. Pero las palabras de Rab Sacks no fueron un mero consuelo. “Permíteme decirte como manejar esto. Vas a pasar por cuatro etapas.” Yo estaba pasmado. Era como si él tuviera un instructivo preparado para lidiar con el desprecio público antes de que ni siquiera hubiéramos hablado. “Primero debes saber que cada vez que una cosa como esta ocurra, dolerá.” Eso me pareció cierto y le agradecí el gesto. “Segundo, vas a darte cuenta de que solo son palabras. Te vas a levantar y seguir adelante y verás que esas palabras no tendrán efecto a largo plazo, y a la vez, te fortalecerán.”
“Tercero, debes internalizar que esto no se trata de ti. Se refiere a lo que defiendes. Y una vez que te des cuenta de que estás peleando por eso, porque es lo correcto, independientemente de quien eres, te permitirá tomar distancia y esa distancia también te fortalecerá, porque las críticas en realidad no están dirigidas a tu persona.”
“Cuarto, vas a notar que mientras que es cierto que te has granjeado enemigos, muchos más te estarán agradecidos por haber levantado la voz, y ser la voz que nunca tuvieron. Y una vez que hayas podido ver el impacto causado, te volverás invulnerable. Entonces, sostenido por el efecto causado y por la fortaleza obtenida, podrás ver a tus detractores bajo una luz distinta. Ya no te resultarán amenazantes y podrás contemplarlos magnánima y benevolentemente.”
Y ante mi asombro, vi que tenía razón. Me impactó que las críticas recibidas no tuvieran efecto a largo plazo y que había tomado esos duros palabras más a pecho que ningún otro. El saber que no estaba luchando por mí sino por lo que pensaba que era lo correcto me permitió tomar distancia. La fuerza y la satisfacción de hablar por otros, no representados, fue como la sensación de despegue de un avión, algo que nunca antes sentí, y a la vez pude ver que las acometidas de mis detractores se debían parcialmente a la inseguridad de sus propias posiciones. Ahora, acerca de mirarlos con magnanimidad y benevolencia… les digo que se trata de un proyecto en vías de ejecución.
Estaba estudiando para la ordenación en la Yeshivá Har Tzión a fines del 80 cuando mis compañeros ingleses de la yeshivá me presentaron los trabajos del Rab Sacks. Me produjo como una descarga eléctrica y quise conocer a este hombre, cuya voz nunca había escuchado ni visto su imagen en videos. Escribí la carta, el sobre con la estampilla y me preparé para la entrevista con el personaje que había sido elegido recientemente Jefe del Rabinato. Retrospectivamente me doy cuenta de que puedo haber sido el primer yanqui de Connecticut en acceder a la corte de Lord Sacks. Lo que más me impactó de los numerosos encuentros que hemos tenido a lo largo de largos años fue que su esposa Elaine estuvo presente en muchos de ellos. No escuché su voz ni en una sola ocasión. Comprendí que era una parte integral de la manera en que él procesaba sus cosas – no solo las grandes, sino las aparentemente pequeñas – y me sentí elevado y abrazado por la presencia de ambos. Cada uno de esos encuentros me dejó inmerso en un sentimiento que me ha acompañado a lo largo de toda mi carrera: la dignidad que he sentido como soldado raso del ejército de este gran hombre.
El rabino y profesor Dr. Joshua Berman es egresado de la Universidad de Princeton, de la Yeshivá Har Tzión y obtuvo su doctorado en la Universidad de Bar Ilan, donde se desempeña en la actualidad como profesor de Tanaj. Es autor de varios libros de su especialidad: estudios de las fuentes desde la Ortodoxia, con aportes de la antropología, la historia y la filosofía.