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En los últimos meses de su vida, Moshé reunió al pueblo. Lo instruyó acerca de las leyes que debían cumplir y les recordó la historia desde el comienzo del Éxodo. Ese es el núcleo del libro de Devarim. Al comienzo de ese proceso, recordó el episodio de los espías – el motivo por el cual a sus padres les fue denegada la entrada a la tierra. Quería que la generación siguiente aprendiera la lección de ese episodio y la llevara siempre consigo. Necesitaban tener fe y coraje. Quizás eso siempre haya sido parte de lo que significa ser judío
Pero la historia de los espías como la cuenta aquí es muy distinta a la versión de Shelaj Lejá (Números 13-14), que describe los eventos que ocurrieron en ese tiempo, casi 39 años antes. Las discrepancias entre ambas son notorias y numerosas. Quiero resaltar aquí solamente dos.
Primero: ¿Quién propuso mandar a los espías? En Shelaj, fue Dios el que le dijo a Moshé que lo hicieran. “El Señor dijo a Moshé, ‘Envía hombres…” En nuestra parashá, fueron los hombres los que lo pidieron: “Entonces todos ustedes se acercaron y me dijeron: “Mandemos hombres…” ¿Quién fue entonces, Dios o los hombres? Esto hace una enorme diferencia para la comprensión del episodio.
Segundo: ¿cuál era su misión? En nuestra parashá, el pueblo dijo “Mandemos a los hombres a espiar (vayajperu) la tierra para nosotros” (Deuteronomio 1:22). Los doce hombres se dirigieron a la zona montañosa, llegaron al wadi Eshcol, y espiaron (vayaraglu)” (Deuteronomio 1: 24) En otras palabras, nuestra parashá utiliza dos verbos hebreos, lajpor y leragel que significan espiar.
Pero como señalé en Convenio y Conversación en Shelaj, el relato conspicuamente no menciona la palabra espiar. En cambio utiliza trece veces la palabra latur, que significa explorar, viajar, inspeccionar, hacer un tour. Aún en nuestra parashá, cuando habla Moshé, no lo hace sobre los espías sino sobre Dios, diciendo que “Él va delante de ustedes en las travesías – para buscar (latur) un lugar para acampar. (Deuteronomio 1:33)
Según Malbim, latur significa buscar lo bueno de un lugar. Lajpor y leragel significan buscar el punto débil, vulnerable, expuesto, indefenso. Viajar y espiar son acciones completamente distintas; entonces ¿por qué el relato de nuestra parashá presenta lo que ocurrió como una misión de espionaje, mientras que el relato de Shelaj enfáticamente lo niega?
Estas dos preguntas se combinan con una tercera, activada por una extraordinaria declaración de Moshé en nuestra parashá. Habiendo manifestado que los espías y el pueblo iban a ser castigados con el impedimento de entrar en la tierra prometida, después dice:
Por vuestra culpa, el Señor se enfureció también conmigo y Él dijo: tú tampoco entrarás. Ieoshúa bin Nun, que te asiste, él sí entrará. Fortalécelo porque él liderará a Israel para heredarla. (Deuteronomio 1:37-38)
Esto es realmente extraño. No es modalidad de Moshé el culpar a otros por lo que parecería ser una falencia propia. Además, contradice el testimonio de la Torá que dice que Moshé y Aarón serían castigados no permitiéndoles entrar en la tierra por lo ocurrido en Kadesh, cuando el pueblo se quejó por la falta de agua. Qué fue lo que hicieron mal es algo debatido por los estudiosos. ¿Fue porque Moshé golpeó la roca? ¿Porque no pudo controlar su enojo? ¿O alguna otra causa? Cualquiera que fuera el motivo, fue ahí cuando Dios dijo: “Ya que no has confiado en Mí lo suficiente para honrarme como Santo ante los israelitas, tú no guiarás a esta comunidad a la tierra que Yo les doy.” (Números 20-12) Esto ocurrió unos 39 años después de episodio de los espías.
En cuanto a la discrepancia entre los dos relatos de los espías, R. David Zvi Hoffman sostuvo que el relato de Shelaj nos indica qué fue lo que pasó. En la versión de nuestra parashá, una generación posterior, tuvo la intención de advertir, no de informar. Shelaj es una narrativa histórica, nuestra parashá, un sermón. Son géneros literarios distintos con objetivos distintos.
En cuanto al comentario de Moshé, “Por culpa de ustedes el Señor se enfureció también conmigo,” Ramban sugiere que él estaba diciendo simplemente que al igual que los espías y el pueblo, él también fue condenado a morir en el desierto. De alguna manera, insinuaba que nadie podría decir que Moshé evitó tener el mismo destino que el de la generación que lideró.
Sin embargo, Abarbanel plantea una alternativa fascinante. Es posible que el motivo por el cual a Moshé y Aarón no les fuera permitido entrar a la tierra prometida no fuera el episodio del agua y la roca de Kadesh. Eso sería para distraer la atención de sus verdaderos pecados. El verdadero pecado de Aarón fue lo del Becerro de Oro. El de Moshé, el episodio de los espías. Esto último está insinuado por las palabras de Moshé “Por culpa de ustedes, el Señor también se enfureció conmigo.”
¿Cómo podía ser que el episodio de los espías fuera culpa de Moshé? No fue él el que propuso enviarlos. Fueron ya sea Dios o el pueblo. Él no participó en la misión. Él no trajo de vuelta un informe. Él no desmoralizó al pueblo. ¿Cuál fue la culpa de Moshé? ¿Por qué se enfureció Dios con él?
La respuesta está en las primeras dos preguntas: ¿quién propuso mandar los espías? Y, ¿por qué existe esa diferencia de verbos entre esta parashá y Shelaj?
Según Rashi, las dos versiones, la actual y la de Shelaj, no son distintas sino dos relatos de un mismo evento pero divididos en dos, la mitad en la primera y la otra aquí. Fue el pueblo el que pidió los espías (como está indicado aquí). Moshé llevó el pedido a Dios. Dios accedió, pero como una concesión, no como una orden: “Puedes mandarlos,” no “Debes mandarlos” como figura en Shelaj.
Sin embargo, al dar el permiso, Dios fijó una salvedad específica. El pueblo pidió los espías. “Mandemos hombres para espiar (vayajperu) la tierra para nosotros.” Dios no le dio permiso a Moshé para mandar los espías. Usó específicamente el verbo latur, indicando que otorgó el permiso para que los hombres viajaran por la tierra, que volvieran y que informen que era fértil, buena, y que en ella fluía leche y miel.
El pueblo no necesitaba espías. Como dijo Moshé, a lo largo de los años del desierto Dios “ha ido delante de ustedes en las travesías, mediante fuego a la noche y en una nube de día, para buscar lugares para acampar y guiarlos por dónde ir.” (Deuteronomio 1:33). Sin embargo necesitaban un testigo ocular que les confirmara lo bella y productiva que era la tierra hacia la cual habían transitado durante tantos años y por la cual deberían luchar.
Moshé, sin embargo, no fue explícito en esa distinción. Le dijo a los doce hombres: “Vean cómo es la tierra, si los habitantes son fuertes o débiles, muchos o pocos. La tierra en la que viven, ¿es buena o mala? ¿Cómo son las ciudades en las que moran? ¿Están fortificadas o no?” Estas preguntas tienen mucha semejanza con instrucciones para una misión de espionaje.
Cuando diez de los doce hombres volvieron con un informe desmoralizante y el pueblo entró en pánico, por lo menos una parte de la culpa recae en Moshé. El pueblo pidió espías. Debía haber aclarado que los hombres que enviaba no debían actuar como espías.
¿Cómo pudo Moshé haber cometido tamaño error? Rashi sugiere una respuesta. Nuestra parashá dice: “Entonces todos ustedes vinieron a mí y me dijeron, ‘mandemos hombres para espiar la tierra para nosotros.” El idioma español (N. de T.: inglés en el original) no refleja la sensación de amenaza que aparece en el original. Vinieron, dice Rashi, “masivamente,” sin respeto, protocolo ni orden. Era una horda, potencialmente peligrosa. Es un calco del comportamiento del pueblo en el comienzo de la historia del Becerro de Oro: “Cuando el pueblo percibió que Moshé tardaba tanto en descender de la montaña, se unieron en contra de Aarón y le dijeron…”
Enfrentado con una masa agresiva el líder no siempre controla la situación. Un verdadero liderazgo es imposible frente a la locura de las masas. El error de Moshé, si este análisis es correcto, fue muy sutil: la diferencia entre una misión de espionaje y un relato para resaltar las virtudes de la tierra por parte de quienes la vieron y aumentar la moral. Aun así, dado el ánimo del pueblo, el error fue casi inevitable.
Eso es lo que quiso decir Moshé cuando expresó “Por culpa de ustedes Dios estaba furioso también conmigo.” Quiso decir que “Dios estaba enojado conmigo por no haber ejercido un liderazgo más sólido, pero fueron ustedes – más bien vuestros padres – los que hicieron imposible ese liderazgo.”
Esto sugiere una verdad fundamental, no intuitiva. Existe una buena charla TED sobre el liderazgo.[1] Dura solo tres minutos y pregunta: “¿Qué es lo que hace a un líder?” Responde: “El primer seguidor.”
Hay un famoso dicho de los Sabios: “Haz para ti un maestro y consíguete un amigo.”[2] El orden de los verbos parece equivocado. No se hace un maestro, se adquiere. No se adquiere un amigo, se hace. Pero en realidad la expresión es correcta. Se hace un maestro por el deseo de aprender. Se hace un líder por el deseo de seguir. Cuando el pueblo no desea seguir, ni el más grande de los líderes puede liderar. Eso es lo que ocurrió con Aarón en el tiempo del Becerro, y en forma mucho más sutil con Moshé y los espías.
Ese, yo diría, es uno de los motivos por los cuales Ieoshúa fue elegido sucesor de Moshé. Había otros distinguidos candidatos, incluyendo a Pinjás y Caleb. Pero Ieoshúa, habiendo servido a Moshé a través de todos los años del desierto, fue el modelo de lo que es un seguidor. Eso es lo que los israelitas debían aprender.Yo creo que el acto de seguir es un arte muy desvalorizado. Los seguidores y los líderes forman una sociedad de desafío y respeto mutuo. Ser seguidor en el judaísmo no es ser sometido, acrítico y de aceptación a ciegas. Cuestionar y discutir forma parte de la relación. Con demasiada frecuencia, sin embargo, protestamos por la falta de liderazgo cuando lo que falta es la capacidad de seguimiento.

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[1] Derek Sivers, ‘Cómo comenzar un movimiento.’
[2] Mishná, Avot 1:6.
Traductores
Carlos Betesh