Prioridades (Matot 5779)

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Los israelitas tenían la Tierra Prometida casi a la vista. Habían librado exitosamente sus primeras batallas. Habían obtenido una victoria sobre los midianitas. La narrativa tiene otro tono. Ya no escuchamos las quejas plañideras que habían sido la nota de fondo de los años del desierto.

Sabemos por qué. Ese tono era el sonido de la generación nacida en la esclavitud, la que había salido de Egipto. Pero ahora han pasado casi cuarenta años. La segunda generación, nacida en libertad y endurecida por las condiciones del desierto, tiene mayor determinación. Habiendo conocido la batalla, ya no dudan de sus habilidades que, con la ayuda de Dios, les permite luchar y ganar.

Pero es justo en este punto que aparece un problema, diferente a los que habían tenido antes. Todo el pueblo tiene la atención enfocada en su lugar de destino: la tierra al oeste del río Jordán, el lugar que hasta los espías reconocieron que “manaba leche y miel.” (Números 13:27)

Sin embargo, los miembros de las tribus de Reubén y Gad pensaban de otra manera. Viendo que la tierra por la cual habían atravesado era ideal para criar ganado, decidieron que preferían quedarse allí, al este del Jordán, y se lo propusieron a Moshé. No resultó sorprendente que la sugerencia le haya producido enojo: “Moshé le dijo a los gaditas y reubenitas: ‘¿Vuestros hermanos van a ir a la guerra mientras ustedes permanecerán aquí? ¿Por qué desalentar a los israelitas a entrar en la tierra que el Señor les dio?’” (Números 32:6-7). Les recordó las consecuencias desastrosas del desánimo causado anteriormente por los espías. Toda la nación sufrirá. La decisión mostrará que no solo tienen ambivalencias con respecto al regalo de la tierra por parte de Dios, sino que tampoco han aprendido nada de la historia.

Las tribus no discutieron su reclamo. Aceptaron su validez, pero puntualizaron que su preocupación no era incompatible con sus objetivos. Sugirieron un acuerdo:

Se acercaron a él y le dijeron: “Querríamos construir corrales para nuestras ovejas y ciudades para nuestros niños. Y entonces nos armaremos para ir como grupo de vanguardia delante de los israelitas hasta que se hayan establecido en su hogar. Mientras tanto, nuestros hijos vivirán en ciudades fortificadas para protegerlos de los habitantes de la tierra. No volveremos a nuestros hogares hasta que cada israelita haya recibido su herencia. No recibiremos herencia alguna estando ellos del otro lado del Jordán, porque nuestra herencia proviene del lado este del Jordán.”

Números 32: 16-19

En otras palabras, estamos dispuestos a unirnos con el resto de los israelitas en las batallas que vendrán. No solo eso, sino que estamos preparados para ser la vanguardia de la nación, ir al frente de la batalla. No tenemos temor al combate ni estamos tratando de evadir nuestras responsabilidades para con nuestro pueblo. Simplemente queremos criar ganado, y para eso la tierra al este del Jordán es ideal. Moshé les advierte sobre la seriedad de la propuesta y accede. Si cumplen con su palabra, les será permitido asentarse al este del Jordán. Y así, efectivamente ocurrió. (Ieoshúa 22:1-5)

Esa es la historia en la superficie. Pero como ocurre frecuentemente en la Torá, además de los textos hay subtextos. Uno en particular fue advertido por los sabios con su sensibilidad por los matices y el detalle. Escuchen atentamente lo que dijeron los reubenitas y los gaditas. “Se acercaron a él y le dijeron: ‘Querríamos construir corrales para nuestras ovejas y ciudades para nuestros niños.’” Moshé replicó: “Construyan ciudades para sus hijos y corrales para sus rebaños, pero cumplan con lo prometido.” (Números 32:24)

El ordenamiento de los sustantivos es crucial. Los hombres de Gad y Rubén pusieron los bienes por delante de las personas: hablaron primero del ganado y después de sus hijos.(1) Moshé invirtió el orden, poniendo especial énfasis en los hijos. Como observa Rashi:

Ellos dieron más importancia a su propiedad que a sus hijos e hijas, porque mencionaron su ganado antes que sus niños. Moshé les dijo “No es así. Hagan que lo más importante sea primero, subordinando lo secundario. Primero construyan las ciudades para sus hijos y solo después los corrales para el ganado.”

Rashi, Comentario a Números 32:16

Un Midrash (2) plantea lo mismo por medio de una interpretación ingeniosa de un versículo de Eclesiastés: “El corazón del sabio se inclina hacia la derecha, pero el del tonto lo hace hacia la izquierda.” (Eclesiastés 10:2). El Midrash identifica la “derecha” con la Torá y la vida; “Él les trajo el fuego de la religión de su mano derecha” (Deuteronomio 33:2). “Izquierda,” por contraste se refiere a los bienes mundanos:

Larga vida está en su mano derecha;

En su izquierda hay riqueza y honor.

Proverbios 3:16

El Midrash entonces infiere que los hombres de Gad y Reubén privilegiaron “riqueza y honor” por sobre la fe y la posteridad. Moshé insinúa que sus prioridades están equivocadas. El Midrash continúa: “El Santo, Bendito Sea, les dijo: ‘Viendo que han mostrado más amor por el ganado que por sus almas humanas, en vuestra vida no tendrán bendiciones.’”

Este no resultó ser un incidente menor, de hace mucho tiempo, y en medio del desierto, sino más bien un modelo consistente a través de gran parte de la historia judía. El destino de las comunidades judías, en su mayor parte, estuvo determinado por un único factor: la decisión de colocar a los hijos y a la educación en primer lugar o de no hacerlo. Ya en el siglo I, Josefo escribió: “Como consecuencia de nuestra exhaustiva educación en las leyes desde los albores de la inteligencia, es que queden grabadas como lo están, en nuestras almas.”(3) Los rabinos decretaron que “cualquier ciudad que no tenga niños en la escuela debe ser desterrada” (Shabat 119b). Ya en el siglo I la comunidad judía de Israel había establecido una red escolar con asistencia obligatoria (Bava Batra 21a) – el primero de su tipo en la historia.

Este esquema se mantuvo durante la Edad Media. En Francia, en el siglo XII un estudioso cristiano observó: “Un judío, por más pobre que sea, si tiene diez hijos, los acercará a todos a las letras, no por interés como hacen los cristianos, sino para la comprensión de la ley de Dios – y no solo los hijos, sus hijas también.” (4)

En 1432, en el apogeo de la persecución de judíos en España, un sínodo se reunió en Valladolid a fin de instituir un sistema impositivo para financiar la educación judía para todos.(5) En 1648, al final de la Guerra de los Treinta Años, lo primero que hicieron las comunidades judías de Europa para restablecer la vida judía fue reorganizar el sistema educativo. En su clásico estudio del shtetl, las pequeñas poblaciones de Europa Oriental, Zborowski y Herzog escribieron lo siguiente acerca de una familia judía típica:

El ítem más importante del presupuesto familiar es la matrícula que se debe pagar al maestro al comienzo de las clases de la escolaridad de los niños. Los padres harán cualquier esfuerzo para educar a su hijo. La madre, encargada de las cuentas de la casa, recortará los costos de la compra de alimentos al mínimo si ello fuera necesario para pagar la escolaridad de su hijo. En el peor de los casos, empeñará sus preciadas perlas con tal de pagar la cuota escolar. El varón debe estudiar, el niño debe ser un buen judío – puesto que para ella, son sinónimos.

Life Is with People: The Culture of the Shtetl (6)

En 1849, cuando Samson Rafael Hirsch tomó la posición de rabino de Frankfurt, insistió en que se construyera una escuela antes que la sinagoga. Después del Holocausto, los pocos directores de yeshivá y líderes jasídicos que sobrevivieron, instaron a sus seguidores a tener hijos y a construir escuelas. (7)

Cuesta pensar en cualquier otra religión o civilización que haya puesto su propia existencia a la zaga de la educación de sus hijos. Ha habido en el pasado comunidades judías acaudaladas que han construido sinagogas magníficas – la de Alejandría en los primeros siglos de la era común es un buen ejemplo. Pero como no pusieron a la educación en primer plano, contribuyeron poco a la historia judía. Florecieron brevemente y luego desaparecieron.

El reto implícito de Moshé a las tribus de Reubén y Gad no es un detalle histórico menor, sino una declaración fundamental de las prioridades judías. La propiedad es secundaria, los niños, prioritarios. Las civilizaciones que valoran a la juventud permanecen jóvenes. Las que invierten en el futuro tienen futuro. No es lo que poseemos lo que nos da una porción de la eternidad, sino aquellos a los que les damos la vida y el esfuerzo que hacemos para asegurar que transmitirán con nuestra fe y nuestra forma de vida a la generación venidera.

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Fuentes

  1. Es interesante notar el paralelo entre la decisión de los líderes de Reubén y Gad y la de Lot, en Génesis 13:10-13. Lot también tomó su decisión acerca del lugar donde asentarse basada en consideraciones económicas – la prosperidad de Sodoma y las ciudades de la llanura – sin considerar el impacto que ese ambiente tendría en sus hijos.
  2. Bamidbar Rabá 22:9.
  3. Josefo, Contra Apionem, ii, 177–178.
  4. Beryl Smalley, The Study of the Bible in the Middle Ages [El estudio de la Biblia en la Edad Media] (Notre Dame, IN: University of Notre Dame Press, 1952), 78.
  5. Salo Baron, The Jewish Community [La Comunidad Judía] (Philadelphia: Jewish Publication Society of America, 1945), 2:171–173.
  6. Mark Zborowski and Elizabeth Herzog, Life Is with People: The Culture of the Shtetl [La vida es con el pueblo: La cultura del shtetl] (New York: Schocken, 1974), 87.
  7. Mi libro sobre este tema es Jonathan Sacks, Will We Have Jewish Grandchildren? [¿Tendremos nietos judíos?] (London: Vallentine Mitchell, 1994).

Traductores

Carlos Betesh