Rabino Sacks Itró 5778 – El vínculo de lealtad y amor

Traductor: Carlos Betesh

Editor: Ben-Tzion Spitz

El vínculo de lealtad y amor

Itró 5778

Rabino Sacks Itro 5778 [PDF]

En el transcurso de cualquier vida hay momentos de temor y admiración cuando, de todo corazón, se agradece a Dios mediante el shejeianu vekimanu vehiguianu lazman hazé, “que nos mantuvo vivos, nos sostuvo y nos trajo hasta este día.”

Dos hechos, separados por casi diez años, me vienen a la memoria. El primero fue la Conferencia Lambeth en Canterbury en 2008. Se trata de un encuentro que se realiza cada diez años, donde se reúnen los obispos de la Comunión Anglicana – o sea, no sólo la Iglesia de Inglaterra sino toda la estructura global, gran parte de ella con base en América y África. Es el evento central que reúne a esta red global de iglesias para deliberar acerca de la dirección a seguir en los tiempos futuros. Ese año, entiendo que fui el primer rabino elegido para la presentación en la sesión plenaria de la conferencia. El segundo evento, mucho más reciente, fue en octubre de 2017 en Washington, donde dirigí la palabra a amigos y colaboradores del American Enterprise Institute, uno de los grandes centros mundiales de estudios económicos.

Los dos eventos no podrían ser más dispares. Uno era religioso, cristiano y referente a temas teológicos. El otro, secular, norteamericano y trataba temas económicos y políticos. Pero ambos, de alguna forma, estaban experimentando una especie de crisis. En el caso de la Iglesia Anglicana tenía que ver con los obispos homosexuales.(1) Podía la Iglesia aceptarlos? La pregunta la estaba dividiendo drásticamente, la mayoría de los norteamericanos estaba a favor de la inclusión y la mayor parte de los africanos en contra. Antes de la conferencia existía la sensación de que la comunidad estaba en peligro de un cisma irreparable.

En Washington en 2017 el tema que dominaba la mente de los participantes era bastante distinto. El año anterior hubo elecciones presidenciales muy divididas. Se acuñaron nuevos términos para describir algunos de los factores involucrados – pos-verdad, noticias falsas, estados cambiantes, derecha alternativa (alt-right), política de identidad, victimización competitiva, lo que fuera –  y el resurgimiento de uno más antiguo: el populismo. Todo eso se suma a lo que yo llamo la política del enojo. Habría alguna forma de volver a tejer los hilos deshilachados de la sociedad norteamericana?

La razón por la cual estos dos eventos se conectaron en mi mente fue que en ambos casos hablé del mismo concepto – uno que es central en la parashá de esta semana y en el judaísmo bíblico en su totalidad, el del brit, pacto. Esto fue, especialmente en el siglo XVII, un concepto clave para las sociedades libres emergentes de Occidente, sobre todo en los círculos calvinistas y puritanos.

Simplificando en extremo un proceso complejo, la Reforma desarrolló distintas direcciones en diferentes países, dependiendo de que la influencia principal fuera la de Lutero o la de Calvino. Para Lutero el texto principal residía en el Nuevo Testamento especialmente en las cartas de Pablo. Para Calvino y sus seguidores, lo era la Biblia hebrea especialmente en lo referente a las estructuras políticas y sociales. Es por eso que el pacto jugó un papel principal en las políticas calvinistas posteriores a la Reforma de Ginebra, Holanda, Escocia e Inglaterra bajo Cromwell, y especialmente en los Padres Peregrinos, (Pilgrim Fathers), los primeros colonos europeos de América del Norte. Estaba expresado en el corazón del Mayflower Compact (1620) y en la famosa alocución de John Winthrop “City upon a hill” (ciudad sobre el monte) a bordo del Arbella en 1630.

Con el paso del tiempo sin embargo, y bajo la influencia de Jean Jacques Rousseau, la palabra “pacto” fue gradualmente reemplazada por la de “contrato social.” Está claro que hay similitud entre los dos términos, pero en realidad no son la misma cosa. De hecho operan con una lógica diferente y crean distintas relaciones e instituciones. (2)

En un contrato, se reúnen dos o más personas, cada una cuidando su propio interés, para lograr un intercambio mutuamente ventajoso. En el pacto, se conectan dos o más personas, cada una respetando la integridad y la dignidad del otro, se juntan en un vínculo de fidelidad y confianza para hacer en forma conjunta lo que ninguna de las dos podría hacer sola. (3) No es intercambio, es un compromiso. Es más parecido a un matrimonio que a una transacción comercial. Los contratos se refieren a los intereses; los pactos, a la identidad. Los contratos benefician; los pactos transforman. Los contratos se refieren a y yo; los pactos, a nosotros.

Lo que hace que la Biblia hebrea sea revolucionaria en términos políticos es que no contiene un solo momento fundante, sino dos. Uno está desarrollado en 1 Sam.8 cuando el pueblo se acerca al profeta Samuel para pedir por un rey. Dios le dice a Samuel que le advierta al pueblo qué el pedido tendrá consecuencias. El rey tomará a los hijos del pueblo para conducir los carruajes y a sus hijas para trabajar en las cocinas. Tomará sus propiedades con impuestos y cosas parecidas. Pese a ello el pueblo insiste con que quiere un rey y Samuel nombra a Saúl.

Los estudiosos han estado desconcertados durante mucho tiempo acerca de este capítulo. Representa una aprobación o desaprobación de la monarquía? La mejor respuesta fue brindada por el Rab Zvi Hirsch Chajes, que explicó que lo que estaba haciendo Samuel en nombre de Dios era proponer un contrato social precisamente en el sentido expuesto por Thomas Hobbes en Leviathan. El pueblo estaba dispuesto a ceder algunos de sus derechos, tranfiriéndolos al poder central – monarquía o gobierno – a cambio de asegurar su defensa contra poderes externos y asegurar la vigencia de la ley en lo interno. (4) El libro de Samuel contiene por lo tanto, la primera instancia de un contrato social.

Este fue sin embargo, el segundo momento fundante de Israel como nación; no el primero, que ocurrió como está descripto en esta parashá, en el monte de Sinaí varios siglos antes, cuando el pueblo celebró con Dios, no un contrato sino un pacto. Lo que se gestó en los días de Samuel fue el nacimiento de Israel como reino. Lo ocurrido en los días de Moshé – mucho antes de entrar en la tierra – fue el nacimiento de Israel como nación bajo la soberanía de Dios.

Las dos instituciones centrales de las democracias liberales Occidentales son ambas contractuales. Hay contratos comerciales que crean el mercado, y los contratos sociales que crean el estado. El mercado trata sobre la creación y distribución de la riqueza. El estado, sobre la creación y distribución del poder. Pero un pacto no tiene que ver con riqueza ni poder, sino con los lazos de pertenencia y la responsabilidad colectiva. Como expresé en Politics of Hope (La política de la esperanza), un contrato social crea un estado. Una sociedad consiste en la totalidad de las relaciones que no dependen de intercambios de riqueza y poder, como el matrimonio, familias, congregaciones, comunidades, grupos voluntarios y solidarios. El mercado y el estado son espacios competitivos. La sociedad es un espacio de cooperación. Y son necesarios ambos.

La razón por la cual el concepto de pacto resultó de utilidad a los obispos anglicanos por un lado y al American Enterprise Institute por el otro es que es el ejemplo supremo de un pacto que junta, en un solo emprendimiento cooperativo, individuos y grupos profundamente diferentes. No podrían ser más distintos que los grupos del Monte Sinaí: Dios y los hijos de Israel: Uno, infinito y eterno, el otro, finito y mortal.

De hecho, la primera de todas las relaciones humanas, la del primer hombre y la primera mujer, contiene la definición de pacto en dos palabras: ezer ke-negdo, que significa por un lado “un ayudante”, pero por el otro, alguien “por encima y en contra.” (5). En un casamiento, ni el marido ni la mujer sacrifican sus identidades distintivas. En el Sinaí, Dios siguió siendo Dios y los israelitas, humanos. Un símbolo del pacto es la vela de havdalá: múltiples filamentos que permanecen separados pero que producen una única llama.

Por lo tanto, el pacto permitió a la comunidad anglicana mantenerse unida pese a las profundas diferencias entre las iglesias norteamericanas y las africanas. El pacto de Estados Unidos mantuvo a la nación unida a pesar de qué hubo, en los tiempos de Lincoln una guerra civil, y en otros tiempos, luchas económicas y civiles, y su eventual repetición, hará lo propio en el futuro. En los tiempos de Moshé permitió a los israelitas transformarse en “una nación bajo Dios” a pesar de haberse dividido en doce tribus. Los pactos crean unidad sin uniformidad. Valoran la diversidad, pero antes de permitir que el grupo se fraccione en grupos competitivos, pide que cada uno contribuya con algo exclusivamente de sí, para el bien común. De múltiples yos crean un nosotros abarcador.

Lo que hizo que estas dos experiencias de Canterbury y Washington resultaran tan movilizantes para mí, fue que permitieron demostrar cuan proféticas fueron las palabras de Moshé cuando les dijo a los israelitas que la Torá y sus preceptos “mostrarán vuestra sabiduría y comprensión a las naciones, que escucharán estos decretos y dirán ‘ciertamente es una gran nación de personas sabias y comprensivas’” (Deut. 4: 6). La Torá continúa inspirando no solo a los judíos sino a todos aquellos que buscan una guía en tiempos difíciles.

Por eso, si te encuentras en una situación de conflicto que amenaza con dividir y romper algo, ya sea matrimonio, familia, negocio, comunidad, partido político u organización, enmarcarlo en un pacto ayudará a mantener unidas a las personas, sin que ninguna de las partes asuma victoria o derrota. Todo lo que requiere es el reconocimiento de que las cosas que podemos hacer juntos no lo puede hacer cada uno por su cuenta.

El pacto eleva el horizonte de nuestro propio interés al del bien común. El interés propio no tiene nada de malo. Impulsa la economía, la política, el mercado y el estado. Pero hay ciertas cosas que no pueden lograrse solamente en base al propio interés, entre ellas la lealtad, la amistad, la confianza y el amor. El pacto es realmente un concepto que cambia la vida y el mundo.

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  1. Una persona, Gene Robinson, ya había sido nombrado y trabajaba en New Hampshire.
  2. He planteado la filosofía de este tema en Politics of Hope, London, Jonathan Cape, 1997.
  3. Uno se podría preguntar: qué es lo que Dios no puede hacer solo? La respuesta – de acuerdo a la teología de la Biblia hebrea – es vivir dentro del corazón humano. Eso requiere nuestra conformidad.
  4. Kol Kitvei Maratz Chajes, vol. 1, 43-49.
  5. 2: 18 y Rashi ad loc. basado en Yevamot 63a.

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