Rabino Sacks Vaieji 5778 – Lo que se requiere para perdonar

Traductor: Carlos Betesh

Editor: Ben-Tzion Spitz

Lo que se requiere para perdonar

Vaieji 5778

Rabino Sacks Vaieji 5778 [PDF]

 

Yosef perdona. Eso, como he señalado anteriormente, fue un punto de inflexión en la historia, porque fue la primera vez que un acto de perdón se registró en la literatura.

Es importante clarificar aquí la diferencia entre perdonar, que es una característica de la tradición judeo-cristiana, con apaciguar el enojo, que es universalmente humano. Las personas están constantemente causando daño a otras que entonces se enojan, se indignan y consideran que les “han faltado el respeto.” Si el causante no hace nada para evitar su ira, se vengarán.

La venganza es una forma de restaurar el orden social, pero es muy costosa y es peligrosa, porque puede llevar a una cadena de repeticiones que no tiene una forma natural de conclusión. (1) Un integrante de mi familia ofende a alguien de la tuya (recordemos a los Capuleto y los Montesco, o a los Corleone y los Tattaglia), por lo cual el de tu familia se vengará, y el de mi grupo deberá reaccionar para restaurar el honor de la familia, y así sucesivamente, continuando a veces por generaciones. El costo es frecuentemente tan alto que está en el interés de todas las partes buscar la solución para detener el ciclo. Esto es universal. Existe en todo grupo humano e incluso en algunos no humanos.(2)

La manera habitual de concluir este tipo de conflicto es lo que los antiguos griegos llamaron sungnome, frecuentemente traducido como “perdón”, pero que en realidad – como fue demostrado por el magistral estudio de David Konstan Antes del Perdón (3) – es algo más parecido al apaciguamiento, una voluntad de conceder, aceptar una excusa u ofrecer una indulgencia. La resultante es que la víctima descarta la venganza. El que ofende, no se arrepiente. En su lugar propone algún tipo de planteo mitigante: no lo pude evitar; no estaba tan mal; la naturaleza humana es así; me dejé llevar. Además el causante de la ofensa debe mostrar, en palabras o en gestos, alguna demostración de humildad y sumisión.

Un ejemplo clásico en la Torá es la conducta de Yaakov frente a Esav cuando se reúnen después de los veinte años en que Yaakov había estado en la casa de Laban. Yaakov sabía que Esav se sintió perjudicado por él y que había declarado que deseaba vengarse después de la muerte de Itzjak, el padre de ambos. Ese fue el motivo por el cual Yaakov decidió huir. Cuando se produce el encuentro, Yaakov no menciona el incidente original. Pero trata de apaciguar (4) a Esav enviándole un importante obsequio de ganado, humillándose, inclinándose frente a él siete veces y llamándolo “señor mío,” y a sí mismo como “su sirviente.” Por su parte, Esav tampoco menciona el episodio, ya sea porque ya no lo recordaba, porque no lo consideraba importante, o porque quedó impresionado por la actitud servil de Yaakov. Acá no hubo remordimiento ni perdón, sino sumisión y apaciguamiento.

Lo que hace Yosef con sus hermanos es distinto. Cuando inicialmente se identifica, dice: “Y ahora no estén angustiados ni encolerizados con vosotros mismos por haberme vendido aquí, pues para salvar vidas es que Dios me mandó delante de ustedes” (Gen. 45: 5). Parecía un perdón, pero como aclara la parashá de esta semana, no es necesariamente así. La palabra “perdón” no aparece. Y los hermanos podían suponer que, como en el caso de Esav, Yosef podría vengarse luego de la muerte de su padre. Eso es lo que causa el drama que se produce al final de la parashá de esta semana:

Cuando los hermanos de Yosef vieron que murió su padre dijeron                      “Y si Yosef guarda resentimiento contra nosotros y nos retribuye todos los males que le hemos causado?” Entonces mandaron a Yosef estas palabras diciendo: “Vuestro padre dejó estas instrucciones antes de morir: ‘Esto es lo que debes decir a Yosef: por favor perdona el mal de tus hermanos y el pecado cometido por haberte tratado tan mal.’ Ahora por favor perdona los pecados de los sirvientes del Dios de tu padre.” (Gen. 50: 15-17)

Y esta fue la respuesta de Yosef:

Yosef les dijo a ellos: “No tengan miedo. Estoy yo en el lugar de Dios? Ustedes trataron de dañarme, pero Dios tuvo la intención de que fuera para bien, para lograr lo que ahora se está haciendo: salvar muchas vidas. Por lo tanto, no teman. Voy a proveer para vosotros y para vuestros hijos.” Y los reaseguró y les habló bondadosamente. (Gen. 50: 19-21)

Este es el perdón. Yosef no utiliza esa palabra pero deja bien claro que descarta toda idea de venganza. Qué es lo que está pasando aquí y por qué no ocurre en otras culturas? Esta es una de las características más fascinantes del judaísmo y es el motivo por el cual le significó tanta diferencia al mundo.

Veamos lo que tuvo que pasar para que se produzca el nacimiento del perdón. Primero Yosef desarrolla un plan elaborado, ocultando su identidad para tener la certeza de que sus hermanos son capaces de remordimiento y expiación. Eso ocurre en el primer encuentro en Egipto cuando los acusa de espionaje y ellos comentan en su presencia – sin saber que él podía comprenderlos –  “Seguramente somos culpables por lo de nuestro hermano. Vimos qué angustiado estaba cuando rogaba por su vida pero no le quisimos escuchar; es por eso que esa angustia se nos viene a nosotros” (Gen. 42:21). Saben que han hecho algo malo. Reconocen su culpabilidad.

Segundo, Yosef prepara un juicio para comprobar si Yehuda, el hermano que propuso venderlo en esclavitud desde el principio, efectivamente había experimentado un cambio. Obliga a aparecer a Benjamin con una falsa acusación, y está por esclavizarlo cuando interviene Yehuda y propone reemplazarlo por él mismo con tal de que Benjamin quede libre. Esto es lo que Maimónides y los sabios definen como arrepentimiento total, o sea, que han cambiado de tal forma que son una persona distinta. Estos dos elementos nos señalan lo que se ha modificado en los hermanos para que ellos, los culpables, puedan ser perdonados.

Hay un cambio también en Yosef, como hemos visto en el comentario de la parashá de la semana pasada. El ha reenmarcado su vida de tal forma que el episodio de la relación con sus hermanos es ahora totalmente secundario frente al drama de la Divina providencia que aún se está desenvolviendo. Él lo explica de esta forma: “Ustedes intentaron dañarme, pero Dios quiso que fuera bueno.” Esto es lo que permite que Yosef, la víctima, pueda perdonar.

Pero todo esto en realidad, son detalles. Lo que es absolutamente fundamental es que el judaísmo representa, por primera vez en la historia, la moralidad de la culpa en lugar de la de la vergüenza. Anteriormente hemos explorado algunos de los elementos que lo han hecho posible. A principio de año hablamos de la diferencia entre las culturas orientadas hacia la tradición y – lo que llaman iniciaciones abrahámicas – las de orientación de dirección interna. Los individuos impulsados por tradición, cuando transgreden, sienten vergüenza. Los de orientación interna, sienten culpa.

También nos referimos a la diferencia entre las culturas de ojo y las del oído.  Las culturas visuales son casi siempre culturas de vergüenza. Es lo que se siente cuando se imagina que otras personas están viendo lo que uno hace. Instintivamente cuando uno siente vergüenza lo que quiere es esconderse o hacerse invisible. (5) En cambio, en las culturas de la audición, la moralidad está representada por una voz interna, la voz de la culpa, de la cual es imposible esconderse aunque fuera posible ser invisible ante el mundo.

La diferencia principal entre las dos es que en las culturas de la vergüenza, hacer el mal es como una mancha sobre la persona. De ahí que la única forma de ser rehabilitada es que la mancha pueda ser tapada (el sentido, como hemos notado, del verbo k-p-r). Esto se hace aplacando a la víctima de su mal de tal forma que “mira para otro lado” respecto a lo ocurrido. Su resentimiento, indignación y sed de venganza han quedado apaciguados.

En las culturas de culpa, sin embargo, se hace una distinción fundamental entre la persona y sus actos. Fue el acto el que estuvo mal, no la persona. Eso es lo que hace posible el perdón. Yo te perdono porque cuando admites que hiciste el mal, expresas remordimiento y haces todo lo posible para hacer las paces, especialmente cuando veo que dada la posibilidad (como en el caso de Yehuda) de repetición, no lo haces porque has cambiado, y veo que te has distanciado del hecho. El perdón significa fundamentalmente la reafirmación de tu valor como persona, a pesar de que ambos sabemos que tu acción estuvo mal. (6)

El perdón existe en las culturas de rectitud y culpa, no así en las de honor y vergüenza como en la Grecia antigua y la romana precristiana.

La cultura contemporánea de Occidente frecuentemente considerada por los seculares como moralmente superior a la ética de la Biblia hebrea, es de hecho -para bien o para mal – una regresión a la precristiana de Grecia y Roma. Es por eso que las personas que han sido detectadas haciendo el mal son avergonzadas públicamente. No es necesario traer ejemplos ya que abundan en las noticias de todos los días. En la cultura de la vergüenza lo mas importante es no ser descubierto, pues una vez que ocurre, no hay marcha atrás. En esta cultura no hay lugar para el perdón. Lo mejor que se puede lograr es un apaciguamiento. Como en la Grecia antigua, el culpable argumenta “no lo pude evitar; no era tan malo; está en la naturaleza humana; me dejé llevar.” Proceden a algún ritual de autodegradación y eventualmente tienen la esperanza, no de que el público lo perdone, sino que lo olvide. Es un tipo de cultura desagradable.

Por esto el judaísmo sigue siendo la eterna alternativa. Lo que importa no es la apariencia externa sino la voz interna. Y cuando hacemos el mal, como nos pasa a todos, hay una manera de avanzar: expresar remordimiento, expiar, hacer las paces, y, como el caso de Yehuda, cambiar. Saber que aun cuando fueran malos los hechos, “el alma que Me has dado es puro” y trabajar lo suficiente sobre nosotros mismos y poder ser perdonados, es ingresar en una cultura de gracia y esperanza. Esa es la idea que cambia la vida.

 

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  1. Rene Girard, in Violence and the Sacred, plantea que la religión nace como intento de frenar los ciclos de retaliación y venganza.
  2. Ver Frans de Waal, Peacemaking among primates, Harvard University Press, 1989
  3. David Konstan, Before forgiveness: the origins of a moral idea, Cambridge University Press, 2010
  4. Observar que la palabra que usa Yaakov para sí mismo (Gen 32: 21) viene del verbo k-p-r que más adelante será utilizado como expiación, y es la fuente de la frase de Iom Kipur. Significa literalmente “tapar”. Es lo que Noaj hace cuando cubre el arca con brea (Gen. 6: 14). También significa rescate (Num. 35: 32) como lo que se podría pagar como compensación a una familia por el asesinato de uno de sus miembros, algo prohibido por la ley judía.
  5. Es lo que dije que estaba en juego en el Jardín del Edén, que se trata de la vergüenza y el ocultamiento. Adán y Eva siguieron más a sus ojos que a sus oídos.
  6. Observar que en ciertas culturas el perdón no requiere arrepentimiento, expiación, etc. Maimonides mismo dice (Hiljot Deot 6: 9) que si consideras que una persona que ha hecho un mal no es capaz de aceptar una crítica, es aceptable perdonarla unilateralmente. Pero este tipo de perdón no significa reafirmar el valor moral de la persona perdonada. Al contrario, es visto como si ni fuera merecedor de desprecio. El judaísmo parece haber sabido esto siempre. El teólogo cristiano que mejor lo comprendió fue Dietrich Bonhoeffer que lo denominó “gracia barata.”

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