Vayikra 5774 – Los Pecados de un Líder

jonathan_sacksComentario del Rabino Jonathan Sacks, traducido del ingles por Ana Barrera.

Editor: Marcello Farias 

Vayikra 5774 – Los Pecados de un Líder

Los líderes cometen errores. Eso es inevitable. Así, sorprendentemente, lo implica nuestra parsha. El verdadero asunto es cómo él o ella responden a esos errores.

El punto es hecho por la Torah en una forma muy sutil. Nuestra parsha lidia con la expiación que es llevada cuando las personas han cometido errores. El término técnico para esto es shegagah, que quiere decir algo que se hizo mal de forma inadvertida (1). Hiciste algo, sin saber que era prohibido, ya sea porque te olvidaste o porque no conoces la ley, o porque no estabas al tanto de ciertos hechos. Tú puedes, por ejemplo, haber cargado algo en un lugar público en Shabat, ya sea porque no sabías que estaba prohibido cargar, o porque se te olvidó que era Shabat.

La Torah prescribe diferentes expiaciones por los pecados, dependiendo en quién cometió el error. Enumera cuatro categorías. Primero está el Sumo Sacerdote, en segundo lugar “la comunidad como un todo” (entendiendo que significa el gran Sanhedrin, la Corte Suprema), y un tercero es “el líder” (nasi), y en cuarto un individuo ordinario.

En tres de los cuatro casos, la ley es introducida por la palabra im “si” – si tal persona comete un pecado. En el caso del líder, sin embargo, la ley es precedida por la palabra asher, “cuando”. Es posible que un Sumo Sacerdote, la Suprema Corte o un individuo puedan errar. Pero en el caso de un líder, es probable, o incluso certero. Los líderes comenten errores. Es la amenaza ocupacional de su rol. Al hablar sobre el pecado de un nasi, la Torah usa la palabra “cuando” no “si”.

Nasi es la palabra genérica para un líder: un gobernante, un rey, un juez, un sabio o un príncipe. Usualmente se refiere al tenedor del poder político. En tiempos de la Mishnah, los Nasi, los más famosos de quienes fueron líderes de la familia de Hillel, tenían un rol quasi-gubernamental como representantes del pueblo Judío en el gobierno romano. Rabbi Moisés Sofer (Bratislavia, 1762-1839) en uno de sus responsa (2) examina la cuestión de por qué, cuando las posiciones de liderazgo de la Torah nunca son dinásticas, pasan de padre a hijo, el rol de Nasi era una excepción. A menudo pasaba de padre a hijo. La respuesta que él da, y es históricamente perspicaz, es que con el declive de la monarquía en el periodo del Segundo Templo y después de ese periodo, los Nasi tomaron muchos de los roles de un rey. Su rol interna y externamente, fue tan político como diplomático y religioso. Eso en general es lo que significa la palabra Nasi.

¿Por qué la Torah considera este tipo de liderazgo particularmente propenso al error? Los comentadores ofrecen tres posibles explicaciones. R. Ovadiah Sforno cita la frase “Pero Yeshurun engordó de grasa, y pateó” (Deut. 32:15). Aquellos quienes tienen ventajas sobre otros, ya sea en riqueza o poder, pueden perder su sentido moral. Rabbenu Bachya está de acuerdo, sugiriendo que los gobernantes tienden a ser arrogantes y  altivos. Implícitamente en estos comentadores – es de hecho un tema en el Tanaj como un todo – la idea que indicó más tarde Lord Acton en el aforismo “El poder tiende a corromper, y un poder absoluto corrompe absolutamente.” (3)

Elie Munk, citando el Zohar, ofrece una segunda explicación. El Sumo Sacerdote y el Sanhedrin estuvieron en constante contacto con lo santo. Vivieron en un mundo de ideales. El rey o el líder político, en contraste, estaba involucrado en asuntos seculares: guerra y paz, la administración del gobierno, y las relaciones internacionales. El era más proclive al pecado porque sus preocupaciones del día a día no eran religiosas sino pragmáticas (4).

Meir Simcha ha-Cohen de Dvinsk (5) apunta que un rey era especialmente vulnerable a ser desviados por el sentimiento popular. Ningún sacerdote ni un juez en el Sanhedrin era respondiente por el pueblo. El rey, sin embargo, dependía del apoyo popular. Sin eso el podía ser depuesto. Pero este es un peso con riesgo. Hacer lo que el pueblo quiere no es siempre lo que Dios quiere. Eso, R. Meir Simcha argumenta, es lo que llevó a David a ordenar un censo (2 Samuel 24) y Zedekiah a ignorar el consejo de Jeremías y los rebeldes contra el rey de Babilonia (2 Crónicas 36). Aunque, por una completa serie de razones, un líder político está más expuesto a la tentación al error que un sacerdote o un juez.

Hay más razones (6). Una es que la política es una arena de conflicto. Lidia con asuntos – específicamente riqueza y poder – que son en el corto tiempo juegos de suma cero. Entre más tengo, menos tienes tú. Buscando maximizar los beneficios para mí mismo o para mi grupo, entro en conflicto con otros que buscan maximizar beneficios para ellos mismos o su grupo. La política de sociedad libre es siempre conflictiva. Las únicas sociedades donde no hay conflicto son las tiránicas o las totalitarias en las que las voces que disienten son suprimidas – y el judaísmo es una protesta en pie contra la tiranía. Entonces en una sociedad libre, sea cual sea el curso que un político tome, complacerá a unos y enojará a otros. De esto, no hay escape.

La política involucra juicios difíciles. Un líder debe balancear demandas que compiten, y algunas veces el balance saldrá mal. Un ejemplo – uno de los más fatídicos en la historia del judaísmo – ocurrió después de la muerte del Rey Salomón. El pueblo vino a su hijo y sucesor, Rehoboam, quejándose que Salomón había impuesto gravámenes insostenibles a la población, particularmente en la construcción del Templo. Liderados por Jeroboam, ellos solicitaron al nuevo rey que redujera el gravamen. Rehoboam pidió consejo a los consejeros de su padre. Ellos le dijeron que concediera la demanda del pueblo. Sírvelos, dijeron, y ellos te servirán a ti. Rehoboam sin embargo consultó a sus propios amigos, quienes le dijeron lo opuesto. Rechaza la solicitud. Enséñale al pueblo que tú eres un líder fuerte que no puede ser intimidado (7).

Fue un consejo desastroso y el resultado fue trágico. El reino se dividió en dos, las diez tribus del norte siguiendo a Jeroboam, dejando sólo a las tribus del sur, genéricamente conocidas como “Judah” leales al rey. Para Israel como pueblo en su propia tierra, fue el principio del fin. Siempre un pueblo pequeño rodeado de poderosos imperios, necesitaba unidad, alta moral y fuerte sentido del destino para sobrevivir. Dividido, era una cuestión de tiempo antes que ambas naciones, Israel en el norte y Judah en el sur, cayeran a otros poderes.

La razón por la que líderes – opuesto a jueces y sacerdotes – no pueden evitar cometer errores es que no hay un libro de texto que inefablemente enseñe cómo liderar. Sacerdotes y jueces siguen leyes. Por su liderazgo no hay leyes porque cada situación es única. Como Isaiah Berlin lo pone en su ensayo, ‘Juicio Político’ (8), en el reino de la acción política, hay algunas leyes y lo que se necesita en su lugar es habilidad en leer las situaciones. Los estadistas exitosos ‘no piensan en términos generales’. En su lugar ‘toman la combinación única de características que constituye esta situación particular – esta u no otra’. Berlin compara esto al gran talento poseído por grandes novelistas como Tolstoy y Proust (9). Aplicar reglas inflexibles a un panorama constantemente en cambio destruye sociedades. El Comunismo era así. En sociedades libres, las personas cambian, la cultura cambia, el mundo más allá de las fronteras de la nación no está quieto. Entonces un político encontrará que lo que funcionó una década o un siglo atrás no funciona ahora. En política es sencillo que salga mal, es difícil lograr lo correcto.

Hay una razón más de por qué el liderazgo es tan retador. Se le alude al sabio de la Mishna R. Nehemiah, comentando sobre el verso, “Hijo mío, si salieres fiador por tu vecino, si has empeñado tu mano en prenda para otro” (Proverbios 6:1):

Mientras un hombre es un asociado (i.e. preocupado solo con piedad personal), el no necesita preocuparse con la comunidad y no es castigado a cuenta de esto. Pero cuando un hombre ha sido colocado en la cabeza y se ha puesto el manto del cargo, él no puede decir: tengo que ver por mi riqueza, no estoy preocupado con la comunidad. En su lugar, toda la carga de asuntos comunitarios descasa sobre él. Si él ve un hombre haciendo violencia a su colega, o cometiendo una transgresión, y no busca prevenirlo, él es castigado a cuenta de él, y el santo espíritu llora: “Hijo mío, si salieres fiador por tu vecino” – queriendo decir tú eres responsable por él. Tú has entrado en la arena gladiatoria, y quien entra a la arena puede ser conquistado o conquistador. (10)

Un individuo privado es responsable solo por sus propios pecados. Un líder es responsable por los pecados del pueblo que lidera: al menos aquellos que pudo haber prevenido (11). Con el poder viene la responsabilidad: entre más grande el poder, más grande la responsabilidad.

No hay reglas universales, no hay un libro de textos a prueba de fallos, para el liderazgo. Cada situación es diferente y cada era trae sus propios retos. Un gobernante, en el mejor de los intereses de su pueblo, puede algunas veces tener que tomar decisiones que un individuo concienzudo se achicaría de hacer en la vida privada. El quizá tenga que decidir ir a la guerra, sabiendo que algunos morirán. Quizá el tenga que elevar impuestos, sabiendo que eso dejará a algunos empobrecidos. Solo después del evento será que el líder sabrá si la decisión fue justificada, y eso puede depender de factores más allá de su control.

El enfoque judío al liderazgo por tanto es una inusual combinación de realismo e idealismo – realismo en su reconocimiento que los líderes inevitablemente cometen errores, idealista en su constante subordinación de la política a la ética, poder a la responsabilidad, pragmatismo a las demandas de consciencia. Lo que importa no es que el líder nunca está mal – eso es inevitable dada la naturaleza del liderazgo – pero que son siempre expuestos a la crítica profética y que constantemente estudian Torah para recordarse a ellos mismos estándares de trascendencia y los fines últimos. La cosa más importante desde la perspectiva de la Torah es que un líder es suficientemente honesto en admitir sus errores. De ahí el significado de la expiación.

Rabban Yochanan ben Zakkai lo sumó con una brillante definición doble de la palabra asher, “Cuando un líder peca”. Lo relaciona con la palabra ashrei, “feliz”, y dice: Feliz es la generación cuyo líder está dispuesto a traer expiación por sus errores. (12)

El liderazgo demanda dos clases de coraje: la fortaleza de tomar un riesgo, y la humildad de admitir cuando un riesgo falla.

SacksSignature

(1)  Lev. 4: 1-35.

(2)  Responsa Chatam Sofer, Orach Chayyim, 12.

(3) Esta famosa frase viene de una carta escrita por Lord Acton em 1887. Ver Martin H. Manser, and Rosalind Fergusson, The Facts on File Dictionary of Proverbs, New York, Facts on File, 2002, 225.

(4) Elie Munk, The Call of the Torah, Vayikra, New York, Mesorah, 1992, 33.

(5) Meshekh Chokhmah to Lev. 4: 21-22.

(6) Esto, innecesario decirlo, no es el sentido pleno del texto. Los pecados por los cuales los líderes trajeron expiación fueron ofensas espirituales, no errores de juicio político.

(7) 1 Kings 12: 1-15.

(8) Isaiah Berlin, The Sense of Reality, Chatto and Windus, 1996, 40-53.

(9) Incidentalmente, esto responde al punto hecho por el filósofo político Michael Walzer en su libro sobre políticas de la Biblia, En la sombra de Dios. El está indudablemente correcto al señalar que la teoría política, tan significante en la antigua Grecia, está casi completamente ausente de la Biblia Hebrea. Puedo argumentar, y seguramente lo haría también Isaiah Berlin, que hay una razón para esto. En la política hay pocas leyes generales, y en la Biblia Hebrea está interesada en las leyes. Pero cuando se trata de política – para los reyes de Israel por ejemplo – no da leyes pero en su lugar cuenta historias.

(10)  Exodus Rabbah, 27: 9.

(11) “Quien pueda prevenir a los miembros de su casa de pecar y no lo hace, está en poder de los pecados de su casa. Si puede prevenir a sus compañeros ciudadanos y no lo hace, el está en poder de los pecados de sus compañeros ciudadanos. Si puede prevenir al mundo entero de pecar, y no lo hace, el está en poder de los pecados del mundo entero. (Shabbat 54b)

(12)  Tosefta Baba Kamma, 7: 5.

 

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