Comentario del Rabino Jonathan Sacks, traducido del ingles por Ana Barrera.
Editor: Marcello Farias
Pekudei 5774 – Celebrar
Si los líderes deben sacar lo mejor de aquellos a quienes lideran, deben darles la oportunidad de demostrar que son capaces de grandes cosas, y entonces deben celebrar sus logros. Eso es lo que pasa en un momento clave hacia el final de nuestra parsha, una que lleva al libro del Éxodo a una conclusión sublime después de toda la lucha que se dio antes.
Los israelitas finalmente han completado el trabajo de construir el Tabernáculo. Entonces leemos:
Entonces todo el trabajo sobre el tabernáculo, la carpa de la reunión, fue completada. Los israelitas hicieron todo justo como el Señor le ordenó a Moisés….Moisés inspeccionó el trabajo y vio que ellos habían hecho justo como el Señor había ordenado. Entonces Moisés los bendijo. (Ex. 39:32, 43)
El pasaje suena sencillo, pero para el oído practicante llama a otro texto bíblico, del fin de la creación narrada en Génesis:
Los cielos y la tierra fueron completados en toda su amplia gama. En el séptimo día Dios terminó el trabajo que había estado haciendo; entonces en el séptimo día el descansó de todo su trabajo. Entonces Dios bendijo al séptimo día y lo hizo santo, porque sobre el descansó todo el trabajo de creación que él había hecho. (Gen. 2: 1-3)
Tres palabras claves aparecen en ambos pasajes: “trabajo”, “completó” y “bendijo”. Estos ecos verbales no son accidentales. Son como la Tora señala intertextualidad, que es, insinuar que una ley o historia debe ser leída en el contexto de la otra. En este caso la Tora enfatiza que el Éxodo termina como el Génesis empieza, con un trabajo de creación. Note la diferencia así también como la similitud. El Génesis empieza con un acto de creación Divina. El Éxodo termina con un acto de creación humana.
Entre más cerca examinemos los dos textos, lo más que vemos cómo intrincadamente el paralelo ha sido construido. La creación que cuenta el Génesis es estrechamente organizada alrededor de una serie de eventos. Hay siete días de creación. La palabra “bien” aparece siete veces, la palabra “Dios” treinta y cinco veces, y la palabra “tierra” veintiún veces. La abertura de versos de Génesis contiene siete palabras, la segunda catorce, y los tres versos que lo concluyen 35 palabras. El texto completo tiene 469 (7×67) palabras.
La construcción del Tabernáculo que se cuenta en Vayakhel-Pekudei se construye similarmente alrededor de siete números. La palabra “corazón” aparece siete veces en Éxodo 35: 5-29, mientras Moisés especifica los materiales a ser usados en la construcción, y siete veces otra vez en 35: 34-36:8, la descripción de cómo los artesanos de Oholiav deben llevar el trabajo. La palabra terumah, “contribución” aparece siete veces en esta sección. En el capítulo 39, describiendo cómo hacer las vestiduras sacerdotales, la frase “como Dios ordenó a Moisés” se repite siete veces. Ocurre otra vez siete veces en el capítulo 40.
Un notable paralelo se está dibujando entre la creación de Dios del universo y la creación israelita del Santuario. Nosotros ahora entendemos lo que representaba el Santuario. Era un micro-cosmos, un universo en miniatura, construido con la misma precisión y “sabiduría” que el universo mismo, un lugar de orden contrario a la falta de forma del desierto y el por siempre amenazante caos del corazón humano. El Santuario era un recordatorio visible de la presencia de Dios en el campo, en sí mismo una metáfora de la presencia de Dios en el universo como un todo.
Una grande y fatídica idea está tomando forma. Los israelitas, quienes han sido retratados a través de mucho del Éxodo como desagradecidos y apáticos, ahora se les han dado la oportunidad, después del pecado del becerro de oro, de demostrar que no son irredimibles. Son capaces de grandes cosas. Han demostrado que pueden ser creativos. Han usado su generosidad y habilidad para construir un mini-universo. Por este acto simbólico han demostrado que son capaces de convertirse, en la potente frase rabínica, “Socios de Dios en el trabajo de la creación”.
Esto fue fundamental a su re-moralización y a la imagen de sí mismos como el pueblo del pacto de Dios. El judaísmo no toma una vista baja de la posibilidad humana. No creemos que estemos contaminados por el pecado original. No somos incapaces de grandeza moral. Al contrario, el mismo hecho de que somos en la imagen del Creador significa que nosotros – únicamente entre las formas de vida – tenemos la habilidad de ser creativos. Cuando el primer logro creativo de Israel alcanzó su logro Moisés los bendijo diciendo, de acuerdo a los sabios, “Sea la voluntad de Dios que Su presencia descanse en el trabajo de sus manos” (1) Nuestra grandeza potencial es que podemos crear estructuras creativas, relaciones y vidas que se convierten en la Divina presencia.
Al bendecirlos y celebrar su logro, Moisés les demostró lo que podían ser. Eso es potencialmente una experiencia que cambia la vida. Aquí hay un ejemplo contemporáneo.
En 2001, poco después del 11 de septiembre, recibí una carta de una mujer en Londres cuyo nombre no reconocí inmediatamente. La mañana del ataque en el World Trade Centre (de Nueva York) había estado dando una lectura sobre las formas de levantar el estatus de la profesión de maestro, y ella había visto el reporte en la prensa. Esto la inspiró a escribirme y recordarme de una reunión que habíamos tenido ocho años antes.
Ella era entonces, en 1993, la jefa de estudios de una escuela que estaba tambaleándose. Ella había escuchado alguna de mis transmisiones de radio, sintió afinidad con lo que yo tenía para decir, y pensó que quizás yo tendría la respuesta a su problema. La invité, junto con otras dos de sus subalternas, a nuestra casa. La historia que ella me contó fue esta: la moral dentro de la escuela, entre maestros, alumnos y padres por igual, estaba en lo más bajo de todos los tiempos. Los padres habían estado sacando a los alumnos. La lista de alumnos había caído de 1000 niños a 500. Los resultados de los exámenes eran malos, solo 8% de los estudiantes alcanzaba buenas notas. Era claro que hasta que algo cambiara dramáticamente, la escuela tendría que cerrar.
Hablamos durante una hora más o menos en temas generales: la escuela como comunidad, de como crear un ethos, y otras cosas. De pronto, me di cuenta que habíamos estado pensando en las líneas incorrectas. El problema que ella tenía era práctico, no filosófico. Le dije: ‘Quiero que vivas una palabra – celebrar’. Ella se dio vuelta con un suspiro: ‘No entiende – nosotros no tenemos nada que celebrar. Todo en la escuela está yendo mal.’ ‘En ese caso’, yo respondí, ‘encuentra algo para celebrar. Si un solo estudiante ha hecho mejor su trabajo esta semana que la semana pasada, celebra. Si alguien tiene un cumpleaños, celebra. Si es martes, celebra’. Ella no parecía convencida, pero prometió que intentaría la idea.
Ahora, ocho años después, ella estaba escribiendo para decirme lo que había pasado desde entonces. Los resultados de los exámenes habían subido de 8 a 65%. La lista de estudiantes había subido de 500 a 1000. Salvando las mejores dos noticias al final, ella añadió que ella había sido recientemente nombrada Dama del Imperio Británico – uno de los más grandes honores que la Reina puede otorgar – por su contribución a la educación. Ella terminó diciendo que quería dejarme saber que una palabra cambió la escuela y su vida.
Ella era una maestra maravillosa, y ciertamente no necesitaba mi consejo. Ella pudo haber descubierto la respuesta en su propia forma. Pero yo nunca tuve dudas de que la estrategia funcionaría. Crecemos para llenar las expectativas de otros sobre nosotros. Si estas son bajas, nosotros nos quedamos pequeños. Pero si son altas, nosotros caminamos erguidos.
La idea que cada uno de nosotros tiene un quantum de inteligencia, virtud, habilidad académica, motivación e impulso es absurdo. No todos podemos pintar como Monet o componer como Mozart. Pero podemos tener talentos, capacidades, que pueden estar dormidas a través de la vida hasta que alguien las despierta. Podemos lograr alturas de las cuales nunca pensamos que nosotros mismos fuéramos capaces. Todo lo que se necesita es que conozcamos a alguien que crea en nosotros, nos rete, y entonces, cuando hayamos respondido al reto, bendiga y celebre nuestros logros. Esto es lo que Moisés hizo por los israelitas después del pecado del becerro de oro. Primero los hizo crear, y después los bendijo a ellos y a su creación con una de las bendiciones más simples y conmovedoras de todas las bendiciones, que la Shekhinah habita en las obras de sus manos.
La celebración es una parte esencial de la motivación. Transformó a toda una escuela. En épocas anteriores y en contextos más sagrados transformó a los israelitas. Cuando celebramos los logros de otros, podemos cambiar vidas.
(1) Sifre, Bamidbar, Pinhas. 143