Comentario del Rabino Jonathan Sacks, traducido del ingles por Ana Barrera.
Editor: Marcello Farias
Bo 5774 – El horizonte lejano
Para ganar visión a la exclusiva lección de liderazgo de la parasha de esta semana, a menudo pido a la audiencia que haga un experimento mental. Imaginar que eres el líder de un pueblo que ha sufrido el exilio por más de dos siglos, y que ha sido esclavizado y oprimido. Ahora, después de una serie de milagros, está por ser liberado. Reúnes al pueblo y te diriges a él. El pueblo está esperando expectante tus palabras. Este es un momento definitorio y que nunca se olvidará. ¿De qué les hablarías?
Casi todos responden: libertad. Esa fue la decisión de Abraham Lincoln en el discurso de Gettysburg cuando invocó la memoria de “una nueva nación, concebida en libertad”, y viendo hacia adelante a “un nacimiento de libertad”. Algunos sugieren que ellos inspirarían a la gente hablando sobre el destino que tienen por delante, la “tierra que mana leche y miel”. Aunque hay otros que dicen que mejor alertarían al pueblo de los peligros y retos que encontrarán en lo que Nelson Mandela llamó “la larga caminata a la libertad.”
Cualquiera de estos hubiera sido un gran discurso de un gran líder. Guiado por Dios, Moisés no dijo nada de estas cosas. Eso es lo que lo hizo un líder único. Si examinamos el texto en la parasha Bo veremos que tres veces el volvió a los mismos temas: niños, educación y el futuro distante.
Y cuando sus hijos les pregunten, “¿Qué quieres decir con este rito?” ustedes deben decir, “Es el sacrificio de ‘pesaj’ al Señor, porque Él pasó sobre las casas de los israelitas en Egipto cuando el hirió a los egipcios, pero salvó nuestras casas.” (Ex. 12:26-17).
Y deberás explicarle a tu hijo en ese día, “Es por lo que el Señor hizo por mí cuando fui liberado de Egipto.” (Ex. 13:8)
Y cuando, en el tiempo por venir, tu hijo te pregunte, diciendo, “¿Qué quiere decir esto?”, tu deberás decirle, “Que fue con una mano poderosa que el Señor nos sacó de Egipto, de la casa de esclavitud” (Ex. 13:14).
Es uno de los actos más contra-intuitivos en la historia del liderazgo. Moisés no habló sobre hoy o mañana. Habló de un futuro distante y el deber de los padres de educar a sus hijos. El incluso presintió – como lo entiende la tradición judía – que debemos hacer que nuestros hijos hagan preguntas, para que el pasar de la herencia judía no sea un asunto de aprender de memoria sino de un diálogo activo entre padres e hijos.
Entonces los judíos se convierten en el único pueblo en la historia en predicar su propia sobrevivencia en la educación. La tarea más sagrada de los padres era enseñar a sus hijos. Pesaj en sí misma se convirtió en un seminario continuo en el pasar la memoria. El judaísmo se convirtió en la religión cuyos héroes eran maestros cuya pasión era estudiar y la vida de la mente. Los mesopotámicos construyeron zigurats. Los egipcios construyeron pirámides. Los griegos construyeron el Partenón. Los romanos construyeron el Coliseo. Los judíos construyeron escuelas. Esa es la razón por qué solo ellos, de todas las civilizaciones del mundo antiguo siguen vivos y fuertes, y continúan la vocación de sus ancestros, su herencia intacta y sin disminuir.
La visión de Moisés era profunda. Él sabía que no puedes cambiar el mundo por cosas externas solamente, por arquitectura monumental, o con ejércitos e imperios, o el uso de la fuerza y el poder. ¿Cuántos imperios han ido y venido mientras la condición humana permanece sin transformarse y sin redimirse?
Hay solo una forma de cambiar al mundo, y eso es por la educación. Tienes que enseñar a los niños la importancia de la justicia, la rectitud, la bondad y la compasión. Tienes que enseñarles que la libertad solo se puede sostener por las leyes y hábitos de autocontrol. Tienes que recordarles continuamente de las lecciones de historia, “Fuimos esclavos del Faraón en Egipto”, porque aquellos que olvidan la amargura de la esclavitud eventualmente pierden el compromiso y coraje de luchar por la libertad. Tienes que empoderar a los niños a preguntar, a retar y a argumentar. Tienes que respetarlos si quieres que respeten los valores que quieres que abracen.
Esta es una lección que casi todas las culturas aún no han aprendido después de más de tres mil años. Revoluciones, protestas y guerras civiles aún suceden, alientan a las personas a creer que removiendo un tirano o tener elecciones democráticas terminará la corrupción, crearán libertad, y llevarán a la justicia y al gobierno de la ley – y aún la gente se sorprende y se decepciona cuando esto no pasa. Todo lo que pasa es un cambio de caras en los corredores del poder.
En uno de los más grandiosos discursos del siglo veinte, un distinguido jurista de Estados Unidos, Juez Learned Hand, dijo:
A menudo me pregunto si no ponemos demasiado nuestras esperanzas en constituciones, en leyes y en cortes. Estas son falsas esperanzas; créanme, estas son falsas esperanzas. La libertad está en los corazones de hombres y mujeres; cuando se muere ahí, ni la constitución, ni la ley ni la corte pueden salvarla; ni la constitución, ni la ley ni la corte pueden hacer mucho por ayudarle. (1)
Lo que Dios enseña a Moisés es que el cambio real no está en ganar libertad; está en sostenerla, en mantener vivo en los corazones de las siguientes generaciones el espíritu de liberad. Eso sólo se puede hacer a través de un sostenido proceso de educación. No es algo que pueda ser delegado sólo a los maestros y las escuelas. Algo de eso tiene que tener lugar en la familia, en la casa y con la sagrada obligación que viene de las obligaciones religiosas. Nunca nadie vio esto más claramente que Moisés, y solo por sus enseñanzas los judíos y el judaísmo ha sobrevivido.
Lo que hace grande a un líder es que ellos piensan hacia adelante, preocupándose no sólo por el mañana sino por el próximo año, o la siguiente década, o la siguiente generación. En uno de sus mejores discursos Robert F. Kennedy habló del poder de los líderes en transformar al mundo cuando tienen una visión clara de un posible futuro:
Algunos creen que no hay nada que un hombre o una mujer puedan hacer contra la gama de males en el mundo – contra la miseria, contra la ignorancia, o la injusticia y violencia. Aún así muchos de los grandes movimientos, de pensamiento y acción, han fluido del trabajo de un solo hombre. Un joven monje empezó la reforma Protestante, un joven general extendió un imperio de Macedonia a las fronteras de la tierra, y una joven mujer reclamó el territorio de Francia. Fue un joven explorador italiano quién descubrió el Nuevo Mundo, y con 32 años Thomas Jefferson quien proclamó que todos los hombres son creados igual. ‘Dame un lugar para pararme’ dijo Arquímedes, ‘y moveré el mundo’. Estos hombres movieron al mundo, y también lo podemos hacer todos nosotros. (2)
El liderazgo visionario forma el texto y la textura del judaísmo. Fue el libro de Proverbios el que dijo, “Sin una visión (jazon) el pueblo perece.” (Prov. 29:18). Esa visión en las mentes de los profetas fue siempre un futuro a largo plazo. Dios le dijo a Ezequiel que un profeta es un vigilante, uno que sube a un punto de vista con ventaja y entonces puede ver el peligro a la distancia, antes que cualquiera esté al tanto a nivel del suelo. (Ezek. 33: 1-6). Los sabios dijeron “¿Quién es sabio? Alguien que ve las consecuencias a largo plazo (hanolad) (3). Dos de los más grandes líderes del siglo veinte, Churchill y Ben Gurion, son también distinguidos historiadores. Conociendo el pasado, pueden anticipar el futuro. Ellos fueron como maestros ajedrecistas quienes, porque habían estudiado miles de juegos, reconocían casi inmediatamente los peligros y posibilidades en cualquier configuración de las piezas en el tablero. Ellos sabían lo que podría pasar si haces este o aquel movimiento. Si quieres ser un gran líder en cualquier campo, desde Primer Ministro hasta un papá o mamá, es esencial pensar en el largo plazo. Nunca elegir la opción sencilla porque es simple o rápida o rinde inmediata satisfacción. Tú pagarás un precio muy alto al final.
Moisés fue el más grande líder porque él pensó más allá que cualquiera. Él sabía que el cambio real en el comportamiento humano es el trabajo de muchas generaciones. De ahí que debemos colocar como nuestra más grande prioridad educar a nuestros hijos en nuestros ideales para que nosotros empecemos y ellos continúen hasta que el mundo cambie porque nosotros hemos cambiado. Él sabía que si tú planeas para un año, planta arroz. Si planeas para una década, planta un árbol. Si planeas para la posteridad, educa a un niño. (4). La lección de Moisés, con treinta y tres siglos sigue aún vigente en nuestros días.
(1) El Espíritu de la Libertad. Discurso en la ceremonia de celebración de “El día: Yo soy un estadounidense” Central Park, Nueva York (21 de mayo 1944).
(2) The Kennedys: America’s Front Page Family, 112.
(3) Tamid 32a.
(4) Dicho atribuido a Confucio.