Vayigash 5774 – El líder inesperado

jonathan_sacksComentario del Rabino Jonathan Sacks, traducido del ingles por Ana Barrera.

Editor: Marcello Farias

Vayigash 5774 – El líder inesperado

Una vez estuve presente cuando el gran historiador del Islam, Bernard Lewis, fue cuestionado a predecir los eventos en el Medio Oriente. El respondió, “Soy un historiador, entonces solo hago predicciones sobre el pasado. Lo que es más, soy un historiador retirado, entonces incluso mi pasado está pasado de moda.” Las predicciones son imposibles en los asuntos de los seres humanos que viven y respiran, porque somos libres y no hay forma de saber en avance cómo un individuo reaccionará a los grandes retos de su vida.

Si una cosa ha parecido clara a través del último tercio del Génesis es que Yosef surgirá como el arquetípico líder. Él es el personaje central de la historia, y sus sueños y las cambiantes circunstancias de su destino, todo apunta hacia esa dirección. Menos probable como candidato para el liderazgo es Judá, el hombre que propuso vender a Yosef como esclavo (Gen. 37: 26-27), a quien vemos después separado de sus hermanos, viviendo entre los cananeos, casado con ellos, perdiendo a dos de sus hijos por pecado y teniendo relaciones sexuales con una mujer que toma para ser prostituta. El capítulo en el que esto es descrito empieza con la frase: “En aquel tiempo Judá descendió de sus hermanos (Gen 38:1). Los comentaristas toman esto para significar declinación moral.

Sin embargo la historia da un giro en otro sentido. Los descendientes de Yosef, las tribus de Efaín y Menasé, desaparecen de las páginas de la historias después de la conquista Asiria en 722 AC, mientras que fueron los descendientes de Judá, empezando con David, quienes se convirtieron en reyes. La tribu de Judá sobrevivió la conquista de Babilonia, y es el nombre de Judá el que llevamos como pueblo. Somos Yehudim, “judíos”. La parsha de esta semana explica por qué.

Ya en la parsha de la semana pasada empezamos a ver las cualidades de liderazgo de Judá. La familia ha llegado a un punto muerto. Necesitan desesperadamente comida, pero ellos saben que el Virrey egipcio ha insistido en que lleven a su hermano Benjamín con ellos, y Jacob se rehúsa a que suceda esto. El perdió un hijo (Yosef), hijo de su amada Raquel y él no iba a dejar que otro, Benjamín, fuera llevado a tan arriesgado viaje. Rubén, en consonancia con su carácter inestable, hace una sugerencia absurda: “Mata a mis dos hijos si no te traigo seguro a Benjamín de regreso”. Fue Judá quien con autoridad callada – “Yo mismo garantizaré su seguridad; puedes tomarme personalmente responsable por él” – quien persuadió a Jacob que dejara ir a Benjamín con sus hermanos.

Ahora en Egipto el escenario de pesadilla se despliega. Encuentran entre las pertenencias de Benjamín la copa de plata del Virrey. El oficial da su veredicto. Benjamín debe quedarse retenido como esclavo. Los otros hermanos pueden irse libremente. En este punto Judá da un paso al frente y hace un discurso que cambia la historia. El habla elocuentemente sobre el dolor de su padre por la pérdida de uno de los hijos de Raquel. Si pierde al segundo morirá de dolor. Yo, dice Judá, personalmente garanticé su retorno seguro. El concluye:

“Ahora entonces, por favor deja que tu siervo permanezca aquí como el esclavo del señor en lugar del niño, y deja que el niño regrese con sus hermanos. ¿Cómo puedo volver a mi padre si el niño no está conmigo? ¡No! No me permitas ver la miseria que será de mi padre.” (Gen. 44: 33-34)

No había terminado de decir estas palabras cuando Yosef, vencido con emoción, revela su identidad y todo el elaborado drama llega a una conclusión. ¿Qué está pasando aquí y cómo esto influencia el liderazgo?

Los sabios (Berakhot 34b) articularon un principio: “Donde los penitentes están incluso los perfectamente justos no pueden estar”. El Talmud trae unos textos de prueba de Isaías: “Paz, paz, a aquellos lejos y cerca” (is. 57:19) poniendo el lejos (el penitente pecador) antes del cerca (los perfectamente justos). Sin embargo, casi seguramente la fuente real está aquí en la historia de Yosef y Judá. Yosef es conocido por la tradición como ha-tzaddik, el justo.

Judá, como veremos, es un penitente. Yosef se convirtió en “el segundo del rey”. Judá, sin embargo, se convirtió en el ancestro de reyes. Entonces, donde los penitentes están incluso los perfectamente justos no pueden estar.

Judá es la primera persona en la Torah en alcanzar arrepentimiento perfecto (teshuvah gemurah), definido por los sabios como uno que se encuentra a sí mismo en una situación para repetir un pecado anterior pero que no lo hace porque ahora es una persona cambiada.

Muchos años antes Judá fue responsable por la venta de Yosef como esclavo:

Judá dice a sus hermanos, “¿Qué ganaremos si matamos a nuestro hermano y cubrimos su sangre? Vamos, vendámoslo a los ismaelitas y no pongamos nuestras manos sobre él; después de todo, él es nuestro hermano, nuestra carne y sangre”.  Sus hermanos  aceptan. (Gen. 37: 26-27)

Ahora, afrontado con la posibilidad de dejar a Benjamín como un esclavo, dice, “Déjame quedarme como esclavo y deja que mi hermano se vaya libre”. Esto es arrepentimiento perfecto, y es lo que permite a Yosef revelar su identidad y perdonar a sus hermanos.

La Torah ya ha dado señales del cambio de carácter de Judá. Habiendo acusado a su nuera Tamar de quedar embarazada por una relación sexual prohibida, él es confrontado por ella con evidencia de que él mismo es el padre de la criatura e inmediatamente admite “Ella es más justa que yo” (Gen. 38:26). Esta es la primera vez en la Torah que vemos a un personaje admitir que está equivocado. Si Judá fue el primer penitente, fue Tamar – madre de Perez de quien desciende el rey David – que es en última instancia responsable.

Quizá el futuro de Judá ya estaba implícito en su nombre, pues el verbo del que viene, le-hodot, significa “agradecer”. (Leah llamó a su cuarto hijo Judá diciendo “Ahora agradeceré al Señor”, Gen. 29:35), y también se relaciona con el verbo le-hitvadot, que significa “admitir, confesar”, y la confesión es, de acuerdo a Maimónides, el núcleo del mandamiento de arrepentirse.

Los líderes cometen errores. Es un riesgo ocupacional del rol. Los administradores siguen reglas, pero los líderes se encuentran a ellos mismos en situaciones en las que no hay reglas. ¿Declaras una guerra en la que personas morirán, o te abstienes de hacerlo en el riesgo de dejar que tu enemigo se haga más fuerte, resultando en que más morirán después? Ese fue el dilema que enfrentó Chamberlain en 1939, y fue solo un tiempo después que fue claro que él estaba equivocado y Churchill en lo correcto.

Pero los líderes son también humanos y cometen errores que nada tienen que ver con el liderazgo, y todo que ver con tentaciones y debilidades humanas. La conducta sexual de John F. Kennedy o de Bill Clinton fue lejos de perfecta.  ¿Esto afecta nuestro juicio de ellos como líderes o no? El judaísmo sugiere que debería. El profeta Nathan fue implacable con el Rey David cuando el pecó con la mujer de otro hombre.

Lo que importa, sugiere la Torah, es que te arrepientas – que reconozcas y admitas tu mal, y que cambies como resultado. Como Rab Soloveitchik señaló, tanto Saúl y David, los primeros dos reyes israelitas, pecaron. Ambos fueron reprendidos por un profeta. Ambos dijeron jatati, “He pecado”. Pero sus destinos fueron radicalmente diferentes. Saúl perdió su trono, David no. La razón, dijo el Rab, fue que David confesó inmediatamente. Saúl prevaricó e hizo excusas antes de admitir su pecado.

Las historias de Judá y su descendiente David nos dice que lo que marca a un líder no es necesariamente la rectitud perfecta. Es la habilidad de admitir errores, de aprender de ellos y crecer de ellos. El Judá que vemos en el inicio de la historia no es el hombre que vemos al final, justo como el Moisés que vemos en la zarza ardiente – tartamudeando, vacilante – no es el poderoso héroe que vemos al final, “su vista clara, su energía natural no disminuida.” Un líder es quien, aunque tambalee y caiga, se levanta más honesto, humilde y con coraje de lo que fue antes.

 

 

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