Comprendiendo el sacrificio (Tzav 5783)

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Uno de los temas más difíciles de la Torá y la forma de vida que propone, es el fenómeno de los sacrificios de animales – por obvias razones. Primero, porque los judíos y el judaísmo han sobrevivido sin los sacrificios por más de dos mil años. 

Segundo, prácticamente todos los profetas lo criticaron, como se ve en la haftará de esta semana (1). Ninguno de los profetas propuso abolirlos, pero criticaron duramente a los que lo practicaron, mientras sometían a sus congéneres a explotación u opresión. Lo que les molestaba – lo que molestaba a Dios en cuyo nombre hablaban – era que evidentemente algunos pensaban el sacrificio como una forma de soborno: si hacemos un obsequio generoso, Dios pasará por alto nuestros crímenes y transgresiones. Esta idea es radicalmente incompatible con el judaísmo. 

Por otra parte, tanto los sacrificios como la monarquía, fueron características poco distintivas del judaísmo de los tiempos antiguos. Cada religión de la época, cada culto, cada secta, tenía sus altares y sacrificios. Por último, resulta destacable cómo los sabios lograron  sustituir el sacrificio en forma simple y sin sobresaltos, particularmente en el caso por tres de ellos: la plegaria, el estudio y la tzedaká. La plegaria, especialmente Shajarit, Minjá y Musaf, reemplazaron a las ofrendas habituales. El que estudia las leyes sacrificiales es como si hubiera llevado un sacrificio. Y el que aporta una tzedaká, es como si hiciera, de cierta forma, un sacrificio financiero, un reconocimiento de que todo lo que tenemos se lo debemos a Dios. 

Por lo tanto, aunque rezamos diariamente para la reconstrucción del Templo y la restauración de los sacrificios, el principio del sacrificio sigue siendo un tema difícil de entender. Hay muchas teorías propuestas por antropólogos, psicólogos y estudiosos de la Biblia con respecto a qué representan los sacrificios, pero la mayoría de ellos parte de la base cuestionable de que el sacrificio es esencialmente el mismo acto en las distintas culturas. Como base de estudio, es pobre. Es necesario entenderlo, al tomar en cuenta las creencias distintivas de la cultura que lo realiza.  ¿Qué podría significar un sacrificio en una religión donde Dios es el Creador y dueño de todo?

¿Qué fue entonces el sacrificio en el judaísmo y por qué sigue siendo importante al día de hoy, aunque sea como idea? La respuesta más simple – pese a no explicar los detalles de los distintos tipos de ofrecimientos – es la siguiente: Estamos dispuestos a hacer sacrificios por quien amamos. Es por eso que siendo una nación de agricultores y pastores, los israelitas demostraron su amor a Dios llevándole un obsequio simbólico de su ganado y su rebaño, de sus frutos y granos, o sea, de su sustento. Amar es agradecer. Amar es llevar un ofrecimiento al Amado. Amar es dar.(2) El sacrificio es la coreografía del amor. 

Esto es así en muchos aspectos de la vida. Una pareja feliz suele hacer sacrificios por el otro. Los padres hacen enormes sacrificios por sus hijos. Las personas que reciben el llamado – de curar enfermos, ocuparse del pobre, o luchar por la justicia de los débiles frente a los poderosos, muchas veces sacrifican carreras bien remuneradas por sus ideales. En momentos de patriotismo, la gente se sacrifica por su país. En comunidades fuertes, sus integrantes hacen sacrificios por el otro en caso de angustia o desconsuelo. El sacrificio es el superadhesivo de la relación. Nos liga unos a otros. 

Es por eso que,  en la época bíblica,  los sacrificios eran tan importantes – no porque fueran como los demás pueblos, sino porque en el corazón latiente del judaísmo está el amor:  “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu alma, con toda tu fuerza.” En otras creencias el motivo del sacrificio era el temor: temor a la ira y al poder de los dioses. En el judaísmo era el amor. 

Vemos esto mismo en la palabra hebrea que denomina el sacrificio: el sustantivo korban, y el verbo lehakriv,”venir, atraer”. El nombre de Dios utilizado en el contexto de los sacrificios es Hashem, Dios en su acepción de amor y compasión, y nunca Elokim, el Dios de la justicia y la rectitud. La palabra Elokim aparece sólo cinco veces en todo el libro de Vaikrá y siempre en el contexto de otras naciones. La palabra Hashem, en cambio, aparece 209 veces. Como hemos visto la semana pasada, el mismo nombre del libro, Vaikrá es un llamado al amor. Cuando hay amor, hay sacrificio.

Una vez que comprendemos esto, nos damos cuenta de cuán profundamente relevante es el concepto de sacrificio en el siglo XXI. Las principales instituciones del mundo moderno – el estado liberal democrático y la economía de mercado – se desarrollaron sobre el modelo del actor racional, o sea, el que maximiza los beneficios para sí. 

Según Hobbes, el contrato social señala que está en el interés de cada uno ceder una parte de sus derechos a una institución central encargada de asegurar el imperio de la ley y la defensa del dominio. La visión de Adam Smith acerca de la economía de mercado fue que si cada uno actúa para maximizar su ventaja, resultará en el crecimiento del valor común. La política y economía modernas fueron creadas sobre la base de la búsqueda racional del propio interés. 

Esto no tiene nada de malo. Fue pensado por los motivos más elevados. La intención fue un intento de lograr la paz en una Europa que durante siglos había sido arrasada por la guerra. El estado democrático y la economía de mercado fueron intentos serios de encauzar el poder del interés propio con el fin de combatir las pasiones destructivas que conducen a la violencia. (3) El hecho de que la economía y la política estaban basadas en el interés propio no negaba la posibilidad de que las familias y las comunidades fueran sostenidas por el altruismo. No estaba mal el sistema, era bueno. 

En la actualidad, sin embargo, después de varios siglos, el concepto de amor-como-sacrificio se ha ido diluyendo en varias áreas de la vida. Esto se ve especialmente en las relaciones humanas. En todo el Occidente, cada vez menos personas contraen matrimonio, cuando lo hacen es cada vez más tardíamente, y casi la mitad termina divorciándose. En Europa, la población autóctona decrece. Para lograr una población estable, un país debe tener un promedio de 2.1 hijos por madre. En 2015,  el promedio de toda la Unión Europea fue de 1,55. En España fue de 1,27, y Alemania tiene la cifra más baja del mundo.(4) Es por eso que la población europea se considera estable en la actualidad debido al flujo de inmigrantes, de por sí, sin precedentes. 

Perder el concepto de sacrificio dentro de una sociedad deriva

tarde o temprano, en la ruptura del matrimonio, la declinación de la unidad parental, el lento envejecimiento y muerte de la sociedad. Mi antecesor, Lord Jakobovitz, lo señalaba de una manera hermosa. El Talmud dice que cuando un hombre se divorcia de su primera mujer “el altar derrama lágrimas” (Gittin 90b) ¿Cuál es la conexión entre el altar y el matrimonio? Ambos, dijo, tienen que ver con el sacrificio. Los matrimonios fallan cuando los integrantes de la pareja no están dispuestos a hacer sacrificios por el otro. 

Tanto los judíos como el judaísmo sobrevivieron pese a los múltiples sacrificios que tuvieron que hacer. En el siglo XI Yehuda Halevi manifestó el asombro que le producía al ver que los judíos seguían siendo judíos pese a que “con una palabra apenas emitida” podían convertirse a la fe de la mayoría y vivir una vida relativamente tranquila.(5) También,  es posible que el judaísmo haya sobrevivido debido a esos sacrificios. Cuando el pueblo se sacrifica por sus ideales, los ideales permanecen fuertes.

El sacrificio es una expresión de amor. No todo sacrificio es sagrado. Los suicidas que hoy en día sacrifican sus vidas y las de sus víctimas,  en la manera que desarrollé en Not in God’s Name (No en nombre de Dios), son sacrílegos (6). En realidad, la existencia de los sacrificios de animales en la Torá puede haber sido una forma de prevenir los sacrificios humanos manifestados por medio de la violencia y la guerra. Pero el principio del sacrificio permanece. Es el regalo que hacemos a qué y quién amamos.


  1. ¿Por qué cosa o por qué persona haces sacrificios en tu vida?
  2. ¿Cómo demuestra esto tu amor por ellos?
  3.  Hoy en día no tenemos el servicio sacrificial, ¿cómo podemos demostrar nuestro amor por Dios a través del sacrificio?

Fuentes

  1.  Jeremías 7: 22 ” Cuando liberé a vuestros padres de la tierra de Egipto, no hablé con ellos ni les ordené acerca de ofrendas ni sacrificios”- una expresión llamativa. Ver Rashi y Radak ad loc. y especialmente Maimónides en Guía para los Perplejos III: 32. 
  2. El verbo “amar” a-h-v está relacionado con los verbos h-v-h y y-h-v todos los cuales se refieren a dar, traer u ofrecer.
  3. El texto clásico es O.A.Hirschman, The Passions and the Interests, (Las pasiones y los intereses), Princeton University Press, 1977. 
  4. The Observer, 25 de agosto, 2015
  5. Yehuda Halevi, Kuzari (4:23)
  6. Ver Jonathan Sacks, Not in God’s Name: Confronting Religious Violence (New York: Schocken Books, 2017)

Traductores

Carlos Betesh

Editores

Michelle Lahan