El líder como maestro (Devarim 5781)

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Fue uno de los grandes momentos de transformación personal, y no resultó solamente un cambio para Moshé sino que modificó toda nuestra concepción del liderazgo.

Hacia el final del libro de Bamidbar, la carrera de Moshé como líder parecería haber llegado a su fin. Había nombrado a Ieoshúa, y sería él, y no Moshé, el que liderara al pueblo para cruzar el Jordán para llegar a  la Tierra Prometida. Moshé parecería haber logrado todo lo que estaba destinado a lograr. Por él ya no habría más batallas que librar, más milagros que hacer ni más ruegos en beneficio del pueblo.

Es lo que hizo después Moshé lo que lleva la marca de grandeza. Durante su último mes de vida, se paró ante la asamblea del pueblo y expuso una serie de discursos, que ahora conocemos como el libro de Deuteronomio o Devarim, que literalmente significa “palabras.” En estos discursos revisó el pasado del pueblo y previó su futuro. Le dio leyes. Algunas ya se las había dado, pero de forma diferente. Otras eran nuevas; se había demorado en anunciarlas hasta que el pueblo estuviera cerca de entrar a la Tierra. Al unir  estos detalles legales e históricos en una sola visión abarcadora, enseñó al pueblo a verse como am kadosh, un pueblo santo, el único cuyo soberano y dador de leyes era Dios mismo.

Si una persona que no supiera nada de judaísmo y del pueblo judío preguntara cuál es el libro que podría explicar quiénes son y además señalar lo que mejor hacen los judíos, ese libro es el de Devarim. Ningún otro encapsula y expone dramáticamente todos los elementos clave del judaísmo relacionados con su fe y su modo de vida.

En una muy concurrida charla TED, además del libro con el mismo nombre[1], Simon Sinek señala que los líderes que hacen transformaciones son los que comienzan con la ‘Pregunta del por qué’. Más poéticamente, Antoine de St. Exupery dijo: “si quieres construir una nave, no congregues a la gente para juntar madera y no le asignes trabajo y tareas, sino enséñales a desear la infinita inmensidad del mar”.

A través de los discursos que leemos en el libro Devarim, Moshé le dio a los israelitas su Por qué. Ellos constituyen el pueblo de Dios, la nación en la cual Él ha depositado Su amor, el pueblo al que rescató de la esclavitud y le dio, bajo la forma de los diez mandamientos, la constitución de la libertad. Puede ser un pueblo pequeño, pero es único. Es el pueblo que en sí es testigo de algo que va más allá de sí mismo. Es el pueblo cuyo destino desafiará las leyes normales de la historia. Otras naciones, dice Moshé, reconocerán la naturaleza milagrosa de la historia judía y así efectivamente, desde Blas Pascal hasta Nikolai Berdyaev y muchos más, lo hicieron.

En el último mes de su vida, Moshé dejó de ser el libertador, el hacedor de milagros, el redentor, y se convirtió en Moshé Rabenu, “Moshé, nuestro maestro”. Fue el primer ejemplo en la historia del tipo de liderazgo en el cual los judíos se han destacado: el líder como maestro.

Moshé sabía con certeza que muchos de sus grandes logros no durarían eternamente. El pueblo al que había rescatado, algún día volvería a sufrir persecuciones y exilios. En esa oportunidad, ya no tendrían a Moshé para hacer milagros. Por eso, sembró una visión en sus mentes, esperanza en sus corazones, disciplina en sus actos y una fortaleza en sus almas que no se desvanecería jamás. Cuando los líderes se transforman en educadores, cambian vidas.

En un poderoso ensayo, ‘¿Quién tiene la capacidad de liderar al pueblo judío?’ el Rabino Iosef Soloveitchik contrastó la actitud judía con el tipo clásico de reyes y líderes[2]. La Torá pone límites estrictos al poder de los reyes. No deben multiplicar su posesión de oro, mujeres ni caballos. Un rey está ordenado a “no considerarse mejor que cualquiera de sus compatriotas israelitas, ni a inclinar la ley hacia la derecha ni la izquierda”, (Deuteronomio 17:20)

Un rey solo debe consagrarse por la voluntad del pueblo. Según Ibn Ezra, el nombramiento de un rey estaba permitido, pero no era obligatorio. Abarbanel sostuvo que era una concesión a la debilidad humana. Rabenu Bajia señaló que la existencia de un rey era como un castigo, no una recompensa[3].  En síntesis, el judaísmo es, en el mejor de los casos, ambivalente en cuanto a la monarquía. Es decir, el liderazgo como poder.

Por otro lado, su valoración de los maestros es casi ilimitada. “Que el temor a tu maestro sea como el temor al cielo” dice el Talmud[4].  Rambam establece que el respeto y la reverencia a tu maestro deben ser aún mayores  que el respeto y reverencia a tus padres,  porque tus padres te trajeron al mundo, mientras que tus maestros te harán entrar al Mundo Venidero[5].

Cuando alguien impone su poder sobre nosotros, nos disminuye, pero cuando alguien nos enseña, nos ayuda a crecer. Es por eso que el judaísmo, con su aguda preocupación por la dignidad humana, prefiere el liderazgo como educación que el liderazgo como poder. Y todo comenzó con Moshé, hacia el final de sus días.

Durante veintidós años, como Jefe del Rabinato, guardé conmigo la siguiente cita de uno de los más grandes líderes del movimiento Sionista, El Primer Ministro inicial de Israel, David Ben Gurión. Aunque él era un judío secular, sabía lo suficiente, en su calidad de historiador y estudioso de la Biblia, como para comprender esta dimensión del liderazgo, y lo expresó con estas elocuentes palabras:

Aunque tengas una posición humilde en una oficina municipal o en un pequeño sindicato, o una alta responsabilidad en un gobierno nacional, los principios son los mismos: debes saber lo que quieres lograr, tener la certeza de tus objetivos, y tenerlos constantemente en mente. Debes establecer prioridades. Debes educar a tu partido y educar al público en general. Debes tener confianza en tu pueblo – frecuentemente más que la que ellos tienen en sí mismos, porque el verdadero líder político conoce instintivamente la medida de la capacidad del hombre y puede apelar a ella en momentos de crisis. Debes saber cuándo luchar con tus oponentes políticos y cuándo no. No debes comprometer nunca tus principios. Debes ser consciente en forma permanente de los tiempos, y eso requiere una percepción constante de lo que pasa en tu al derredor; en tu región si eres un líder local, en tu país y en el mundo si eres un líder nacional. Y como el mundo no se detiene ni un momento, y el cuadro de poder cambia sus elementos como el movimiento de un caleidoscopio, debes replantearte, constantemente, las políticas elegidas en virtud del logro de tus objetivos. Un líder político debe pasar mucho tiempo pensando. Debe pasar mucho tiempo educando al público, y educarlo nuevamente[6] .

El poeta Shelley dijo alguna vez que “los poetas son los legisladores no reconocidos del mundo[7]”.  Si esto es cierto o no, no lo sé. Pero una cosa sí sé: hay una gran diferencia entre darle a las personas  lo que quieren y enseñarles qué es lo que deben querer

.Los maestros son los constructores no reconocidos del futuro, y si un líder busca hacer un cambio duradero, debe seguir los pasos de Moshé y transformarse en educador. El líder como maestro, al utilizar la influencia y no el poder, la autoridad espiritual e intelectual en lugar de la fuerza coercitiva, fue una de las más grandes contribuciones que ha hecho el judaísmo a los horizontes morales de la humanidad. Y puede verse con la mayor claridad en el libro de Devarim cuando Moshé, en el último mes  de su vida, convocó a la generación siguiente y le enseñó leyes y lecciones que servirán como factores de supervivencia e inspiración, mientras haya seres humanos sobre la tierra.


  1. ¿Cómo cambió el estilo de liderazgo de Moshé a través de los años, desde el día de la zarza ardiente hasta sus últimos días en el libro de Devarim?
  2. ¿Por qué ser maestro es el mayor honor en el judaísmo? ¿Crees que esto se ve reflejado en toda la sociedad?
  3. ¿Cómo puede hacer un maestro para producir un efecto que vaya más allá del momento de aprendizaje del alumno? ¿Cómo lo hizo Moshé?

[1] Simon Sinek, Start with Why: How Great Leaders Inspire Everyone to Take Action, Portfolio, 2011. La charla puede verse en el siguiente link:  http://www.youtube.com/watch?v=qp0HIF3SfI4.

[2] Abraham R. Besdin, Reflections of the Rav, Organización Sionista Mundial, 1979, 127-139.

[3] En sus comentarios a Deuteronomio 17:15. El punto de Rabenu Bajia es en principio, el pueblo no debería haber necesitado otro rey que Dios mismo. En apoyo de esta opinión, cita a Hosea: “establecieron reyes sin mi consentimiento, nombraron príncipes sin mi aprobación” (8:4); y “Así  en Mi enojo les otorgo un rey, y en Mi indignación se los saco” (13:11).

[4] Pesajim 108b.

[5] Mishné Torá, Hiljot Talmud Torá 5:1.

[6] Moshe Pearlman, Ben Gurión Looks Back in Talks with Moshe Pearlman, Weidenfeld and Nicolson, New York, 1965, 52. Le debo esta cita a Jonathan (hoy Lord) Kestenbaum, Director Ejecutivo de la Oficina del Gran Rabino, 1991-1996.

[7] Percy Bysshe Shelley, A Defence of Poetry: An Essay (ReadHowYouWant, 2006), 53.


Traductores

Carlos Betesh

Editores

Michelle Lahan