Traductor: Carlos Betesh
Editor: Ben-Tzion Spitz
El llamado
Vaikrá 5778
Rabino Sacks Vaikra 5778 [PDF]
Nunca tuve la aspiración ni la ambición de ser rabino. Fui a la universidad para estudiar economía. Después me pasé a filosofía. También me fascinaron los grandes abogados de las cortes británicas, figuras legendarias como Marshall Hall, Rufus Isaacs y F.E. Smith. Para mayor seguridad había estudiado en el rabinato, pero era más para mis conocimientos de mi herencia judía, no como carrera.
Lo que me cambió profesional y existencialmente fue mi segundo gran iejidut – conversación cara a cara – con el Rebbe de Lubavitch, en enero de 1978. Ante mi sorpresa, me vetó todas las opciones elegidas: economía, derecho, la carrera académica y ni aún rabino en Estados Unidos. Mi tarea, dijo, era la de entrenar rabinos. Había demasiado pocos rabinos que ingresaran al rabinato de Gran Bretaña, y mi misión era la de cambiar esa situación.
Lo que es más, me dijo, debía convertirme en rabino de congregación, no como fin en sí mismo sino para que mis discípulos pudieran ver cómo daba mis sermones (Todavía recuerdan mis oídos cómo pronunciaba la palabra sirmons con marcado acento ruso). También fue altamente específico en cuanto al lugar de estudio: debía concurrir al Jews’ College (actualmente London School of Jewish Studies) el más antiguo seminario rabínico de habla inglesa existente en el mundo.
Y así hice. Fui profesor del Colegio, luego Principal. Eventualmente me transformé – previa consulta con el Rebbe – en el Rabino Jefe. Por todo esto debo agradecer no sólo al Rebbe, sino también a mi esposa Elaine. No era esto a lo que había consentido cuando nos casamos. Ni estaba en nuestro horizonte. Pero sin su apoyo constante no habría podido lograr nada de todo esto.
Cuento esta historia por un motivo: para marcar la diferencia entre un don y una vocación, entre lo que hacemos bien y lo que hemos sido llamados a hacer. Son dos cosas muy distintas. He conocido jueces que además eran brillantes pianistas. Wittgenstein estudió ingeniería aeronáutica pero eventualmente dedicó su vida a la filosofía. Ronald Heifetz se graduó como médico y músico pero se transformó en el fundador de la Escuela de Liderazgo Público en la Escuela de Gobierno John F.Kennedy de Harvard. Podemos hacer muchas cosas, pero lo que da una dirección en la vida y un sentido, es la sensación de misión, algo que hemos sido llamados a hacer.
Eso es lo significativo de la palabra con que comienza la parashá de está semana, la que le da el nombre al libro entero: Vaikrá, “Él llamó.” Si observan atentamente el primer verso verán que la construcción es rara. Traducido literalmente dice: “Él llamó a Moshé, y Dios le habló a él desde la Tienda de Reunión diciendo…” La primera frase parece redundante. Si nos dice que Dios le habló a Moshé, por qué agregar “Él llamó”?
La respuesta es que el llamado de Dios a Moshé era algo anterior y distinto del que Dios hizo después. El posterior se refiere a los detalles. El anterior fue el llamado, la misión – no demasiado distinto al primer llamado de Dios a Moshé en la zarza ardiente, donde lo invitó a realizar la tarea que definiría su vida: la de liderar al pueblo en el exilio, y conducirlo de la esclavitud a la libertad en la Tierra Prometida.
Por qué este segundo llamado? Quizá porque el libro de Vaikrá aparentemente no tiene nada que ver con Moshé. El nombre original dado por los sabios era Torat Cohanim, “la Ley de los Sacerdotes” (1) – Y Moshé no era sacerdote. Ese rol le pertenecía a su hermano Aarón. Es como si Dios le estuviera diciendo a Moshé: esto también es parte de tu vocación. No eres sacerdote pero sí el medio a través del cual Yo puedo revelar todas mis leyes, incluyendo las de los sacerdotes.
Tendemos a tomar el concepto de vocación – la palabra misma deriva del latín “llamado” – como si toda cultura tuviera esa idea. El gran sociólogo alemán Max Weber (1864-1929) señaló que la idea de vocación, tan central a la ética social de la cultura de Occidente, es esencialmente “una concepción religiosa, la de una tarea encomendada por Dios.” (2)
Nació en la Biblia hebrea. En otros lados había poca comunicación entre los dioses y los seres humanos. La idea de que Dios pudiera invitar a seres humanos a ser Sus socios y emisarios era revolucionario. Sin embargo, de eso trata el judaísmo.
La historia judía comienza con el llamado de Dios a Abraham, para que deje su tierra y su familia. Dios llamó a Moshé y a los profetas. Hay un relato especialmente vívido acerca de la visión mística de Isaías en la cual vio a Dios en un trono y rodeado de ángeles cantores:
Entonces oí la Voz del Señor diciendo, “A quién enviaré? Y quién irá por nosotros?” Y yo dije, “Acá estoy yo. Mándame a mí!” (Isaías 6: 8)
El momento más conmovedor es el relato del joven Samuel, dedicado por su madre Jana a servir en el santuario de Shiló donde ejercía como asistente del sacerdote Eli. A la noche, en su cama, oyó una voz que lo llamaba por su nombre. Supuso que era Eli. Corrió para ver qué quería pero Eli le dijo que no lo había llamado. Lo mismo ocurrió la noche siguiente y luego una tercera vez, por lo cual él dedujo que era Dios el que llamaba al niño. Le dijo a este que la próxima que escuchara el llamado le contestase “Habla, Señor, que tu servidor está escuchando.”(3) No se le ocurrió al niño que Dios lo estaba convocando para una misión, pero era así. Así comenzó su carrera como profeta, juez y encargado de ungir a los dos primeros reyes de Israel, Saúl y David (1 Sam. 3).
Estos eran todos llamados proféticos, y las profecías terminaron durante el período del Segundo Templo. Sin embargo, la idea de la vocación permanece para todos los que creen en la Divina providencia. Cada uno de nosotros es diferente y por lo tanto cada uno de nosotros posee talentos y habilidades para aportar al mundo. El hecho de que esté yo aquí en este lugar, en este tiempo, con estas habilidades, no es accidental. Hay una tarea para realizar, y Dios nos está convocando para hacerla.
La persona que hizo más que nadie para transmitir esta idea a nuestros tiempos fue Viktor Frankl, el psicoterapeuta que sobrevivió a Auschwitz. Ahí en el campo se dedicó a comunicar a los prisioneros la voluntad de vivir. Lo hizo haciéndoles ver que sus vidas no habían acabado, que aún tenían una tarea que realizar, y que por lo tanto tenían un motivo para sobrevivir hasta la terminación de la guerra.
Frankl insistía en que el llamado venía de afuera de él. Decía que la pregunta correcta no era “Qué quiero yo de esta vida?” sino “Qué quiere esta vida de mí?” Cuenta el testimonio de uno de sus alumnos que en una época anterior había estado internado debido a una enfermedad mental. Le escribió una carta a Frankl diciendo:
Pero en la oscuridad, adquirí el sentido de mi especial misión en el mundo. Supe entonces, y sé ahora que debo haber sido preservado por alguna razón, por más pequeña que fuera; es algo que solo yo puedo hacer, y que es vitalmente importante que la haga… en la soledad del “pozo” donde los hombres me abandonaron, Él estaba allí. Cuando yo no sabía Su nombre, Él estaba allí, Dios estaba allí. (3)
Leyendo los Salmos en la prisión que a la que la KGB lo había enviado, Natan Sharansky tuvo una experiencia similar.(4)
Frankl creyó que “Cada ser humano constituye algo único, y cada situación en la vida ocurre una sola vez. La tarea concreta de cualquier persona tiene que ver con esta particularidad y esta singularidad.” (5) La esencia de la tarea, argumentó, es que es autotrascendente. Viene de afuera de uno y nos desafía más allá de nuestro mero interés. Descubrir esa tarea es encontrar que la vida – mi vida – tiene un sentido y un propósito.
Cómo descubres tu vocación? El difunto Michael Novak planteó (6) que el llamado tiene cuatro características. Primero, es únicamente para ti. Segundo, tienes el talento para hacerla. Tercero, es algo que cuando la haces, te da una sensación de alegría y de renovación de energía. Cuarto, no esperes que se te revele de inmediato. Puede que tengas que seguir muchos caminos que resultarán falsos hasta encontrar el verdadero.
Novak cita a Logan Pearsall Smith que dijo: “El test vocacional es el amor por el trabajo penoso que implica.” Todo logro significativo requiere una esforzada preparación. La estimación más aceptada es que se requieren 10,000 horas de práctica en profundidad. Estás dispuesto a pagar ese precio? No es casual que el inicio de Vaikrá comience con un llamado – ya que se trata de un libro sobre sacrificios, y la vocación implica sacrificio. Estamos dispuestos a hacer sacrificios, cuando sentimos que un rol o tarea específica es lo que fuimos llamados a realizar.
Esta es la idea transformadora de vida. Dios tiene una tarea asignada a cada uno de nosotros: un trabajo que hacer, una bondad a demostrar, un obsequio que dar, un amor a compartir, una soledad a aliviar, un dolor a mitigar, o una ayuda para reparar vidas quebradas. Discernir esta tarea, escuchar el llamado de Dios, es lo que da a la vida sentido y propósito. Donde lo que queremos hacer coincide con lo que es necesario hacer, ahí es donde Dios quiere que estemos.
- De ahí el nombre latín de Leviticus, que significa “perteneciente a los Levitas, la tribu sacerdotal.
- Citado en Michael Novak, Business as a calling: work and examined life, Free Press, 1996,17
- Viktor Frankl, The Unconscious God, Simon & Schuster, New York 1975, 11.
- Natan Sharansky, Fear No Evil, New York;Vintage Books, 1989
- Viktor Frankl, The Doctor and the Soul, Souvenir Press, 1969, 57
- Michael Novak, Business as a Calling, Free Press, 1996, 17-40