Comentario del Rabino Jonathan Sacks, traducido del ingles por Ana Barrera.
Editor: Marcello Farias
Koraj 5775 – Cuando la verdad es sacrificada al poder
¿Qué estaba mal con Koraj y sus colegas rebeldes? Según lo que parece, lo que dijeron era tanto verdad como de principios. “Han ido demasiado lejos”, dijeron a Moisés y Aarón. “Toda la comunidad es sagrada, cada uno de ellos, y Dios está con ellos. ¿Por qué entonces se ponen a ustedes mismos sobre la congregación de Dios?
Tenían un punto. Dios ha llamado al pueblo a convertirse en un “reino de sacerdotes y una nación santa” (Ex. 19:6), eso es, un reino cuyos miembros eran en un sentido sacerdotes, y una nación en la que cada uno de sus miembros era santo. Moisés mismo había dicho, “Ojalá que todos en el pueblo de Dios fuesen profetas, que Él colocaría Su espíritu sobre ellos” (Num. 11:29). Estos son sentimientos radicalmente igualitarios. ¿Por qué entonces había una jerarquía, con Moisés como líder y Aarón como Sumo Sacerdote?
Lo que estaba mal era que incluso en el principio era obvio que Koraj estaba artero. Había una clara desconexión entre lo que él reclamaba y lo que él realmente buscaba. Koraj no buscaba una sociedad en la que todos fueran lo mismo, cada uno un sacerdote. Él no era, como sonaba, un anarquista utópico buscando abolir la jerarquía en conjunto. Él estaba, en cambio, montando un reto al liderazgo. Como lo indican las palabras que Moisés le dice después, él quería ser el Sumo Sacerdote. Él era primo de Moisés y Aarón, hijo de Yitzhar, el hermano del padre de Moisés y el padre de Aarón, Amram. Él sentía que era injusto que ambas posiciones de liderazgo hubieran ido a una sola familia dentro del clan. Él reclamaba querer igualdad. De hecho lo que él quería era poder.
Ese era Koraj el levita. Pero lo que está pasando es más complejo que eso. Había dos grupos involucrados: los rubenitas, Datam y Aviram, y “250 israelitas que eran hombres de rango en la comunidad, representantes en la asamblea, y famosos”. Ellos también tenían sus reclamos. Los rubenitas estaban agraviados que como descendientes del primogénito de Jacob, ellos no tenían roles especiales de liderazgo. De acuerdo a Ibn Ezra, los 250 “hombres de rango” estaban enojados, que después del pecado del Becerro de Oro, el liderazgo había pasado del primogénito de cada tribu a la tribu de Leví.
Esta era una alianza impía, y destinada a fracasar, ya sus reclamos estaban en conflicto. Si Koraj lograba su ambición de convertirse en Sumo Sacerdote, los rubenitas y “hombres de rango” habrían estado decepcionados. Si los rubenitas hubieran ganado, Koraj y los “hombres de rango” habrían estado decepcionados. Si los “hombres de rango” hubieran logrado su ambición, Koraj y los rubenitas habrían quedado insatisfechos. La secuencia narrativa desordenada, fragmentada, de este capítulo es un caso de sustancia de estilo de espejo. Esto era una rebelión desordenada, confusa, cuyos protagonistas estaban unidos sólo por su deseo de derrocar el liderazgo existente.
Nada de esto, sin embargo, inquietaba a Moisés. Lo que causaba que se enojara era algo más en todo el conjunto: las palabras de Datan y Aviram: “¡No es suficiente que nos hayas sacado de una tierra en la que fluía la leche y la miel para matarnos en el desierto! ¡Y ahora quieres enseñorearte sobre nosotros! Lo que es más: no nos has traído a una tierra fluyente con leche y miel o nos has dado una herencia de tierras y viñedos. ¿Crees que puedes jalar algo sobre nuestros ojos? ¡Nosotros definitivamente no vendremos!” La monumental mentira de su reclamo – Egipto, donde los israelitas eran esclavos y gritaron a Dios para ser salvados no era “una tierra fluyente con leche y miel” – es lo que finalmente hizo enojar a Moisés.
¿Qué está pasando aquí? Los sabios lo definieron en una de sus más famosas declaraciones: “Cualquier disputa por el bien de los cielos tendrá valor duradero, pero cada disputa que no sea por el bien de los cielos no tendrá valor duradero. ¿Qué es un ejemplo de una disputa por el bien de los cielos? La disputa entre Hilel y Shammai. ¿Qué es un ejemplo de una disputa que no es por el bien de los cielos? La disputa de Koraj y toda su compañía”. (Mishnah Avot 5:21).
Los rabinos no concluyeron de la rebelión de Koraj que el argumento es errado, que los líderes tienen el derecho a la obediencia incuestionable, que el valor supremo en el judaísmo debería ser – y en algunas creencias es – sumisión. Al contrario: el argumento es sangre vital en el judaísmo, siempre y cuando sea buenamente motivado y esencialmente constructivo en sus objetivos.
El judaísmo es un fenómeno único: una civilización cuyos textos canónicos todos son antologías de argumento. En el Tanaj, los héroes de la fe – Abraham, Moisés, Jeremías, Job – argumentan con Dios. El Midrash está fundando sobre la premisa de que hay “setenta caras” – setenta legítimas interpretaciones – de la Torah. El Mishnah es grandemente construido sobre el modelo de “Rabbi X dice esto, Rabbi Y dice aquello”. El Talmud, lejos de resolver estos argumentos, usualmente los profundiza considerablemente. El argumento en el judaísmo es una actividad santa, el diálogo interno en marcha del pueblo judío como se refleja en términos de su destino y las exigencias de su fe.
Lo que después hizo diferente al argumento de Koraj y sus co-conspiradores del de las escuelas de Hilel y Shammai? Rabbenu Yona ofreció una simple explicación. Un argumento por el bien de los cielos es uno que es sobre la verdad. Un argumento que no es por el bien de los cielos es sobre el poder. La diferencia es inmensa. Si yo argumento por el bien de la verdad, entonces si yo gano, yo gano. Pero si yo pierdo, porque ser derrotado por la verdad es la única derrota que también es una victoria. Yo soy engrandecido. Yo aprendo algo que no sabía antes.
En un concurso por poder, si yo pierdo, yo pierdo. Pero si gano, también pierdo, porque en disminuir a mis oponentes me he disminuido a mí mismo. Moisés no pudo haber tenido una vindicación más decisiva que el milagro por el cual pidió y se le fue concedido: que la tierra se abriera y se tragara a sus oponentes. Sin embargo no solo hizo que no terminara el argumento, se disminuyó el respeto en el que Moisés era tenido: “Al día siguiente toda la comunidad israelita refunfuñaba contra Moisés y Aarón. ‘¡Han matado al pueblo del Señor!’, decían” (Num. 17:41). Que Moisés necesitara recurrir a la fuerza era en sí mismo un signo que él había sido arrastrado abajo hacia el nivel de los rebeldes. Esto es lo que pasa cuando el poder, no la verdad, está en juego.
Una de las secuelas del marxismo, persistiendo en movimientos tales como el postmodernismo y post-colonialismo, es la idea que no hay tal cosa como la verdad. Hay solo poder. El prevaleciente “discurso” en una sociedad representa, no solo la forma en que las cosas son, sino también la forma en que el poder gobernante (el hegemon) quiere que sean. Todo realmente es “socialmente construido” para avanzar los intereses de un grupo y no de otro. El resultado es una “hermenéutica de la sospecha”, en la que nosotros no escuchamos más lo que cualquiera dice; meramente preguntamos, ¿qué intereses están ellos tratando de avanzar? La verdad, dicen, es meramente una máscara puesta para disfrazar la búsqueda del poder. Para derrocar un poder “colonial”, tienes que inventarte tu propio “discurso”, tu propia “narrativa”, y no importa si es verdadera o falsa. Importa que la gente crea en ella.
Eso es lo que pasa ahora en la campaña contra Israel en los campuses universitarios a través del mundo, y el movimiento BDS en particular. Como la rebelión de Koraj reúne personas que no tienen nada más en común. Algunos pertenecen a la extrema izquierda, algunos pocos a la extrema derecha, algunos son anti-globalistas, mientras algunos están genuinamente preocupados con la situación de los palestinos. Conduciéndolo todo, sin embargo, son están personas quienes sobre terrenos teológicos y políticos son opuestos a la existencia de Israel entre cualquier frontera, y son igualmente opuestos a la democracia, libertad de expresión, libertad de información, libertad religiosa, derechos humanos y la santidad de la vida. Lo que ellos tienen en común es un rechazo a dar a quienes apoyan a Israel un juicio justo – aunque burlando el principio fundamental de justicia, expresado en la ley romana en la frase Aude alteran partem, “Escucha la otra parte.”
Las flagrantes falsedades algunas veces pronuncian – que Israel no es el lugar de nacimiento del pueblo judío, que nunca hubo un Templo en Jerusalén, que Israel es un poder “colonial”, un extraño trasplante extranjero al Medio Oriente – rivalizar con las pretensiones de Datan y Aviram que Egipto era una tierra que mana leche y miel y que Moisés sacó al pueblo únicamente con el fin de matarlos en el desierto. ¿Por qué preocuparse con la verdad cuando todo lo que importa es poder? Entonces el espíritu de Koraj sigue viviendo.
Todo esto es muy triste ciertamente, ya que es opuesto al fundamental principio de la universidad como un hogar para la colaboración de la verdad. También hace poco por la causa de paz en el Oriente Medio, por el futuro de los palestinos, o por la libertad, democracia, libertad religiosa y derechos humanos. Hay asuntos reales y sustantivos en juego, que necesitan ser encarados por ambos lados con honestidad y coraje. Nada se alcanza sacrificando la verdad por la búsqueda del poder: la forma de Koraj a través de los años.